martes, 20 de febrero de 2007

20 de febrero. La prensa balear de finales de siglo.

Afortunadamente, en unos meses, fui recuperando poco a poco mi memoria, aunque tardé varios años antes de sentirme como antes. Durante ese tiempo, me acostumbré a llevar siempre conmigo un aparato grabador para poder recordar mis entrevistas. Mi memoria se resistía a devolverme los datos, fechas y nombres acumulados en ella durante 41 años. Pero a fuerza de ejercitarla, poco a poco volví a recuperarlos. Y entonces comprendí la jugarreta de Pedro Serra, quien me había implicado en una de sus tretas.

El director y propietario de”Ultima Hora”, “Daily Bulletin” y de otros periódicos, había pedido, en nombre de “Prensa Nova”, un crédito de 40 ó 50 millones a la Caja de Ahorros de las islas para la compra del diario “Baleares”. “Sa Nostra” le había contestado que no podía concederlo a “Prensa Nova”, sino a título particular, firmado personalmente por él. Pedro Serra había insistido en que el préstamo no era para él sino para la sociedad mencionada, pero “Sa Nostra” se negaba a concedérselo si no era a título personal.

En estas circunstancias, salió en “Baleares” el primer “Retrato psicológico…”, firmado por María Lluc Gayá. Fue el 24 de junio de 1984 y se refería al entonces presidente de “Sa Nostra”, José Zaforteza. Pedro Serra había advertido antes a Blanes, el director general de ”Sa Nostra”, que, si no le concedía ese crédito, le podía poner a caldo en sus medios, que no era pocos: “Radio 80”, “Antena 3, televisión”, “Baleares”, “Última Hora”, “Mallorca Daily Bulletin”, aparte de las conexiones que poseía con la prensa de todo el Estado. “Tú sabrás lo que haces –le vino a decir–. Porque si no me lo das, diré que ha sido a causa de la publicación de este artículo”. Esta advertencia, en esta o parecidas palabras que sonaban a amenazas, hizo cambiar al presidente de “Sa Nostra”, que terminó no sólo cediendo a las exigencias de Serra, concediendo el crédito a “Prensa Nova”, sino que volvió a poner publicidad en sus medios de comunicación.

Sin embargo, la querella que Zaforteza, presidente de “Sa Nostra”, mantenía contra María Lluc Gayá y el periódico de Serra, continuó su curso. Y yo, ajeno a todo este tinglado, continué durante meses colaborando con Serra quien, de vez en cuando, censuraba alguna entrevista presentada. Los personajes que se le habían atragantado, como Nicolau Llaneras, concejal de cultura del Ayuntamiento, nunca fueron publicadas por Serra. Hasta que me harté de su juego y dejé de colaborar con él. ¿O fue él quien dejó de interesarse por mí? La verdad es que ya no lo recuerdo. Luego, en 1985, me marché de la isla y pasé a la redacción central de la revista Interviú en Madrid, abandonando en gran parte mis fuentes informativas de las Baleares.

Poco más tarde, se desvelaba que quien había firmado el reportaje sobre Zaforteza –la misteriosa María Lluc Gayá– no era otro que Celia Velasco, una periodista a las órdenes de Serra que ejercía, a la vez, de relaciones-públicas y de publicista. El juicio contra ella y contra Jacinto Planas, el fustigador de la prensa balear al servicio de su amo –en ese momento trabajaba para Pedro Serra–, se celebró en 1986. Y, aunque muchos opinaban que el reportaje en cuestión no había sido escrito por Celia, ésta había apechugado con todo. Era de todos sobradamente conocido que, cuando el jefe, Pedro Serra, insinuaba algo, lo más prudente era ponerse de rodillas y decir amén a todo.

Los acusados fueron asistidos por el letrado, José Meliá Pericás, ex secretario de Estado para la Información que se convirtió, durante cierto tiempo, en abogado de Pedro Serra, hasta que se separó de él. El juez decretó sentencia contra Celia Velasco y Jacinto Planas, autores responsables de un delito de injurias leves, hechas por escrito y con publicidad, condenándolos a pagar a cada uno de treinta mil pesetas de multa y a “Prensa Nova” y al periódico “Última Hora”, responsables civiles subsidiarios, una indemnización de un millón de pesetas para José Zaforteza.

Pese a esta condena, debo reconocer que la prensa mallorquina estaba, en aquel momento, sujeta a los caprichos de “Sa Nostra”. “Esta gente –me aseguraron unos empleados de esta entidad– tiene controlados todos los periódicos. Y reciben cientos de diarios “Baleares”, “Última Hora” y “Diario de Mallorca”. El “Baleares” se ha convertido en el diario de los pensionistas, naturalmente, subvencionado por ‘Sa Nostra’. Además, ésta sufrago un soporte habitual de publicidad en otros diarios, como la sección infantil del Diari de S’Escole. Y todo, con la condición de que no se hable más en contra de este organismo. Es la mejor manera de frenar cualquier clase de reportajes que hablen mal de esta entidad de ahorros…Tienen comprados a todos los medios de comunicación. Y, como en la época franquista, se rigen por un reglamento de órganos de Gobierno acojonante”.

Naturalmente, son manifestaciones de unos trabajadores de la Caja de Ahorros de las islas durante esa época. En línea general, esta era la norma en unas islas con un nivel de vida elevadísimo pero con una prensa y unos poderes culturales propios del siglo pasado, salvo en casos excepcionales.

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