miércoles, 31 de octubre de 2007

31 de octubre. Voces y advertencias republicanas.

Vecinos de Humilladero, posando con la bandera tricolor

El municipio de Humilladero –un pueblecito malagueño de 3.000 habitantes– celebró el pasado 25 de septiembre un pleno, avalado por los seis votos de IU y los cuatro del PSOE, en el que se pedía que en España se iniciase el proceso constitucional para instaurar la “Tercera República Española”. Sólo la concejala del PP rechazó la iniciativa. El alcalde, Félix Doblas, aseguró que con este sistema se superarían "los límites que la economía capitalista impone al desarrollo de los derechos sociales". Inmediatamente, Manuel Chaves, secretario general del PSOE-A y presidente de la Junta de Andalucía, advertía a los concejales del Grupo Municipal Socialista que si no rectificaban su apoyo a la moción aprobada junto con IU "se les abriría expediente disciplinario". Pero los colores rojo, amarillo y morado de la bandera republicana brillaron desde esa fecha con más fuerza que nunca en esta localidad. Y, tras la aprobación de esta iniciativa, la comisión promotora de ayuntamientos por la tercera República pretende llevar la declaración a la sede del Parlamento de Andalucía. “Hay que derogar –apuntó Doblas– el inadmisible Concordato suscrito con el Vaticano hace tres décadas y liberar a la escuela pública del adoctrinamiento de la religión católica".

A mediados de octubre, Antonio Romero, diputado de IU y coordinador de la red de Municipios por la III República nacido en este pueblo, anunció que, tras la adhesión de muchos ayuntamientos, cargos públicos e intelectuales al manifiesto, era el momento de "instalar mesas en las calles de nuestros pueblos y ciudades para solicitar la firma de los ciudadanos en favor de un cambio en el modelo de Estado". El ex dirigente de IU, Julio Anguita, la ex directora de la Biblioteca Nacional, Rosa Regás, y el escritor Luis García Montero, fueron entre los primeros que lo suscribieron.

En rueda de prensa, para presentar las primeras 50 adhesiones al manifiesto, Romero lamentó que los españoles no hayan tenido la oportunidad de "pronunciarse" sobre este modelo de Estado, y hayan tenido que conformarse con "un Rey impuesto por Franco". Y advirtió a José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno, que, si tan seguro está de que la Monarquía se ha consolidado en España, se "atreva a convocar un referéndum sobre su continuidad o no". Romero se mostró convencido de que "vamos por el camino correcto, y estamos trabajando por un proyecto que nos permitirá dentro de tres o cuatro años poder meter en la agenda el debate sobre el modelo de Estado, en favor de una República como alternativa a la Monarquía".

Casi cuatro meses antes, la Unidad Cívica por la República, presentaba en Valencia el libro “Encuentros Republicanos”, en cuyo texto participaron, junto a personas de otras afiliaciones e independencias, varios miembros de UCR, como Julio Anguita, Miquel Jordà, López Salinas, Díaz Cardiel, Víctor Casco o José Luis Pitarch. En esta ocasión, Anguita predecía que “la Tercera República será hija de lo que hoy iniciemos y de lo que hoy comencemos a construir… un proyecto instalado en la mente de la ciudadanía. Puede contemplarse una adaptación del Pacto de San Sebastián a la situación presente… reedición corregida en sus aspectos elitistas”.

En “El Rey de los Cruzados”, libro subtítulado “Juan Carlos I y la monarquía prodigiosa”, publicado por la editorial Flor del Viento, su autor, Rafael Borrás Betriu, aboga por la "razón" de la república frente al "azar anacrónico" de la monarquía y se pregunta cómo Juan Carlos I llegó a ser proclamado rey. El editor asegura que la aventura para llegar al reinado de Juan Carlos I es una "partida de tahúres en la que todos mienten", tanto Franco, como Don Juan y Juan Carlos I. Borràs recuerda que Juan Carlos I "se saltó a su padre y fue elegido por las Cortes del Movimiento".

Según Andreu Mayayo, profesor de Historia Contemporánea, el ensayo de Borràs se centra en lo que denominó "la monarquía del 18 de julio o el pecado original" de Juan Carlos I, que es que sus orígenes como rey "no sean democráticos y no sea leal a la dinastía Borbón", saltándose los derechos dinásticos de su padre. El historiador dice que Juan Carlos aceptó esa 'monarquía del 18 de julio' "en contra de su padre" y que nunca ha rechazado a Franco. Borràs recuerda que el Rey "no juró" la Constitución actual, "tan sólo la sanciona", y pide la "dimisión" del monarca "porque la abdicación no me sirve".

Rafael Borràs recuerda que, cuando Pedro Sainz Rodríguez conspiraba (lo narra Luis María Anson en “Don Juan”) junto al ex Rey Alfonso XIII –quien moraba en Italia, al amparo de Mussolini– para derribar la II República mediante golpe de Sanjurjo (generalito refugiado en otro país fascista, Portugal), éste tuvo la idea de “convocar un plebiscito nacional auténtico e imparcial para que el pueblo eligiese entre Monarquía o República”. Algo que hoy, en 2.007, seguimos esperando. Juan Ignacio Luca de Tena relata en “Mis amigos muertos” que, por agosto del 36, Emilio Mola, el “director” de la rebelión de julio, comisionó a Italia a Pedro Sainz y a Luca de Tena para pedir al “Duce” aviación, con el recado de que, si antes de ocho días no le llegaban aviones fascistas, estaba perdido. Gracias a gestiones directas de Alfonso XIII con Mussolini, éste los envió directos a Burgos en pocas horas.

José Luis Pitach, comandante de caballería en la reserva, licenciado en derecho y en Ciencias de la Información y ex Vicepresidente del CAUM (Club de Amigos de la UNESCO de Madrid), igualmente a favor de la República, declara: “La gente dice que no se fía de la política ni de los políticos. Los partidos resbalan hacia la oligarquía (y el sectarismo). Los medios de información sirven a quien sirven. Los “tertulianos”, generalmente, otro tanto. Y la plutocracia brutal de los ricos significa lo contrario de la democracia, pues las grandes decisiones que determinan nuestras vidas son tomadas antidemocráticamente y en conciliábulo por esas instancias económico-financieras, y, a nosotros nos dejan como democracia una serie de procedimientos formales que van perdiendo contenido real. Ni siquiera podemos reformar, aquí, la Constitución. El individualismo-egoísmo crece y crece. La corrupción, otro tanto y se esfuma la moral pública. Lo contrario del ideal republicano. Tenemos una democracia, un Estado, manteniendo los trágalas y embudos que impusieron los franquistas hace tres décadas. Ni reconocimiento a los últimos soldados de la II República, los guerrilleros-maquis, ni tampoco a la Unión Militar Democrática”.

Julio Anguita advierte en una entrevista a Europa Press que España se encuentra en un "momento de oro" para empezar a trabajar en favor de la III República. “Empieza a existir una crispación y hay movimientos que empiezan a surgir en favor de un movimiento republicano”, por lo que no duda en considerar "raro que Felipe VI reine". El ex dirigente de IU recuerda que, pese a haber tenido diferentes enfrentamientos con el rey, la quema de fotos de la familia real es una "anécdota", ya que, en su opinión, "hay mucho de desviaciones de otros problemas en esas actuaciones". No obstante, deja claro que prefiere "una construcción serena y sólida de la III República, porque el propio PSOE plantea que la República es una cuestión cívica". En este contexto, advierte que el aparato de la Transición se está "tambaleando", más por descomposición de la Transición que por el proyecto de la III República. Anguita asegura que no le gusta que "estemos todo el día 'engolfados' en la II República, pues ya pasó, aunque “hay artículos constitucionales, ejes culturales, que los asumo como herencia, pero, para hacer la III República, que es la que a mí me importa, tenemos que construir".

martes, 30 de octubre de 2007

30 de octubre. La iglesia antifranquista.


Intentando refrescar un poco la memoria colectiva, un tanto desvencijaga por actos como los llevados a cabo por la jerarquia española en la pintoresca “beatificación de 498 mártires” del domingo pasado en el Vaticano, he repasado ciertos hechos y citas que ya recojo en mi libro, inédito, “España vista por sus exiliados”, y que demuestran que no todo el clero español es de derechas. Hay y hubo también un clero decididamente antifranquista, sobre todo en el País Vasco.

Al estallar la guerra, Alberto de Onaindía Zuloaga, amigo personal de José Antonio Aguirre, presidente del Gobierno vasco, asume, por encargo de éste, el canje de prisioneros y participa en diversas conversaciones de paz. De Onaindía ha nacido en Marquina (Vizcaya), en 1904, ha estudiado en Vitoria y, en Roma, ha proseguido estudios de Filosofía y Teología, doctorándose en ambas disciplinas, hasta que vuelve a Euskadi, en donde permanece tres años en el seminario de Saturrarán, como profesor. Onaindía se exilia de España y, durante cuarenta años, trabajará como traductor en la Unesco (París), se interesará por los círculos políticos y culturales y escribirá más de tres mil artículos para la prensa, además de emitir charlas en la BBC de Londres (con el seudónimo de “James Masterton”) y en Radio París (con el de “Padre Olaso”). Debido a su amistad con el presidente del Gobierno Vasco en el exilio, el Vaticano le abre dos expedientes en los que se le acusa de connivencia con los comunistas.

“Quizás la mayoría del clero en Vizcaya y Guipúscoa, –declara en “La guerra en Euskadi”, libro de Luis María y Juan Calos Jiménez de Aberastuiri, publicado por Editorial Plaza y Janés–, se manifestó antifranquista. Y, de esta manera, pagó esa actitud de valor, de valentía, que no tuvieron otros clerigos de otras partes. Por ejemplo, en el resto de España, estaba con Franco, aparte rarísimas excepciones. El clero catalán calló, excepto uno o dos casos. En cambio, el vasco tuvo una actitud franca, clara, a favor del pueblo, que se declaró antifranquista o se enfrentó al levantamiento militar. No fue el clero quien decidió la actitud vasca, fue el pueblo a través de sus organizaciones políticas y, posteriormente, el clero dio apoyo a esa postura, porque, moralmente, pensábamos que la actitud adoptada por el pueblo contra un levantamiento militar era correcta y justa”.

El documento “La carta colectiva del episcopado español”, del 1º de julio de 1937, condena toda la actitud republicana. Y la iglesia vasca fue perseguida, según afirma Onaindía, hasta el punto de que doce sacerdotes seculares y dos religiosos fueran fusilados por los franquistas y, curiosamente, no están incluido en la lista de los 498 beatos promocionada actualmente por la jerarquía española. “En las cárceles hubo más de 200 (entre unos y otros). Y es conocidísima la fotografía de unos 60 sacerdotes y religiosos con Julián Besteiro (Presidente del Parlamento y profesor de filosofía de la Universidad de Madrid) en la cárcel de Carmona, en Sevilla. Pero, en todas partes hubo sacerdotes en las cárceles. En el exilio, yo creo que seríamos unos 65 ó 70, poco más o menos”. Y Víctor Manuel Arbeloa, historiador y ex presidente del Parlamento Foral de Navarra, en su libro: “Iglesia, y República: diálogo imposible”, publicado en Historia, en abril de 1981, dice textualmente: “La guerra civil en la que la iglesia católica jugó decisivamente, con pocas excepciones, al bando vencedor, culminó el desastre. Casi 7.000 personas, entre obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas, son asesinadas en el campo republicano; catorce sacerdotes y religiosos vascos, son fusilados en terreno franquista. Miles y miles de laicos fueron también asesinados; unos, por ateos; otros, por católicos, clericales, anticlericales, izquierdistas o derechistas”.

En “Hombre de paz en la guerra”, De Onaindía escribe el primer volumen de sus memorias, en las que expone claramente la situación de los sacerdotes vascos en la guerra, así como su misión en el Vaticano y su misión de hombre de paz: “Llevé a cabo una obra de paz en la guerra. Salvé a gente de las cárceles, gestioné el traslado al extranjero de numerosas personas pertenecientes ideológicamente al bando enemigo, intervine en numerosas propuestas de paz, participé en negociaciones de canje y puse en comunicación a encarcelados con sus familiares residentes en la zona adversa. Informé a múltiples círculos de opinión pública, a embajadas y a la Santa Sede”.

Una vez constituido el Gobierno vasco, el presidente, José Antonio Aguirre, le da la misión oficial de ir al Vaticano para plantear el aspecto moral de su acción en la guerra. Allí, al hallarse el Secretario de Estado, cardenal Pacelli –más tarde Pío XII– de viaje a América, le recibe su sustituto, el subsecretario Guiseppe Pizzardo, que llegó a ser cardenal. “Recibimos –cuenta De Onaindia– la contestación satisfactoria, que no se publicó. Estas cosas no eran para decirlas al pueblo, sino para tranquilizar la conciencia de José Antonio Aguirre. A partir de esto, el pueblo se convenció de que la causa era justa, porque el clero nos lanzamos por ese camino”. Sólo el obispo de Vitoria, Mateo Múgica, muestra su postura profranquista. Pero más tarde, en el año 1945, publica un documento –“Imperativos de mi conciencia”– en el que rectificaba su anterior posición, aduciendo que, en aquel entonces, le faltaba información. “Es el único caso en toda la guerra española. Pero, después de esta exposición, Mateo Múgica fue expulsado de su diócesis por el gobierno de Franco, junto con el obispo de Pamplona”.

De Onaindía reconoce que la propaganda mantenida por el clero vasco y por la Iglesia hizo mucho daño al franquismo. “Hubo intentos de que a los sacerdotes que estaban en la cárcel y a los que estábamos en el exilio se nos quitaran las licencias eclesiásticas, lo cual es un verdadero manchón para un sacerdote. Y esa gestión ante el Vaticano la hizo don José María Areilza. Pero el Vaticano no sólo no accedió, sino que Pío XI, que era un gran Papa, dio órdenes a los nuncios donde vivían los vascos para que comunicaran a los sacerdotes vascos que seguían disfrutando de sus licencias eclesiásticas, lo mismo que el día que habían salido de su propio país. Y José Antonio, nuestro lendakari y gran amigo, decía: ‘Nuestro gran éxito con la Iglesia ha sido que el Vaticano nunca nos condenó”. Pero el Vaticano cambia también sus posturas y es capaz, hoy en día, de recibir a 30.000 españoles con banderas inconstitucionales, guiados por unos obispos que siempre se negaron a pedir pedón por la actitud de gran parte de sus predecesores franquistas y que apoyaron la “cruzada” nacional.

lunes, 29 de octubre de 2007

29 de octubre. Argentina, sin "Pecera" y con nueva Presidenta.

Cristina Fernández, recién elegida Presidenta, junto a su marido, Néstor Kirchner, quien traspasará el poder a su consorte.

Las elecciones del nuevo/a presidente/a y las de nuevos diputados y senadores nacionales celebradas el domingo, 28 de octubre, en la Argentina dieron el resultado deseado por Néstor Kirchner y por su esposa, Cristina Fernandez. Las precedentes se realizaban en abril de 2003, cuando el país aún intentaba emerger de la crisis económica de finales del 2001. El 20 de diciembre de ese año, una multitud exigió la renuncia del Gobierno argentino frente al caos económico vivido y, en la plaza de Mayo, se registraban cinco muertes tras dos sangrientas jornadas. Todo comenzó cuando Fernando De la Rúa, el entonces presidente, decretó el estado de sitio, al agolparse miles de personas en las puertas de los bancos, exigiendo que se les devolvieran sus ahorros, paralizados con el “corralito”, con lo que el Estado se apropiaba de los depósitos de la gente. La medida fue bautizada por el “Washington Post” como "el mayor atraco bancario de la historia". Ese mismo día, en un helicóptero que aterrizaba en la azotea de la Casa Rosada, el presidente De la Rúa, abandonaba su sede. Y, seis años más tarde, el pasado 23 de octubre, el juez federal, Claudio Bonadío, ordenaba su procesamiento por cinco homicidios con dolo y otros 150 casos de lesiones.

En las elecciones de abril del 2003, las fórmulas más votadas fueron las de Carlos Menem y la del posterior presidente, Néstor Kirchner, que obtuvieron 24,45 % y 22,24 %, respectivamente. Pero, días antes de realizarse la segunda vuelta, el ex presidente Menem decidió no participar del balotaje, porque las encuestas pronosticaban una derrota abrumadora. Por ello, Kirchner quedó automáticamente elegido, convirtiéndose en el presidente argentino electo con menos porcentaje de votos.

Hoy, cuatro años más tarde, con una crisis superada y con un auge económico a su favor, Cristina Fernández, la mujer del ex presidente Kirchner, acaba de ganar las elecciones, si se confirman todos los datos recibidos. También en 1974, María Estela Martínez de Perón llegó a la presidencia al fallecer su marido, pero Cristina es la primera mujer elegida presidenta por voluntad popular y la primera vez que un presidente en actividad traspasa el poder a su consorte, lo que alarma en una república con democracia representativa frente a una posible dinastía.

Dotada de una ingeniería de poder, obsesionada por su propia imgen y con un equipo desconocido hasta el momento, la nueva presidenta evita cualquier semejanza con Evita Perón y es, según el ex presidente Alfonsín, una mujer iracunda. Personifica un nuevo peronismo y recibe el apoyo de las Madres de Mayo con quienes ha manifestado su apoyo y simpatía. “Cuando tenía 18 años no podía votar –dijo la primera dama, recordando la dictadura militar–. Formé parte de una generación en la que nadie podía decir nada”. Más de una vez ha manifestado su oposición a las dictaduras que trajeron lugares tan emblemáticos como la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada) y “La Pecera”. Hace un mes que la Marina argentina entregó simbólicamente al Gobierno Nacional las llaves de ese predio. El lugar se ha convertido en el Instituto Espacio para la Memoria, un museo donde participarán representantes de los organismos de derechos humanos, encargados de la recuperación de los centros clandestinos de la ciudad de Buenos Aires.

El nombre de la ESMA ha terminado por desaparecer, pero no los recuerdos macabros en donde se practicó la dictadura. Se trata del lugar en donde funcionara uno de los centros clandestinos de detención más emblemáticos, el campo de concetración más duro y brutal de la Marina argentina, dirigido por la Junta Militar. En tres años desaparecen en la ESMA casi cinco mil detenidos y unos ochenta colaboracionistas son perdonados por almirante Emilio Eduardo Massera, miembro de la Junta Militar, quien piensa que es bueno dejar a un núcleo de sobrevivientes.

Este reducido grupo de detenidos, la mayoría de ellos, torturados, pasan a trabajar para el Almirante Cero en unas oficinas kafkianas conocidas por “La Pecera”, traicionando a sus compañeros a cambio de salvar la vida. Massera prefiere dejar vivir a esta élite de montoneros marcados por él, que eligen otro país para continuar operando para el Jefe. Es el precio por salvarles la vida. De los 420 campos de concentración existentes en toda la Argentina, sólo en el de La Marina se habrían asesinado a más personas que las eliminadas por toda la dictadura de Pinochet. Pero Massera se dedica a formar cuadros militares en las academias argentinas, como Pinochet lo hace en las chilenas y, con la formación que reciben de la CÍA, selecciona a un grupo de montoneros que sirvan para sus objetivos.

El ideólogo del golpe militar se da cuenta de que los cuadros teóricos de la izquierda son mucho mejores que los de la derecha. Entonces decide pactar con parte de la cúpula de los montoneros y los deja vivos a cambio de un trabajo en la ESMA. Éstos no sólo entregan a sus compañeros sino que montan en los coches con los militares argentinos para señalarlos y permitir su detención. Es el precio exigido por Massera a cambio del perdón por sus vidas. Recién terminada la dictadura argentina, una cincuentena de ellos, algunos con el carnet de periodistas, son mandados a España y a Europa.

Una vez acabada la dictadura argentina, muchos agentes de Inteligencia, así como colectivos chilenos, argentinos y sudamericanos de extrema derecha, se filtran en toda Europa, especialmente en España y en Francia. Adolfo Scilingo, oficial de Marina durante la dictadura militar, es uno de los primeros militares del Proceso que admite públicamente el terrorismo de estado. Llega a España y confiesa, ante el juez Baltazar Garzón, haber participado en dos vuelos de la muerte mediante los cuales se arrojaba al mar a muchos de los prisioneros con la intención de hacerlos desaparecer. Su testimonio contribuye a implicar a los altos jefes de la Armada. Scilingo explica el funcionamiento de la ESMA. Describe minuciosamente los vuelos de la muerte con los prisioneros narcotizados a bordo, a los cuales se desnudaba y arrojaba vivos al mar. En abril del 2005, es enjuiciado y condenado a la pena de 640 años de prisión, tras haberse probado su responsabilidad en la muerte de treinta personas y una detención ilegal seguida de torturas. Condena que es elevada, en julio pasado, a 1.084 años por el Tribunal Supremo español, al comprobar su complicidad en otras 255 detenciones ilegales.

Recién finalizada la dictadura argentina, algunos ex montoneros perdonados por Massera teminaron trabajando con el Ministerio del Interior español. Se legitiman como refugiados y, en el juicio de la Junta Militar argentina, sólo algunos de la “Pecera” declaran en contra de Jorge Acosta, el segundo de la ESMA, apodado El Tigre, y contra Massera. Los militares que les perdonaron la vida no entienden cómo éstos hacen el doble juego, declarando contra ellos. Y aseguran que se trata de agentes dobles , asesinos que han matado a cientos de compañeros. Al final, con las leyes de Punto Final y de la Obediencia Debida y con los indultos, se cancela toda posibilidad de investigar qué fue lo que ocurrió con las víctimas. “Yo veo muy negras las consecuencias futuras de esta decadencia de la Justicia –resume Julio César Strassera, ex juez y ex fiscal a cargo del juicio contra las juntas militares que gobernaron Argentina entre 1976 y 1982–. Creo que se ha dañado al Poder Judicial por cincuenta años como mínimo. Lo estamos viendo todos los días: jueces que ignoran el derecho, jueces que quieren controlar abogados para que les hagan las sentencias, fiscales que no son abogados... Frente a tanta incompetencia, yo no soy partidario de la solución de 1949, poner a todos los jueces en comisión. Esto es muy peligroso. Y tendremos que aguantarlos hasta que se jubilen”.

La “guerra sucia” del terrorismo de Estado dejó en Argentina un saldo 'negro' de 30.000 desaparecidos. El dato positivo es que se ha celebrado la sexta elección presidencial desde que, en 1983, se recuperara la democracia. Aunque el paro siga siendo alto, la pobreza alcance el 30 por ciento de la población, la inflación esté en un 20 por ciento, y el aumento del narcotráfico y de otros problemas, como la adicción en general y el “Paco” en particular, sean considerados como males más terribles aún que la misma dictadura.

viernes, 26 de octubre de 2007

26 de octubre. Una beatificación masiva demagógica.

José María Rouco, cardenal-arzobispo de Madrid

¿No quieres caldo? Pues dos tazas. Así trata la Iglesia a sus adversarios. El próximo domingo, la plaza de San Pedro del Vaticano se llenará de españoles, casi todos católicos y de derechas, para contrarrestar las tendencias del Gobierno y del Parlamento con su Ley de Memoria Histórica, que acudirán a la beatificación de los mártires de la Segunda República y de la Guerra Civil. En esta ocasión, los gritos no irán en contra de Zapatero sino a favor de estos 498 españoles que poco tenían que ver con la República. Una operación religiosa con tintes de conservadurismo a ultranza de una Iglesia española que reivindica su tradicional saber hacer de la derecha.

La mayoría de ellos proceden de diversas congregaciones religiosas. Son curas y frailes, monja, seminaristas y seglares que “no ofendieron a nadie –nos advierte innocentemente Manuel Sánchez Monge, Prelado de Ferrol– ni impusieron a nadie sus creencias”. La diócesis de Madrid aporta 176 y su obispo, Antonio María Rouco, que se ha distinguido por su oposición a la política del PSOE en el poder, se siente orgulloso de ellos. Aunque el ex presidente de la Conferencia Espiscopal se ha apresurado a excusarse: “No tiene nada que ver el calendario de las beatificaciones con el político. A ellos tenemos que pedirles que intercedan por España, para que el bien de la reconciliación no se vea quebrantado por las circunstancias de la España actual”. Naturalmente, si en estos momentos nos gobernara la derecha, no sólo se hubiera mantenido esta manifestación eclesiástica sino que tal vez se hubiera potenciado.

No obstante, mientras la Conferencia Episcopal consigue ascender a los altares la memoria de los caídos en su “sacrosanta cruzada”, no en vano el portavoz y secretario de la misma, quien acudiera, hace unas semanas, al Vaticano, en la presentación de una hagiografía sobre el medio millar de estos nuevos mártires, ha declarado que el acto “fortalecerá la fe de los católicos en momentos de especial dificultad”. Como sin duda la fortaleció cuando, en 1987, unos quinientos religiosos españoles muertos a manos de simpatizantes republicanos antes y durante la Guerra Civil ya fueron beatificados por Juan Pablo II. Para Monseñor Juan Antonio Martínez Camino la ceremonia “no ha sido preparada para cultivar ninguna megalomanía”. Algo difícil de creer cuando todos los obispos españoles se desplazan este fin de semana a Roma. Hecho que, casualmentese, coincide con el 25 aniversario de la primera victoria del PSOE en las elecciones generales de 1982 y con la tramitación en el Congreso de la Ley de Memoria Histórica.

Defendidos por la España que se levantó en armas contra la República, e impulsados por una jerarquía española cuya beligerancia política se ha puesto últimamente de manifiesto –recuerdo las palabras del cardenal Cañizares, quejándose de que hoy existe un plan “de eliminación de la Iglesia”–, este medio millar de mártires parecen ser la excusa perfecta de la Iglesia que ha preparado esta “contraopa” a la Memoria Histórica. Con la beatificación de estos “mártires de la Guerra Civil”, aunque en realidad sean sólo los del bando nacionalista y no republicano, los obispos españoles continuan con su política de uñas y dientes frente a un Estado que sigue los pasos de la República. Y los obispos españoles siguen sosteniendo que, en esa época, se produjo “la mayor persecución religiosa de la historia”.

“La persecución religiosa –insiste monseñor Vicente Cárcel Ortí, quien recuerda la impotencia frente a la persecución republicana y los actos de violencia revolucionaria sistemática en templos, altares y objetos de culto– fue un tremendo errror. Los hostigamientos y agresiones, tan frecuentes desde las elecciones de febrero del 36, se convirtieron en persecución abierta y encarnizada”. Y se olvida que fue la Iglesia beligerante la que apoyó al ejército sublevado y que el general Franco, católico, apostólico y romano, paseó bajo palio.

Alejandro Fernández Barrajón, presidente de la Conferencia Española de Religiosos (Confer) tacha de “miserable y mezquino” el intento de politizar y manipular este acontecimiento. “Los consagrados españoles nos negamos a leer este acontecimiento en clave ideológica. Y lo leemos en clave pascual, como invitación a descubrir la vida que se esconde incluso en surcos sembrados de muerte”. Pero las claves semióticas de este acontecimiento apuntan lo contrario. Y los católicos españoles agrupados en Redes Cristianas (que reúne a 147 grupos, comunidades y movimientos católicos de base), se encargan de responder a los obispos: “Dado que la Iglesia no ha pedido perdón por lo ocurrido, esta beatificación es inoportuna y manifiesta la incapacidad de la jerarquía por superar las posiciones de hace 70 años”. El manifiesto “Solidaridad con todas las víctimas de la Guerra Civil” añade que para construir un futuro de paz “es siempre necesario que las partes reconozcan los errores que les condujeron a la guerra y pedir perdón por ellos”. Y vuelve a aclarar: “Dado que la Iglesia no ha pedido perdón por lo ocurrido, esta beatificación es inoportuna y se presta a una obvia instrumentación política”.

Ian Gibson, un escritor hispano-irlandés y especialista en la Guerra Civil, lamenta los asesinatos de los curas, al estar en contra de la pena de muerte. “Pero –añade– la Iglesia fue la que sembró la semilla del odio y la violencia. Y esta misma Iglesia tiene la obligación de pedir perdón, cosa que no ha sido capaz de hacer. Los prelados españoles son menos humildes que su propio Jefe, el Papa. Son cobardes y han traicionado el mensaje de Cristo”. Y yo, que he crecido bajo la influencia de una Iglesia franquista hasta la médula, estoy totalmente de acuerdo con él.

Pero el recién nombrado cardenal Lluís Martínez Sstach, arzobispo de Barcelona, insiste en que las intenciones de los socialistas conducen a “reabrir heridas de la Guerra Civil”. Y el senador Manuel Fraga, presidente de honor y fundador del PP, propone "mirar hacia adelante" frente a la "mal llamada memoria histórica", que, a su juicio, consiste "en mirar al pasado, en cambiar los nombres de las calles o el sitio de las estatuas". Y Jaime Mayor Oreja considera que, para él, la Memoria Histórica es “una catástrofe” y asegura que nunca ha pretendido hacer un juicio histórico del franquismo, ni crítico ni elogioso con sus declaraciones sobre la Guerra Civil y la dictadura. El parlmentario europeo del PP se niega a "condenar nada de la historia de España", porque eso supone "revisar la Transición democrática española".

Por el contrario, Santiago Carrillo, ex secretario general del Partido Comunista de España (PCE), asegura que la derecha actual es la misma que la de 1936, "con las mismas ideas", y con "los mismos cardenales y obispos" que la derecha de los meses previos a la Guerra Civil. “España –ha dicho Carrillo– es un país en el que ha cambiado todo menos la derecha, idéntica a la del nacional-catolicismo de 1936”. Según él, la Iglesia se ha echado a los púlpitos para denunciar este “revisionismo”, esta “obsesión por abrir heridas ya cicatrizadas”. Jesús Maraña en el diario Público, publica: Cuesta mucho entender la hipocresía de quienes rinden homenaje a centenares de mártires de su Cruzada y niegan el pan, la sal y el simple recuerdo a las víctimas del otro bando”.

miércoles, 24 de octubre de 2007

24 de octubre. Los errores de Bush y su risa contenida.

¿De qué se mofa, Presidente?

Quintín Cabrera, un cantautor exiliado de la dictadura uruguaya y nacionalizado español –lleva 38 años cantando en nuestro país–, tiene una pieza musical titulada “Señor Presidente”. La censura franquista le hizo cambiar el título por “Qué vida”, pero no la letra que decía: “Que vida tan diferente/ la mía y la suya, señor Presidente/ Qué medidas diferentes/ se toman a veces, señor presidente/ ¡Que vida más diferente!/ ¡Qué poder más diferente!”. Y, aunque se dirigía al presidente uruguayo, bien podría referirse a otro cualquiera americano, incluido al norteamericano. Mientras escribo esta crónica, otra canción de Quintín con letra de su colega Mario Benedetti, tintinea en mi interior. Se titula: ¿De qué se ríe, señor Ministro? y hace alusión a los repetidos errores políticos cometidos a lo largo de su mandato.

A principios de este mes, George W. Bush negaba, sin convencer a nadie, las recientes pruebas aparecidas sobre las supuestas torturas infligidas a los detenidos durante los interrogatorios. “Este Gobierno –decía, sin poder disimular el esfuerzo por contener su cínica risa de politicastro– no tortura a la gente. Nos atenemos a la Ley y a nuestras obligaciones internacionales”. Bush defendía el programna de interrogatorios a sospechosos de Al Qaeda que permite el uso de técnicas no admitidas por el Ejército, así como la práctica de torturas y la utilidad de prisiones secretas de la CIA en terceros países. “Técnicas e interrogatorios –añadía– que han servido para obtener de los detenidos información muy valiosa para combatir el terrrorismo y al estar mejor protegidos”. Al mismo tiempo, el diario The New York Times revelaba que el Departamento de Justicia, bajo el mando de Alberto González, había sostenido en documentos secretos que ciertos métodos de interrogario como golpes en la cabeza, simulación de asfixia o la estancia en temperaturas heladas, no eran trato cruel, inhumano o degradante.

A mediados de este mismo mes, el general Ricardo Sánchez, ex comandante de las fuerzas estadounidenses en Irak entre el 2003 y el 2004, al producirse las torturas en Abu Ghraib, calificaba de “incompetente” la gestión del conflicto por parte de Bush y afirmaba que la guerra era una “pesadilla sin fin”. Sánchez se mostraba pesimista sobre los actuales planes del Gobierno en aquel país. “Después de más de cuatro años de combates –añadía– EEUU continúa su lucha desesperada en Irak sin una estrategia que conduzca a la victoria, tanto en este país como en el conflicto más amplio contra el extremismo”. Claro que Bush sabía muy bien que el papel del general Sánchez como comandante durante el escándalo de Abu Ghraib lo hacía vulnerable a la crítica. Por eso tal vez su rostro, el del presidente norteamericano, seguía mostrándonos esa extraña mezcla entre una disimulada risa y un esfuerzo por contenerse.

Los angelitos del Pentágono han reconocido que repetidas veces han bombardeado “por error” depositos de la Cruz Roja en Kabul y otros lugares y lamentan que misiles desviados cayeran en barrios de la capital. El embajador en Pakistán, Abdul Salam Zaif denunció, en su día, la muerte de unos cien afganos en el bombardeo americano de un hospital en Herat, al oeste del país. Los talibanes aseguraron que otro “error” había provocado la muerte de unas noventa y tres personas y más de cuarenta heridos en un ataque aéreo contra una aldea situada al noreste de Kandahae. El pasado mes de agosto, un B-52, cargado igualmente “por error” con varias cabezas nucleares –dicen que hasta seis– cruzó durante tres horas y media el espacio americano, riéndose de los mismo yaquis por su ciega confianza en sus bombarderos. Se trataba de un “error garrafal sin precedentes” en propio cielo americano. Y hace unos días, un misil Patriot cayó, también “por error”, en Qatar, después de haber sido lanzado desde Siliyia, sede del cuarte general del Mando central estadounidense para Oriente Próximo. Afortunadamente, la caída del misil, ni llegó a explotar, ni causó víctimas.

Sin embargo, desde el Pentágono no dejan de alabar la valiente acción de sus pupilos que disparan desde el aire contra todo lo que se mueve, pero siguen sin encontrar a Bin Laden, el enemigo más cotizado, pese a la orden tajante dada por Bush a la CÍA de matarlo “a cualquier precio”. El Presidente, colmo de los colmos, ha comunicado a sus consejeros su disposición a aceptar cualquier fiasco en el camino y ha asumido que habrá operaciones encubiertas de la CÍA que podrán bordear el ridículo ante la opinión pública, pero las admite como necesarias. Acepta igualmente los fracasos del FBI en la prevención de atentados, como el ocurrido el 11 de septiembre en Nueva York y Washington, pero no puede pasar por alto el supuesto orgullo nacional, burlado y herido, ni la venganza implacable.

Así que, ante su cara de risa incontenida, nos acordamos del poema de Benedetti, cantado por Quintín Cabrera: “¿De qué se ríe?(Seré curioso)”: “Seré curioso/ señor Ministro/ de qué se ríe/ de qué se ríe?”. Sólo basta que cambiemos: “Señor Ministro” por “El Presidente”.

lunes, 22 de octubre de 2007

22 de octubre. El potro de Roberto Villagraz



Con frecuencia me sumerjo con mi trompeta en las aguas vaporosas de mi libre albedrío, no amenazado aún por la metralla del enemigo. E interpreto obras como “El tambor de granaderos”, de Ruperto Chapi, o “El cornetín de Chapi”, de Antonio Ferriz Muñoz, que, pese a su candor guerrero, me hacen sentir mejor que cuando leo declaraciones bélicas de políticos, crónicas de guerra o cuando me imagino el infierno afgano e iraquí provocado por el huracán morteamericano. Recuerdo los años de ejercicio activo, cuando ejercía de soldado en la guerra periodística, obligado a escribir informes, reportajes, reseñas o informaciones que nunca debían ir en contra de los intereses de quien me pagaba, lo que me obligaba a no decir toda la verdad si deseaba cobrar, cada final de mes, el sueldo fijo.

Ahora cambiaron los papeles. Ya no informo sino de lo que quiero y me interesa sin premuras, coacciones ni intereses partidistas, olvidándome de cuanto me produce malestar y mala conciencia. Tampoco me he vuelto a sentir un inútil ni un castrado por cuanto debía escribir. Tras una batalla cruel en la que he perdido a una mayoría de lectores afines al medio en donde desarrollaba mis trabajos, a veces me encuentro sin fuerzas para seguir adelante. Pero, al menos, he hecho lo que deseaba, aunque no pueda disfrutar del mismo nivel de vida. Toda mi lucha por transformar el mundo ha fracasado, y, a menudo, me veo obligado a cambiar de estrategia para mantener mis principios. Pero mis pensamientos, mis deseos, mis propósitos, teñidos de sangre y bañados en una resistencia numantina, ya no tienden a pasar sepultados bajo la nieve, en donde invernan y resucitarán con la primavera dentro de unos meses, años o siglos, cuando la tierra se parezca más a mis sueños y no tenga que luchar para poder respirar ni pedir permiso para seguir viviendo.

En estos momentos, ya no siento la necesidad de encerrarme en mi mundo para olvidarme del real, sino todo lo contrario. Las puertas y fronteras han desaparecido, sustituidas por el poder de la imaginación. Y ya no deseo abandonar este mundo, tan diferente del imaginado y, a la vez, tan precario y transitorio, ni refugiarme en el otro que, al menos, no cuenta con normas estrictas, ni con preceptos severos, ni con artículos ni leyes coercitivas. Ya no sufro las lacras del periodismo cotidiano, ni me hallo perdido en la selva, donde la libertad personal sólo existe en teoría. Ahora abrazo la realidad que tantas veces me ha deprimido y convivo con ella sin desear huir de la misma.

Doy rienda libre a mis instintos literarios y me adentro alternativamente en el ensayo, en la poesía o en la novela, guiándome por una dura realidad siempre presente, e incluso en el periodismo, pero sin prisas ni obligación alguna. A menudo sueño despierto y me siento feliz. Pero, en cuanto vuelvo a pisar este mundo tan estructuralmente complicado, obligado a luchar contra un bien o contra un mal convencional, sin aclarar antes de qué bien o de qué mal se trata, me doy cuenta del error de mi profesión que me impulsa a seguir buscándola según unos cánones establecidos. Hubiera tenido que ser alfarero, astronauta, marinero o alpinista, oficios tan alejados del cotidiano registro de cuanto acontece a mi alrededor, o, al menos haberme comprado un potro, como pretendía hacer Roberto Villagraz, un compañero fotógrafo de “Interviú”. Era una de sus ilusiones nunca cumplidas. Decía que era su ideal para el tren de vida que llevaba. Con él pensaba olvidarse de los días de agobio y perderse en su lomo por la estepa de esta vida. Hoy, tras su muerte, acaecida el 19 de octubre del 2002, no dudo que gozará de ese privilegio.

Y es que, en la pendular vida de periodista, en la que un día trabajabas hasta morir, otro, te morías de aburrimiento, y, al siguiente, no te quedaba tiempo ni para respirar, o volvías a estar sin saber exactamente qué hacer, cómo reaccionar, qué decir ni dónde meterte, el tener un caballo que te condujera a galope a ninguna parte te hacía olvidar de este continuo ir y venir profesional, lleno de contradicciones. A mí también me seducía la idea de tener un potro y la de llenar mis ratos vacíos con galopadas sin fin. Roberto, que era una persona que ya no tenía, como yo, esperanzas de llegar a ningún cargo ni de cubrir una meta importante –tenía aproximadamente mi misma edad y andaba por el mismo camino de los que nunca llegamos a una meta importante–, se consolaba pensando en su corcel. Y soñaba en las insignificantes cosas de esta vida, despreciadas por el ministerio periodístico, como salir al campo y respirar sin tener que acercarse el objetivo a los ojos ni tener que apretar el botoncito de la máquina. El mirar directamente lo pequeño y lo marchito con sus propios ojos o el fotografiar lo que realmente le apetecía era para él casi un lujo. Admiraba lo estéticamente rutinario, lo cotidianamente de poco valor periodístico, lo que no daba para el celuloide o para escribir en el ordenador porque había que saber esperar su momento. Y lo auténtico y personal, era casi siempre más reconfortante e imprescindible que lo que las normas te imponían para poder disfrutar el sueldo de fin de mes.

sábado, 20 de octubre de 2007

20 de octubre. Una oportunidad desnuda... y perdida.

Un forofo de la selección de fútbol del País de Gales, tras saltar desnudo sobre el césped.

Ignoro las razones escondidas por la que el anónimo forofo de la selección de fútbol del País de Gales saltara desnudo al estadio olímpico de San Marino en el partido para la Eurocopa 2008. El gesto –tan simple como ingenuo para que los espectadores del estadio y los de Internet se fijen en su “proeza”– me parece inusual aunque reconozco que, de vez en cuando, hay quien practica esta costumbre ante las masas enfebrecidas por los goles de la victoria o de la derrota. Pero, los motivos que llevan a un espectador a desprenderse de sus ropas pueden ser curiosos y variopintos. Aunque también puede que éstos falten. En todo caso, seguro que los entendidos en publicidad ya han captado la imagen para futuras promociones publicitarias. Sea lo que sea, a mí se me ocurre un móvil por el que algunos justificarían tal actitud.

Me refiero al llamamiento de la supervicencia de la especie, en una crisis y en un caos que se ciernen amenazadores sobre nuestro mundo. El estado de deterioro y de peligro en que se encuentra el planeta se merece un toque de atención antes de que los sistemas orgánicos vitales entren en colapso total. Muchos se preguntan qué ha significado para nuestro bienestar y nuestro progreso la sofisticada tecnología, la llamada globalización, el conocido “avance de la sociedad” en estos últimos cincuenta años. En todo caso, se trata de un avance parcial, egoista y perverso para una mayoría de habitantes que pasa hambre y sed y que es testigo de la brecha que se ahonda cada vez más entre los más pobres y los más ricos. Las consecuencias ilimitadas del crecimiento y desarrollo nunca llegarán a todos. Para nosotros, la sociedad de consumo nos ciega cada vez más, pero, para los países pobres del tercer mundo y parte de este, el hambre, la guerra, la injusticia y la deshumanización no dejan de cebarse contra ellos. El equilibrio entre ambos mundos nunca se conseguirá, porque ni siquiera se persigue. Y mientras que una minoría se aprovecha de los mejores recursos de la tierra, una mayoría sufre el caos y la miseria.

Este es el móvil en el que pensaba cuando vi la imagen del forofo de la selección de fúbol cruzar el campo en pelotas. Es la clase de llamamientos que este desnudo insólito podría haber anunciado mediante una frase escrita en un cartelito que, por cierto, no vimos en el caso del que hablamos. Por eso siento la oportunidad perdida de este personaje que consiguió, con su desnudo, la atención del público por unos segundos y la mirada de las masas. Estoy seguro de que, si hubiera sido porque reivindicaba algo que valiera la pena, como esta terrible injusticia del mundo saciado y del mundo hambriento, se le hubiera mirado con ojos distintos y su desnudo hubiera valido la pena.

viernes, 19 de octubre de 2007

19 de octubre. El Dios de unos y de otros.

Representación de Dios en los dólares americanos

George W. Bush, y con él la mayoría de los norteamericanos, están convencidos de que Dios está de su parte. “Que Dios siga bendiciendo América”, dijo el presidente al terminar su discurso el mismo día en que ordenaba iniciar los bombardeos sobre Afganistán. Pero, también los talibanes creían que Dios estaba de su lado. Bin Laden así lo anunció el mismo día ante la televisión: “El Dios omnipotente ha golpeado a América”. Y ambos trataron a su contrincante como si no creyera en el verdadero y único Dios. De manera que cada uno de ellos creía estar en posesión exclusiva de su Dios, es decir de su verdad.

Ese convencimiento de ambos enemigos de que Dios está de su parte es lo único que tienen en común talibanes y americanos. Aunque la Historia nos enseña que Dios, que se deja querer e invocar por todos, por amigos y enemigos, termina siempre aliándose con los más fuertes. Y parece inclinarse más favorablemente por los que cuentan con la fuerza de las armas más destructoras y con el poder del dinero que por la simple razón y el amor. Al menos ese dios tan fácilmente manejable por los más fuertes. Aunque, en teoría, se diga o se crea que, a la larga, podría ayudar más y mejor a los segundos. ¡¿Quién sabe?!

Hay quien cree que, con su astucia y diplomacia, ese Dios se deja querer por todos y permite que los más débiles sucumban ante los más fuertes. Pero lo único cierto es que, de existir, Él nunca se permitiría languidecer con los pusilámines y su nombre prevalecería sobre perdedores natos y enemigo en ciernes. O, dicho en otras palabras, que hay tantos dioses como verdades, sin que ninguno de ellos ni de ellas, se destruya para poder sobrevivir.

Madre mía, a lo que pueden llevar unas divagaciones teocráticas... Porque ¿a dónde lleva esa “Justicia Infinita” de un Bush que no duda en su victoria? Aunque Abu Geith, portavoz de Al Qaeda, no se quedó atrás: “Esta es una batalla decisiva entre la fe y el ateísmo –se atrevió a exclamar el iluminado, que tildaba al enemigo de ateo–, y, con nuestro poder financiero y espiritual, la vamos a ganar”. Cada cual con su Dios y sus armas: Bush y los americanos, que el 11-S sufrieran una derrota sin precedentes, creen ciegamente en su Dios y en su venganza; Bin Laden y los talibanes, en el suyo y en el de millones de súbditos que confían ciegamente en su poder destructor, pese a los 80 años de humillación y desgracia. Ambos, desde la antesala del cielo o del infierno, están prestos a derribar y humillar al enemigo de enfrente, y a condenarlo para siempre. Afortunadamente, ni todos los americanos creen en ese Dios justiciero tan próximo de sus rascacielos y de sus avances tecnológicos, ni todos los musulmanes en el suyo, tan enojado con todo lo que viene de fuera y que termina por aplastar a su adversario.

Eso es lo que suele ocurrir cuando uno se pierde en el relato de los pueblos, unidos a la idea de un Dios que lucha con ellos, y cuyos enemigos son los mismos que los enemigos de Dios. Lo malo es que no somos capaces de aprender de lo que la Historia nos enseña. Y tiene que ser un presidente como el de Irán, Mohamed Jatamí, quien aclare un poco la situación, al asegurar que tanto Estados Unidos como el régimen de los talibanes hablan el mismo idioma de fuerza y arrogancia. ”Uno dice que quien no esté con Norteamérica está con los terroristas; otro cree que cualquiera que no esté de acuerdo con él es su enemigo”. Ambos confían en sus fuerzas y en su Dios para vencer al otro. Y tanto uno como otro atribuyen a Satán el mal provocado por el enemigo.

Curisamente, y sin que sirva de referente, encontramos al Dios yanqui hasta en el dinero estadounidense. En los billetes de un dólar se muestra un dibujo de la representación de Dios. Arriba, se puede leer: “Annuit Coeptis”, que significa: “Nuestra empresa es exitosa”. Y en la parte inferior: “New Wolrd Order”, es decir “Nuevo Orden Mundial”. Lo que no explica muy bien lo ocurrido en Afganistán como en Irak, en donde Bush reconoció una victoria que le ha llevado de cabeza con sus continuos fracasos y pérdida de votos. En cambio, el Dios de los talibanes insiste en que no todo está perdido, que la victoria americana aún no concluido ni está confirmada y, sobre todo, que los yanquies siguen cayendo ahora como moscas. Evidentemente el exclusivismo ético y religioso que atribuye al enemigo todos los males, no sólo no garantiza la paz social sino que es la fuente de todas las batallas y enfrentamientos materiales y morales.

jueves, 18 de octubre de 2007

18 de octubre. Lo verdadero importante.


Hace poco, me contaron una historia que comprendí fálcimente. Se trataba de un profesor que, delante de sus alumnos de la clase de filosofía, sin decir palabra, cogió un bote grande de vidrio y procedió a llenarlo con pelotas de golf. Después, preguntó a los estudiantes si el bote estaba lleno. Los estudiantes contestaron que sí.

El profesor cogió una caja llena de perdigones y los vació dentro del mismo bote. Éstos llenaron los espacios vacíos que quedaban entre las pelotas de golf. Luego, volvió a preguntar a los estudiantes si el bote estaba lleno y ellos volvieron a contestar que sí.

A continuación, el profesor cogió una caja con arena y la vació en el bote. Por supuesto que la arena llenó todos los espacios vacíos y volvió a preguntar si el bote estaba lleno. En esta ocasión, los estudiantes le respondieron con un sí unánime.

Entonces, el profesor, rápidamente, añadió dos cervezas al contenido del bote y, efectivamente, el líquido llenó todos los espacios vacíos entre la arena. Los estudiantes reían. Cuando la risa se fue apagando, el profesor les adoctrinó: "Quiero que os fijéis que este bote representa la vida. Las pelotas de golf son las cosas importantes como la familia, los hijos, la salud, los amigos, el amor, lo que realmente os apasiona. Son cosas que, aunque perdiéramos el resto, vuestras vidas aún estarían llenas.

“Los perdigones son las otras cosas que nos importan, como el trabajo, la casa, el coche... La arena es el resto de las pequeñas cosas. Si primero pusiéramos la arena en el bote, no habría espacio para los perdigones, ni para las pelotas de golf. Lo mismo sucede con la vida. Si utilizáramos todo nuestro tiempo y energía en las cosas pequeñas, no tendríamos nunca lugar para las cosas realmente importantes.

“Prestad atención a las cosas que son cruciales para vuestra felicidad. Jugad con vuestros hijos, concedeos tiempo para ir al médico, id con vuestra pareja a cenar, practicad el deporte o afición favorita. Siempre habrá tiempo para limpiar la casa, para reparar la llave del agua. Ocupaos primero de las pelotas de golf, de las cosas que realmente os importan. Estableced vuestras prioridades. El resto sólo es arena".

Uno de los estudiantes levantó la mano y le preguntó qué representaban las cervezas. El profesor sonrío y le dijo: "¡Me encanta que me hagas esta pregunta! La cerveza es para demostrar que, aunque tu vida te parezca llena, siempre hay un lugar para dos cañas con un amigo".

miércoles, 17 de octubre de 2007

17 de octubre. Honores de primera y honores de segunda.

A propósito del día de la bandera que acabamos de pasar, me hago una serie de preguntas:

- No acabo de creerme el razonamieto de los monárquicos de que una república resulta mucho más cara que una monarquía. Algunos creen y aseguran que mil veces más. Pero, incluso en el supuesto de que fuera cierto, ¿es suficiente como para rechazar un gobierno republicano antes de pedírselo al pueblo en un plebiscito? ¿Por qué algunos odian tanto este verbo (plebiscitar)?

- ¿Por qué la derecha está tan segura de que ella ni quema retratos reales, ni dispara al corazón de la figura del Rey, asegurando que esto lo hace sólo la izquierda?

- Zapatero utiliza al Rey –dice la derecha– para atacar al PP; mientras que Rajoy lo hace –dice la izquierda– para atacar al PSOE. Si creemos tanto lo que nos dicen unos como otros ¿es posible que tengamos un Rey polivante, que se deje utilizar por unos y por otros? ¿Será esta la clave de la monarquia republicana o de la república monarquizante, es decir, ni chicha ni limonada?

- ¿Puede un Rey ser mínimamente de izquierdas sin que se rompan sus esquemas mentales y, sobre todo, económicos?

- ¿Por qué en el país más patriotero del mundo, como es los EEUU, donde quemar un símbolo no es lo mismo que quemar lo que éste representa, la quema de la bandera o del retrato del Jefe del Estado no está penalizada? ¿Por qué en Francia o en el Reino Unido hay leyes –como la de la prohibición del uso del velo islámico en las escuelas públicas– que en España no existen?

- ¿Por qué, hasta el momento, no se ha presentado una reforma legal del artículo 491 del Código Penal? Proposición que está mal mirada tanto por el PP como por el PSOE.

“En España –dice Ignacio Escolar en un articulo aparecido en el cotidiano ‘Público’ del pasado 6 de octubre, titulado “Fuego amigo contra el Rey”–, arreglar el problema de la quema de símbolos reales es mucho más sencillo. La excepcional defensa del honor de la familia real no se sustenta en la Constitución sino en este artículo del Código Penal. Y no hace falta más que una mayoría simple para modificarlo, para que al menos en eso todos seamos iguales ante la ley y no haya un honor de primera para la sangre azul y un honor de segunda para el resto. Ni siquiera hay que meterse en reformas legales: de momento, al Gobierno le bastaría con pedir algo de moderación a una Fiscalía que, con su política de mano dura forzada por el interesado escándalo de la derecha, ha convertido unas protestas anecdóticas en todo un incendio republicano”. Para el director de este periódico, la derecha española no es ni monárquica ni republicana: sólo oportunista. “El rey es un simple accidente geográfico en el camino hacia La Moncloa. Un día se le maltrata y al siguiente se le utiliza como un símbolo más de esa colección – el himno, la bandera, la canción de ‘libertad sin ira’– de la que la derecha quiere apropiarse”.

lunes, 15 de octubre de 2007

16 de octubre. Disquisiciones en torno a la bandera.

Nota: un infortunado bloqueo.
La obsesión por la actualidad me ha jugado una mala pasada. En mi afán por estar al día, he tropezado con una piedra que ha noqueado mi presente. Ocurrió el sábada pasado, cuando cegado por la actualidad, apreté una tecla que no debía y mi blog quedó bloqueado hasta este momento. Me sentí defraudado por mi error y, en esos días incomunicado, presentí un alejamiento algo muy cercano a la muerte. Hasta que, afotunadamente, volvió la luz, y, tras un profundo soplido, constaté que podía seguir con mi blog. De nuevo estoy aquí con el mismo tema con el que se produjo este cortocircuito con la actualidad.
oooooOOOOOooooo

Banderas de la manifestación

En España, la bandera no parece unir, sino dividir a sus habitantes. Es la conclusión a la que uno llega después de observar detenidamente lo ocurrido en torno a la misma. Desde hace varios días, el PP sostiene una campaña en la que se presenta como el único defensor de la Monarquía, de los símbolos nacionales y de la Patria, y pide a la gente salir a la calle el 12-0, con sus banderas españolas y en supuesto acto de desagravio por la ausencia de la señera nacional en algunos ayuntamientos del País Vasco y de Catalunya así como por la quema de fotografías del Rey. Dos días antes de la llamada “Fiesta de la Hispanidad”, conocida a preferentemente por los franquistas como “la Fiesta de la Raza” y fomentada desde 1926, el PP, seguramente añorando los desfiles aquellos de la Victoria –la franquista–, lanzó la convocatoria bajo el lema “Somos España”. Y su presidente, Mariano Rajoy, publicó un vídeo-discurso del que el diario “Público” abrió una edición con su imagen y el comentario: “Se cree el Rey”.

Por su parte, el PSOE mostró su disgusto por esta “campaña partidista del PP” que considera como “un elemento de crispación añadida, teniendo en cuenta que, en los dos últimos años, se produjeron abucheos, gritos y pintadas por parte de familiares de militares ante la presencia del presidente del Gobierno”. Una campaña que el portavoz del Grupo Parlamentario Socialista denunció por “romper los principios básicos de unidad de todos los españoles como son la bandera y la Jefatura del Estado” y por considerarla “un pretexto para erosionar al Gobierno, utilizando lo más sagrado para dividir a los españoles y para confrontar con el Gobierno, que parece ser lo único que les importa”.

“Al señor Rajoy –dijo la vicepresidenta del Gobierno– le sobra radicalismo y le falta sentido del Estado. Creo que no es casual que esté bajando en las encuestas”. Fernández de la Vega no quería entrar en el juego "de quienes quieren apropiarse de los símbolos de todos al servicio de un partido y de una idea". Y destacó que los conservadores estaban sumidos en una “confusión total” porque confunden “oposición con confrontación”; a España, “con su propiedad particular”; “a los españoles, con sus militantes” y el himno y la enseña nacionales con “la sintonía y la bandera del PP”. Tachó de irresponsables a quienes así lo hacían y aseguró que "la patria, la bandera y las instituciones no están para jugar con ellas, sino para ponerlas al servico de todos los españoles”. Para ella, el PP no se daba cuenta de que sus “irresponsables” intentos de crear “zozobra y miedos sin fundamento” sobre la Monarquía y los símbolos nacionales no surtirían efecto en las urnas.

La derecha matizó que su campaña de apoyo al Rey no respondía a una estrategia calculada, sino a una preocupación de “monárquicos de pura cepa”. EL PP repitió que se equivocaban quienes le acusaban de apropiarse de los símbolos por puro interés partidista porque “los hemos defendido toda la legislatura”. Nosotros hemos mantenido siempre el mismo discurso. No es electoralismo, es coherencia” Y, en la sede del partido, no temían que se les llamasen “fachas”, pues “nos han llamado de todo, lo que ya está amortizado".

Al tiempo que se desarrolaban estas campañas, surgían protestas y manifestaciones contra el Rey. Pero la izquierda estaba convencida de que se trata de una operación contra Zapatero y no contra el Rey. “Zapatero es el objetivo a eliminar –inisitían–. Es tremenda la desgracia de este país de padecer a una derecha y a una Iglesia Católica que, si no ganan en las urnas, no les importaría lo más mínimo levantarse en armas y eliminar a los que no opinen como ellos. Nuestra Historia siempre ha sido así”. Un lector del diario “Público” aseguraba en que “los obispos piden oraciones por el Monarca como pedían oraciones por la salud de Franco en el hospital de La Paz un mes de noviembre. Los obispos lo arreglan todo rezando. La oración deja tiempo para la especulación en Gescartera. La COPE vomita su odio cada día sobre el Jefe del Estado. Su náusea remueve el vientre de media España. Sus contertulios alardean en debates en la televisión de Esperanza Aguirre y el Fiscal General del Estado no interviene. Los obispos, rezadores pero cómplices de ese vómito, no se avergüenzan de los locutores que tienen al frente de sus emisora”.

El ejecutivo intentó por unos días restar importancia a lo que suponía ocurriría el 12-O, Día de la “Fiesta Nacional”. La tesis oficial era que, en las últimas semanas se había producido un efecto amplificador y de imitación de determinadas actitudes minoritarias, como lo eran los grupos que habían participado en la quema de retratos del Rey. Pero el Gobierno aseguraba que no estaba preocupado con lo que ocurriría ese día.

La confrontación sobre estos temas entre las derechas y las izquierdas no es nueva.Ya en diciembre de 1998, cuando el PP gobernaba con el apoyo de CiU y del PNV, fueron quemadas banderas españolas en las tribunas del estadio de Montjuic durante un partido entre Catalunya y Nigeria. Casi un año después, el 12 de octubre de 1999, hubo incidentes muy graves en el barrio de Sants. Y, en 2000, se conoció un informe de Interior sobre 'kale borroka' en Catalunya que se manifestaba llevando a cabo 80 lanzamientos de cócteles molotov contra bancos. En 2005, unos 500 independentistas se enfrentaron a la Policía en el barrio barcelonés de Gracia. El año pasado, el Presidente Zaptero fue abucheado durante el desfile en el que se oyeron gritos de “Fuera, fuera” desde las tribunas de público. Este año Zapatero fue igualmente abucheado con la música de la marcha nacional de fondo, cuando, en la Tribuna con el Rey, homenajeaba a los soldados caídos y se escucharon gritos de 'Viva España' y 'Fuera Zapatero'. Sin embargo, los pitidos y silbidos fueron menores que en años anteriores.

En los días precedentes, el Rey fue duramente criticado en diversos puntos de los Países Catalanes. Pero el Rey, según Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria, quien le visitara el martes pasado, estaba “más que molesto” con la campaña antimonárquica de “un sector de la derecha o de la extrema derecha” refiriéndose a las petición del locutor de la Cope, Fedrico Jiménez Losantos, quien pidiera su abdicación en favor de su hijo. Y Joan Lladó, líder en Baleares de Esquerra Republicana de Catalunya y conseller de Interior del Gobern Balear, quien propusiera el verano pasado que los Reyes devolvieran el Palacio de Marivent a los mallorquines para darle una “utilidad más importante”, expresaba hace poco, en una carta publicada por dos semanarios mallorquines: “Y si alguien quiere encender una vela,¡batualmón! que enrolle un retrato del rey...”

El PSOE ya había acusado al PP de querer "contienda y confrontación" incluso en lo que todos estaban de acuerdo, en la bandera que es "de todos" o en el "gran papel" de la Monarquía. Zapatero, presidente del Gobierno, advertía que nadie debería apropiarse de la enseña y afirmaba que los 'populares', el 12 de octubre, querían hacer una campaña no por el Día de la Hispanidad, sino pensando en las próximas elecciones generales de marzo. Pero, subrayó, “se equivocan de tema, de país y de siglo”. El jefe del Ejecutivo también se refirió a la quema de fotos del Rey y se quejó de "cuánto salen públicamente".

Curiosamente, posteriormente al desfile militar, Mariano Rajoy, sin llegar a condenar el incidente, aseguraba que no le habían gustado los abucheos de los que había sido objeto el presidente Zapatero, en la Fiesta Nacional, "especialmente" los que se produjeron mientras tenía lugar el homenaje a los soldados fallecidos. El secretario de Organización del PSOE, José Blanco, acusó al presidente del PP de ejercer "de pirómano por la mañana y de bombero por la tarde", ya que durante las últimas semanas "ha calentado el ambiente" y después, el día de la Fiesta Nacional, se había presentado como defensor "de la nación, de la bandera y de la convivencia entre españoles". Julio Villarrubia, secretario general del PSOE en el Congreso, le acusa de practicar un "patriotismo de hojalata" que “alimenta los extremismos" y que es "caldo de cultivo de incidentes". Considera que el mensaje lanzado por él es "impropio de un líder de un partido democrático” y supone atribuirse funciones que no son suyas, sino del jefe del Estado. A su juicio, todo forma parte de una “campaña perfectamente diseñada por el PP” que puede “generar ruido y bronca, que es lo que están buscando”.

El periodista Luis del Val, en el artículo “Patria e individuo” escribre sobre este tema: “Desconfío de las gentes que hablan mucho de la patria porque la patria suele ser el último reducto de los canallas. Uno de nuestros más elegantes canallas, después de choricear varios millones de pesetas, desde su cargo en el Ministerio de Interior, decía en su defensa: ‘Con la patria, siempre, con razón o sin ella’. No hay tipo más patriota que el que le saca una buena tajada de poder o de dinero a la patria. Franco era un gran patriota, o sea, un gran canalla, y no te digo nada los patriotas de las patrias recicladas de nuevo cuño, patrias recién salidas del telar de la historia inventada, dispuestos a dar lo que sea, con tal de conservar su coche oficial, su nómina, su cargo, y su cotidiana razón de demagogia para nuevos patriotas de reemplazo”. A Del Val no le preocupa en exceso el patriotismo de los políticos. Le preocupan mucho más “si atentan o no atentan contra las libertades del individuo, hasta qué punto son intervencionistas, o istas de lo que sea, porque a Pinochet, ese tremendo golfo, se le llenaba la boca de `patria´, y Fidel Castro ama a Cuba, tanto como odia a los cubanos que no piensan como él”.

Estas son algunas de las disquisiciones surgidas en torno a una bandera bicolor. Y menos mal que sólo tiene dos colores. Que si fueran más..., uno casi preferiría no tener bandera. O tener una como el himno, con una marcha que “mola” pero que carece de letra. Aunque mucho me temo que, en cuanto se apruebe la del “comité de sabios”, a partir del 5 de noviembre próximo, ocurra lo mismo que con la bandera.

(Continuará)

jueves, 11 de octubre de 2007

11 de octubre. Al principio llovieron bombas; luego comida y medicamentos.

Víctimas del hambre, esperan comida del cielo.



Las bombas y los paquetes de comida, arrojados por los americanos, eran casi iguales y del mismo color.


Sigo recordando el inicio de la guerra de EEUU e Inglaterra contra Afganistán, que convirtió el mundo en menos seguro que antes. John Negroponte, actual director del DNI, que no es el documento Nacional de Identidad sino el Consejo de Inteligencia Nacional de los Estados Unidos, era, en ese momento, el representante de USA en la ONU, una especie de relaciones públicas ante el mundo nombrado directamente por Bush. Miembro de la Cía y embajador para dirigir la “guerra contra el terrorismo”, Negroponte había dicho: “Mi Gobierno ha obtenido información según la cual Al Qaeda, que recibe apoyo en Afganistán del Gobierno talibán, desempeñó un papel crucial en los ataques”. Casi nadie quería recordar que Negroponte había sido “procónsul” en Honduras, en los años cincuenta, y supervisor local de la campaña terrorista internacional por la que el Tribunal Internacional de Justicia y el Consejo de Seguridad habían condenado al gobierno norteamericano. Negroponte había sostenido que el Ejército de su país haría lo posible por reducir las víctimas al mínimo y dañar lo menos posible las infraestructuras civiles. Hoy, seis años más tarde, las victimas militares y civiles son incontables y las infraestucturas civiles han desaparecido.

Muy pronto, la Casa Blanca, que había comprendido que la captura o muerte de Osama Bin Laden resultaría muy difícil, había dejado de referirse a él como objetivo concreto y había advertido que el enemigo no era él, sino el terrorismo. Y, tras haber lanzado 60 misiles de crucero, cada uno de los cuales costaba un millón de dólares, el Pentágono señalaba que apenas quedaban infraestructuras militares por destruir y advertía que sus pilotos buscaban “objetivos de oportunidad”. Necesitaban volar más bajo, lo que representaba más riesgos para ellos, al estar al alcance de los misiles Stinger, proporcionados por Washington a las guerrillas afganas cuando éstas combatían a la Unión Soviética. Por otra parte, al multiplicarse las posibilidades de error, el Pentágono confirmaba que el peligro para los civiles se había multiplicado. “Cuando las líneas del frente son tan confusas como ahora –señalizaba el senador Jhon McCain, ex piloto militar y ex prisionero del Vietnam, tratando de justificar así los errores de esta guerra–, las víctimas inocentes son inevitables”.

De esta manera, los americanos han tratado de acostumbrarnos a unos errores que, con el tiempo, pasarían a ser norma general. Algo que ya había pasado en Bosnia, Irak, Vietnam… Errores que pasaban de excepcionales a generalizados y que terminaban por ser inevitables, por más que las armas empleadas aumentaran su sofisticación y estuvieran más preparadas para conseguir sus objetivos. Errores que, junto a las acostumbradas mentiras sobre el número de talibanes y de americanos muertos así como a las tácticas maquiavélicas de los paquetes-bomba, han formado parte de esta guerra y la de Irak.


En efecto, los primeros días de esta guerra, los yanquis lanzaron desde el aire treinta y siete mil paquetes de comida y medicamentos como operación diplomática, en señal de amistad con el pueblo afgano. “EEUU es amigo del pueblo afgano –declaraba Bush con un acento caritativo y compasivo que traicionaba sus intenciones–, por eso dejamos caer comida y medicinas para los afganos que están muriéndose de hambre”. Los paquetes llevaban todos una etiqueta escrita en inglés, francés y español –por si alguno de ellos hablara ese idioma–, en la que se decía que era “comida regalada por el pueblo de EEUU”. Pero el setenta por ciento de la población afgana era analfabeta y la inmensa mayoría no entendía otras lenguas que la propiamente hablada por ellos, que no era, por cierto, ninguna de las tres mencionadas. Era igual. Lo importante era que se presentaban como regalos para los afganos que habían sufrido primero la lluvia de bombas –los B-52 ”tapizaron”con bombas de racimos el norte de Afganistán, lanzando posteriormente más de un millón de paquetes de comida–. Sólo quienes pudieron librarse de las primeras pudieron hacerse con estos paquetes. No eran como las bombas, teledirigidas por láser, y, para algunos, podían resultar como una bendición del cielo. Sobre todo para las facciones armadas y los especuladores que luego los vendían en el mercado. De esta manera, para los civiles que pretendían vencer el hambre y el miedo, el lanzamiento se convertió en una generosidad americana envenenada.

Eran los mismos paquetes lanzados anteriormente a los bosnios, iraquíes, cubanos, ruandeses y haitianos. Gran cantidad de esta ayuda se perdía por rotura y dispersión. Los de Bosnia resultaron un fiasco. Pero estos serían “un éxito”, según el secretario americano de Defensa, que mostraba un cinismo que rayaba con el sarcasmo. Un “éxito” pese a que arrojar comida en este país obligaba a la población a correr riegos innecesarios. La comida cayó entre diez millones de minas sembradas por todo el territorio. Pero, para los americanos, se trataba de los paquetes que humanizaban las bombas lanzadas anteriormente. Sólo los que se habían librado de ellas podían conseguirlos, si las difíciles circunstancias se lo permitían. Claro que mucho más generoso hubiera sido no arrojarles antes bombas. “Si esta ayuda no sólo de alimentos, sino en sanidad, cultura, comunicaciones o educación, hubiera llegado antes de la guerra –dijo el escritor Saramago–, posiblemente se habría evitado el conflicto”.

miércoles, 10 de octubre de 2007

10 de octubre. El mundo está loco.


Por la mañana, las diferentes bandas invitadas recorrieron las calles populares de Seixal y Arrentela, alegrando el ambiente con sus notas. Las amas de casa escuchaban los sonidos de aquellos músicos en uniforme negro, azulado o marrón, con gorra o sin ella, que desfilaban al compás del retoque de tambores e interpretaban melodías con sus instrumentos de viento. Era agradable contemplar cómo las portuguesas más jóvenes se asomaban a las ventanas o a las puertas de los edificios, formando remolinos de apiñadas cabezas, negras y rizadas que procedían de las diferentes colonias portuguesas, y movían el esqueleto al escuchar las marchas o contoneaban sus cuerpos al ritmo de una música lanzada a los cuatro vientos.

Al mediodía, nos llevaron a comer a un restaurante multitudinario, en donde los portugueses suelen celebrar bautizos, casamientos y festejos de todo tipo. Entre los músicos de las tres nacionalidades y los organizadores, éramos más de trescientos. Comimos y bebimos y, a bote pronto, se formó una especie de sarao improvisado, voz en grito y sin más instrumentos musicales que los tenedores, cuchillos y las cucharas repicadas sobre las mesas y los vasos. Comenzaron los italianos que lanzaron varias canciones populares; siguieron los españoles, que, por no quedarse atrás, trajeron a colación otras tantas; continuaron los portugueses. De nuevo, volvieron a cantar los italianos, los españoles y portugueses. Cada uno de los grupos intentaba distinguirse con las piezas más originales, participando con gestos, gritos y cantos efusivos, y levantando los vasos de vino, con los brindis más originales.

Al final de aquel movido ágape, volvimos a España en una tarde oscura de nubarrones, amenazada por una venganza americana que ya no podía retener más a sus gringos, preparados para arrojar sus armas desde el cielo, lo suficiente lejos como para no exponerse al fuego enemigo. Nos dimos cuenta del inicio de la guerra a las seis y media de la tarde, cuando, tras varias horas de viaje, descansamos en un bar que tenía el receptor de televisión encendido.

Pantalla del televisor en el que aparecieron los incesantes bombardeos
La pantalla, teñida de un verde-moco nauseabundo y rasgada por los misiles lanzados contra Afganistán, se iluminaba con las explosiones de las bombas que anunciaban visualmente una guerra que acaba de empezar, veintinueve días después del atentado terrorista de Nueva York y Washington. Algunos de los clientes y espectadores se alegraban de que, al fin, los americanos reaccionaran con fuerza. Otros, miraban de reojo la pequeña pantalla, casi sin atreverse a creer lo que ésta mostraba.

“La guerra, una guerra larga –había anunciado un George W. Bush rebosante de orgullo pletórico, demostrando cómo los EEUU devolvían el golpe, y mostrando su cara de mentecato en la pequeña pantalla, por mucho que los técnicos maquilladores lo hubieran intentado dsimular–, ha comenzado. Hemos dado órdenes al Ejército para que empiece a atacar los campos de entrenamiento de terroristas de Al Qaeda y las instalaciones militares del régimen…”

El benefactor de las fábricas de armas americanas y defensor de la pena de muerte había, al fin, aplicado a rajatabla su justicia, participando a su manera en el fabuloso negocio de la guerra. El Presidente había ganado las elecciones gracias al apoyo de los accionistas de armamentos que ahora se frotaban las manos pensando en los beneficios que esta guerra les ofrecía.. Bush aseguraba que nadie trataría de perjudicar a la población, pero las muertos civiles “colaterales”, se repetirían cada día, aumentando cada vez más su número.

Continuamos el regreso a Madrid, mientras me imaginaba la lenta e inexorable agonía del pueblo afgano. Las bombas americanas caían sobre Afganistán sembando el país de cadáveres y aumentando el número de bajas civiles. El secretario de defensa, Donald Rumsfeld, había ordenado los bombardeos para “liberar al pueblo” y declaraba, orgulloso de su obra: “Estamos empleando armas con un grado de precisión con el que nadie ni siquiera soñó en anteriores conflictos”. Pero los daños provocados suponían un número de víctimas civiles nunca menor al de las víctimas militares. Todo ello, pese a haber asegurado que no querían que el pueblo sufriera las consecuencias de esta guerra.

En otra parada pudimos escuchar y ver el mensaje en vídeo de Bin Laden, difundido por la televisión de Qatar, Al Yazira, en el que daba su primera respuesta a los ataques británicos y norteamericanos: “Juro por Dios que América no tendrá seguridad hasta que no la haya en Palestina y hasta que todos los ejércitos occidentales ateos no se marchen de las tierras santas”. Y, sin llegar a reivindicar claramente los atentados de Nueva York, celebró que estos hubieran extendido el terror en toda América, “una humillación que es la mínima parte de la que nosotros padecemos desde hace ochenta de años”. Más que el mensaje de un loco de Alá, el suyo parecía el de un meticuloso cirujano conocedor de los puntos más álgidos de la sociedad occidental, capaz de cortar con toda precisión, con el bisturí a punto en su mano certera, por donde más dolía. Sobre todo, al señalizar el devenir de Oriente Medio.
El mundo se había vuelto loco. Los yanquies ya habían hablado con las armas y con una guerra de hecho, aunque sin declarar. Habían despreciado el valor de las palabras y de las ideas. Y habían comenzado a destruir a su enemigo con una mortífera lluvia de bombas. Llegado, al fin, a casa, me metí en la cama, intentando dormir, bajo el efecto de aquellas bombas. Pero, aquella noche, las pesadillas nublaron mi mente.

martes, 9 de octubre de 2007

9 de octubre. El Tajo muere en Lisboa

Otoño en Lisboa

Hace seis años por estas fechas, lejos de la tensión y de los preparativos de un ataque americano inminente, me encontraba en Lisboa, donde el Tajo va a morir tras haber nacido en la sierra de Albarracín y haber recorrido 1.080 kilómetros. La Banda Sinfónica de Alcobendas se había trasladado al puerto lusitano para celebrar, bajo la organización del Ayuntamiento comunista de Seixal, el XII Festival Internacional de Bandas Filarmónicas. Allí descubrí cómo la cultura, promovida por esta clase de acontecimientos musicales, no estaba reñida con el el bajo nivel de vida y la alta presencia de gitanos y de vecinos de raza negra, provenientes de las antiguas colonias (Cabo Verde, Guinea, Mozanbique).

Nos alojamos en el Albergue Juvenil Almada, desde donde disfrutamos de una espléndida vista de Lisboa y de su puerto de mar. Todo sonaba aparentemente a melodiosa paz y a concordia en esta tierra en la que Fernando Pessoa, el mayor poeta portugués, escribiera su “Oda marina”. Aunque algunos lamentaban la comida, realmente deplorable, que nos dieron en el albergue.

A lo largo de dos días, intervino una banda portuguesas (de Arrantela), otra italiana (de Châtillon) y la nuestra. Faltaba la de Pozoblanco que, debido a la muerte accidental de uno de sus componentes, acaecida el mismo día en que debía partir (se había quedado rezagado en Madrid por asuntos de trabajo), debió renunciar, en último momento.

En los diferentes actos en los que participamos –dos conciertos y un desfile– hubo palabras de agradecimiento de las autoridades, ofrecimientos de obsequios para representantes y participantes, así como promesas futuras de intercambios en las sedes respectivas, mientras éramos testigos directos de esa rabia americana a punto de explotar sobre Afganistán. Sin embargo, por dos días consecutivos no quise enterarme de lo que ocurría más allá de lo que alcanzaban mis ojos, y disfruté exclusivamente del paisaje lisboetano frente al Atlántico y de las bandas filarmónicas que amenizaron las veladas.

lunes, 8 de octubre de 2007

8 de octubre. SOS (..._ _ _...) a los cuatro vientos.


Soy como un marinero sin barco en el que navegar, un periodista sin medio donde publicar sus impresiones, un locutor sin micrófono donde hablar de sus alegrías y de sus cuitas, un músico sin auditorio que le escuche, un explorador sin tierra donde pisar y caminar, un cosmonauta sin cosmos donde perderse... Aún así, estoy dipuesto a navegar, escribir, hablar, musicar, volar en el espacio, y a continuar mi camino solitario...

Tengo la fe y la esperanza de que mis ideas, lanzadas a los cuatro vientos, no quedarán marchitas, mientras tenga aliciente y fuerzas para seguir haciéndolo sin un barco apropiado, sin periódicos ni medios materiales, sin ondas que extiendan mi voz, sin aplausos ni oídos que me alienten, sin tierra donde posar y descansar.

Lo peor, hoy en día, en una ruta sin rumbo, es tener el calzado apropiado pero sin pies que lo dominen, o permanecer en silencio, sin reacción alguna. Ese maldito silencio que aniquila toda respuesta y que provoca el aumento del número de los definivamente vencidos.

viernes, 5 de octubre de 2007

5 de octubre. El Rey, entre la derecha que le ataca y la izquierda oficial, que le defiende.

Los reyes, recibidos en Oviedo entre aplausos de apoyo y gritos a favor de la República.

Durante este último verano, las críticas a la monarquía han sido especialmente virulentas. Y sin embargo, los Reyes, medio acostumbrados a ellas, han seguido imperturbablemente sus vacaciones, mostrando únicamente su preocupación con el nombramiento de un nuevo cargo: el interventor de la Casa Real. Sólo cuando los ataques han surgido de la propia derecha y de la Iglesia, el Rey Juan Carlos se ha mostrado un tanto nervioso –¿o ha sido simple coincidencia?– y ha pronunciado un discurso en el que ha tratado de justificar la Corona en estos treinta y dos años de democracia. No se sabe exactamente qué le ha alarmado más: o las manifestaciones de los independentistas catalanes, las acusaciones de Jiménez Losantos, las críticas del senador Anasagasti o las crecientes críticas republicanas del diario “Público” que soliviantan los ánimos, pero el hecho es que, por primera vez, el Rey ha decidido justificar con la Corona el largo periodo que lleva la democracia funcionando.

Pero, llegados los últimos días de septiembre, hete aquí que Federico Jiménez-Losantos, lanza desde la Cope duros ataques contra Juan Carlos, pidiendo la abdicación del Rey en favor de su hijo, el Príncipe Felipe para mantener la Insititucion “con vigor renovado”. Y Luis Herrerno, eurodiputado del PP y contertulio de la la misma cadana de emisoras, en un libro que acaba de publicar, habla de “los líos de faldas del Rey” y de una carta del Monarca al Sha para pedirle un crédito de 20.000 millones de pesetas para frenar al PSOE. Herrero asegura que ya en su día, el ex presidente, Adolfo Suárez, se había planteado pedir la abdicación del Rey por supuestos escandalos económicos.

Periódicos tan de derechas como el ABC denuncian la “pinza radical contra el Rey” formada por los ataques de la Cope y las protestas de los republicanos catalanes. El dirigente del PP catalán, Daniel Sirera, pese a creer que “el sistema monárquico es el mejor”, declara en la Cadena Ser que “si los españoles decidiéramos si deberíamos tener una república, no me parecería mal” y se muestra partidario de acatar un posible cambio de régimen. Y monseñor Antonio Cañizares llega a pedir que se rece por el Rey “que tan mal está siendo tratado y tantos injurias está recibiendo en estos días”. Cañizares, que es vicepresidente de la Conferencia Episcopal, realiza una cerrada defensa del papel de la Corona y critica actos como el de la quema de imágenes del Rey, pero quiere ignorar que en la Cope, la cadena que cuenta con la bendición y las acciones de la Iglesia católica, es en donde más fuertemente se ha atacado al Rey.

Ricardo Blázquez, el presidente de la Conferencia Espiscopal, expresa su apoyo a la monarquia y “lamenta” que “en la sociedad, aparezca este tipo de cuestiones”. Blázquez reconoce que la Cope carga contra el Rey, pero tampoco hace nada para impedirlo. Y, mientras tanto, “El Jueves” sigue jugando con fuego en sus portadas. Tras haber presentado a los Príncipes concibiendo a su hijo/a y dispuestos a cobrar los 2.500 euros prometidos por Zapatero, la revista humorística coloca, a principios de octubre, la portada un rey literalmente quemado que se lamenta con un “Ya vale. ¿No?”. Un rey enojado que se pregunta: “¿Dónde está el respeto?”. El reportaje interior lleva por título: “Por el humo se sabe dónde está el fuego (reacciones al super tema del momento)”. Un rey que, horas después de aparecer en esta revista, era al mismo tiempo recibido en Oviedo con banderas tricolores y gritos de “España, mañana, será republicana”. Un rey que reivindica su papel frente a los ataque de ultras y extremistas. “La monarquía que sustenta nuestra Constitución –recuerda y justifica el monarca– ha prologado el más largo periodo de estabilidad y prosperidad en democracia, vividos en España”. El monarca reacciona de esta manera tanto frente a los continuos ataques de la extrema derecha como a los de Esquerra Republicana de Catalunya, metiéndolos en el mismo saco.

También Jordi Pujol, interviene en el debate sobre la monarquía. En un artículo publicado hace unos días, el ex presidente de la Generalitat afirma que la quema de fotos del rey muestra que “el sistema político que ha funcionado durante los últimos treinta años empieza a no funcionar (...) un sistema que precisamente tiene el rey como vértice”, y añade que “es necesario que seamos bien conscientes de que lo que se tambalea es todo el sistema”. Pujol habla igualmente del estado de ánimo de la sociedad catalana, de las críticas veladas al discurso optimista del PSC y de los dardos punzantes contra PP y PSOE por no haber movido un dedo contra las campañas sectarias anticatalanas. Para él, la tibia respuesta de la opinión pública y el mundo político catalán a las protestas antimonárquicas se debe a que “la indiferencia o desilusión respecto al sistema afecta a todos sus componentes”.

Y, frente a estos hechos, ciertos hechos hacen pensar en una campaña orquestada en defensa de la Corona. La Familia Real trata de rebajar el eco del debate, trabajando a su manera para reivindicar la institución a la que representa y multiplicando sus apariciones en varios actos públicos. Durante el mes de septiembre, el Rey Juan Carlos asistió a 19 de ellos, según la agenda oficial de actividades facilitada por la Casa Real. Y, en sólo 24 horas, participó en una audiencia con niños ganadores del concurso “Qué es el Rey para ti”, recibió al Presidente del Gobierno de Canarias y clausuró las Conferencia anuales del Club Roma, rodeado de políticos y gentes del mundo de la empresa. La presencia de los principes de Asturias se hace igualmente visible. El Príncipe Felipe está presente en 23 actos oficiales y Leticia Ortiz, en 19 eventos y recibirá, dentro de tres semanas, un homenaje como Hija Predilecta de su ciudad natal, la misma en donde el Rey respondiera a los ataques a la Corona con un discurso en el que reivindicara el papel de la Monarquía.

La supuesta campaña monárquinca coincide con la petición del fiscal: 15 meses de cárcel para los independistas catalanes, Jaume Roura y Enric Stern, que, el pasado 13 de septiembre, quemaron en Gerona las fotos del Rey. Y con la propuesta de “L’Entesa Catalana” en el Senado: que el presidente de Gobierno sustituya al rey como capitán general de las Fuerzas Armadas. Fiscalía pide una multa de 3.600 euros por “injurias a la Corona” a cada uno de los humoristas de “El Jueves” por la portada de la caricatura de los Príncipes. Y, por si queda alguna duda de esta supuesta campaña de defensa a ultranza de la Corona, el presidente del Tribunal Supremo, Francisco José Hernando, declara en una entrevista que “quien "ataca al Rey como símbolo que es de esa transición modélica que están copiando y que pretenden llevar a cabo muchos países que están en tránsito de los sistemas dictatoriales a regímenes liberales, está atacando a la Transición española”. Y sin embargo, ninguna actuación judicial se registra por los actos protagonizados por la cadena Cope.

Como colofón a esta contrastada opiniones, desde hace varios días, cualquier puede encontrarse en su blog el anuncio de la concentración ciudadana para hoy, viernes, a las 21,30 en la Plaza del Rey de Madrid. El texto de la convocatoria denuncia que "de unos meses a esta parte estamos siendo testigos de una cruzada contra cualquier expresión crítica hacia la monarquía... Estos episodios evidencian que la libertad de expresión se está viendo amenazada, persiguiendo y cercenando toda posibilidad de cuestionamiento de la monarquía”. Una manifestación que recogerá los dos elementos simbólicos de ambos episodios: el fuego y el sentido del humor. "Expulsemos a la monarquía de nuestra vida cotidiana –dice el texto que me ha llegado–. Quememos sus distintas expresiones y hagámoslo con sentido del humor. Para ello, hemos decidido quedar para hacer una quema colectiva de los reyes de la baraja española (oros, copas, espadas o bastos), incluso hay quien está planteando quemar a los reyes magos, a Aragorn y su retorno del Rey, a Pelé o al mismo Elvis… Vamos –expone el correo electrónica de la convocatoria–, que os invitamos a hacer un ejercicio de imaginación y a escapar de las imágenes a las que los telediarios nos tienen acostumbrados".

Recordamos, en fin, unas palabras de Darío Fo sobre el monarca. “El Rey –ha dicho este Premio Nóbel de Literatura que visitó Gerona– debería estar contento. Al menos se burlan de él, tiene protagonismo, lo que es importante para la gente. No se puede hacer sátira de alguien sin personalidad”.

miércoles, 3 de octubre de 2007

3 de octubre. El Presidente Bush está enojado, molesto y aislado.

George W. Bush, hace cola en el comedor de la base militar de Quantico (foto Reuters) . Imagen que refleja su aislamiento

El Presidente Bush está enojado, molesto y aislado de todos. Tres semanas después del atentado de las Torres Gemelas, su Gobierno seguraba haber presentado a los aliados de la OTAN pruebas “claras y convincentes” de que Osama Bin Laden y su organización, Al Qaeda, eran los responsables de los atentados terroristas cometidos el 11 de septiembre del 2001, en Nueva York. Afganistán había humillado al coloso americano, y, sin apenas fuerzas para resistir, sería literalmente aplastado por las bombas yanquies. Bush estaba dispuesto a borrar del mapa el Estado talibán y a cuantos no estuvieran con su América. Pero necesitaba, sobre todo, convertir a Bin Laden en el enemigo a derrotar. De ahí el que se hubiera conformado con algunos indicios y evidencias incluso antes de tener todas las pruebas que confirmaran la identificación del enemigo. El mito seguiría siendo útil para los propósitos de los americanos que necesitan demostrar que ellos eran los más fuertes.

El Juez Garzón señaló en un artículo aparecido en la prensa que, en este asunto, se predicaba la legalidad y a la vez se prescindía de la misma, aduciendo la necesidad y la urgencia para acabar con el peligro que la organización terrorista representaba. “Igualmente –decía este juez–, se exige la aceptación sin condiciones de que ‘existen’ pruebas que, curiosamente, están siendo analizadas por los políticos y no por los jueces y, con base a ello, se sentencia a los ‘culpables’ y a los que no lo son”. Para el magistrado de la Audiencia Nacional no debía ser la prepotencia y la cólera las que primasen aquí y ahora, sino “la humildad y la necesidad de una coordinación y cooperación efectivas en todos los ámbitos, y especialmente en el político, policial y judicial, para combatir y hacer frente a uno de los retos más graves del nuevo siglo”.

Pero, al Gobierno español del PP, al que USA le había leído el informe sin dejarle las pruebas por escrito, le bastaban y sobraban las palabras de acusación del tío Sam para postrarse de hinojos ante él y poner a disposición de los aliados “los medios necesarios para la acción internacional concertada contra el terrorismo”. Aunque, de momento, el Gobierno del PP sólo expresó su solidaridad. Y EEUU anunció que no precisaba, por el momento, de la asistencia militar de la Alianza Atlántica, integrada por diecinueve países miembros.

También el ex primer ministro británico, Tony Blair, diría en un discurso vibrante que el objetivo era perseguir a Bin Laden así como al régimen talibán. Había que “eliminar su armamento pesado, interrumpir sus fuentes de abastecimiento, cortar sus finanzas y atacar sus tropas no civiles”. Yo ignoraba que las tropas pudieran también ser civiles, pero eso fue lo que dijo Blair literalmente, asegurando que no había negociación posible. Y recalcó que el Estado de Israel debía ser reconocido por todos pero que había que hacer justicia a los palestinos, darles la oportunidad de prosperar en su propia tierra, como socios iguales de Israel en el futuro. Claro que una cosa eran las bellas palabras y otra, muy distinta, la dura realidad.

El embajador talibán en Pakistán, Abdul Salam Zaif, pidió “negociaciones sobre las exigencias norteamericanas” y condenó el terrorismo, pero se negó a entregar a Bin Laden sin pruebas. La Casa Blanca aseguraba tenerlas, pero estaba decidido a no hacerlas públicas, alegando motivos de seguridad, protección de información sensible y clasificada. Los yanquies manifestaron su deseo de mantener en secreto las fuentes de espionaje, lo que no les impedía dar toda clase de datos sobre Osama Bin Laden y acusarle de todo el montaje de los atentados contra los americanos. La intención de Bush, sacada de su manga, de entrevistarse personalmente con Yasir Arafat, acción entorpecida por los atentados del 11 de septiembre, formaron parte de la diplomacia desplegada por los yanquies. Una diplomacia que intentó, de esta manera, ponerse en el bolsillo a los países árabes más reacios. Todo ello, unido a la insistencia de que USA no estaba en contra del islam, sino de los terroristas, comenzó a dar los primeros resultados, deseados especialmente por ellos.

Son pistas para comprender los acontecimientos de estos últimos siete años. Los últimos, en torno a Irak, ponen a Bush entre la espada y la pared. Hoy Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal –Banco Central de EEUU–, un lúcido conservador, le acusa en sus memorias publicadas de haber invadido Irak para controlar el petróleo y no duda en criticar a la Casa Blanca y al Partido Republicano por su política fiscal irresponsable que ha provocado el aumento desmesurado del gasto público.

Y la larga lista de colaboradores de Bush que han abandonado al President se hace interminable. Los más fieles colaboradores se han apartado de él: Collin Powell, en la Secretaría de Estado; Andrew Card, jefe del Gabinete presidencial; Donald Rusfeld y Paul Wolfowitz, secretario y ex subsecretario de Defensa (el primero de ellos tuvo la desfachatez de reconocer su responsablidad en los caos de tortura en la cárcel de Abu Ghraib, el segundo, ordemnó importantes incrementos salariales a su novia); John Bolton, embajador ante Naciones Unidas; Karl Rove, su principal asesor político, y Alberto Gonzales, fiscal general de los Estados Unidos. A parte de dos de sus más fieles amigos, Tony Blair y José María Aznar, que ya no pintan nada en sus gobiernos repectivos. Y para colmo de sus desdichas, Irak se propone expulsar Blackwater, la principal compañía de seguridad privada de los EEUU que ha empleado la fuerza contra civiles en numerosas ocasiones, por presunta malversación en la muerte de ocho civiles. Se trata de la “guardia pretoriana” de Bush que ejecuta su “guerra global contra el terrorismo”, con su propia base militar y una flota de 20 aviones y 20.000 trabajadores que cuenta con la amistad personal del vicepresidente, Dick Cheny, y del ex secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.

Así que no me extraña esa fotografía del Presidente Bush, con esa cara paparruchada de salvador de patrias, seguido muy de cerca por su sombra derrotada.