miércoles, 5 de diciembre de 2007

5 de diciembre. El cornetín de Chapí.


A veces las humillaciones sufridas por acontecimientos que, en su momento, nos parecieron importantes, superan la habitual forma de comportarse y hacen que uno reaccione como un chiquillo. Sucedió hace unos años, cuando tocaba en una banda cuyo nombre prefiero no acordarme, en la que, cada vez que ensayábamos, algunos de los trompetistas protagonizábamos una lucha por superarnos que llegaba a extremos ridículos e infantiles.

Recuerdo que, en una ocasión, el director me sugirió que hiciera el papel de solista de “El cornetín de Chapí”, una pieza algo difícil para mí en aquellos momento, lo que, lejos de agobiarme, me encorajó. Varios días estuve ensayando por mi cuenta hasta que, llegado el momento de un ensayo, el director pidió a una compañera, igualmente trompetista, que iniciara su papel. ¿Qué papel?, me pregunté yo, desilusionado por no poder lucirme. ¿Acaso hay dos solistas en esa pieza? Se trataba de P., una bella e inteligente muchacha de pelo rubio, de reconocida soltura y habilidad que, igualmente, y sin yo saberlo, había sido elegida por el director para que hiciera ella de solista. A bote pronto, me sentí algo confuso. Pensé que esa decisión se debía a un posible olvido. Sin duda se dio cuenta del efecto producido en mí porque enseguida me preguntó si la tenía preparada. Le contesté afirmativamente. Entonces se apresuró a explicarme que también yo la iba a tocar, y C., otra trompetista, pero las semanas siguientes. Luego, al final, decidiría cuál de los tres se hacía con ese papel de solista.

Debo reconocer que a P. la pieza le salió bastante bien, pero para mí esa no era la cuestión, sino el hecho de que el director decidiera abrir esas oposiciones para interpretarla, sin prevenirme de que había dicho lo mismo a las otras trompetistas. No es que fuera especialmente difícil, pero llevaba notas muy altas y una ejecución que se me antojaba endiabladamente rápida. Pero estaba convencido de que, con una buena preparación, podía interpretarla sin grandes dificultades. Sólo que, en cuestiones trompetísticas, ya se sabe, no todo depende de la voluntad propia. Tienes un buen momento y eres capaz de interpretar las cosas más difíciles. Pero, un día cualquiera te puede llegar una mala racha y el instrumento, que crees dominar a tu antojo, se te escapa de los labios y, en un plis, te hace un corte de mangas y te deja en ridículo.

A la semana siguiente, para salir del atolladero creado sólo por él, el director me pidió si estaba preparado y me obligó a retar a la joven trompetista. Aún sabiendo que yo no dominaba por completo la obra de Chapí, ni siquiera al ochenta o al sesenta por ciento, pero con la seguridad de que, en mis ensayos particulares, sin nervios y en un estado de tranquilidad absoluta, la controlaba a medias, acepté el reto y comencé a tocar. Alcancé las notas altas –eran tres tresillos de semicorchea de “las” por encima del pentagrama y una negra ligada a una semicorchea– que interpreté sin ninguna dificultad. Pero, al llegar el momento de demostrar mi habilidad en las notas rápidas, me dejé dominar por los nervios y me equivoqué varias veces. Total, que, sin esperar a que llegara hasta el final, el director se me acercó y, con la excusa de dar unos papeles a alguien, me dijo bajito, supongo que para no avergonzarme, que creía que era mejor que la interpretara P., pero que, en el próximo concierto, yo haría de solista. Una manera hábil de decirme que no estaba aún preparado pero que no me hundiera, porque, si seguía esforzándome, algún día lo llegaría a estar.

Más que esta decisión, que consideré justa, puesto que mi compañera había conseguido interpretar la pieza en el primer intento, lo que más me humilló fue mi decepción y fracaso ante el reto obligado por mi director, así como mi ingenuidad y presunta confianza de que podría hacerlo mejor que ella. Así que tuve que afrontar mi fracaso que, racionalmente, no me cegó, ni me cerró en banda, ni me privó de alegrarme por mi compañera trompetista –de hecho, la felicité por su intervención y elección–. Pero me dejó un mal sabor de boca y la decisión firme de no fiarme más de la boquilla ni del sonido de este instrumento que a veces, en lo que llevo liado con él, me sorprende con secretas traiciones. O con ella, porque su nombre es también femenino. Así que, al terminar el ensayo, me pregunté por qué diablos este instrumento se entiende mejor con su mismo sexo y por qué siempre me sorprende con jugarretas en los momentos más inesperados. Sin encontrar una respuesta oportuna, me dirigí a casa con una mano sujeta al estuche de mi instrumento, la otra a las partituras y con el rabo entre las piernas, saboreando mi terrible humillación e intentando dejar la lección por aprendida.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Probablemente P, sólo consiguió la representación mecanicista de la pieza en su integridad. -Para algunos directores eso es suficiente. Les garantiza el cumplimiento formal del programa sin sobresaltos.- Probablemente tú, hasta la negra ligada a la corchea tras los tresillos, interpretaste la voluntad creadora de Chapí. Un poco más de tiempo, y el resto de las notas rápidas hubieran salido por si mismas como una revelación. Personalmente prefiero esta opción aunque ya se sabe "puede pasar cualquier cosa." Para eso estamos.
saludos chiflos.

Anónimo dijo...

No, no Chiflos, no me des coba. Te aseguro que a P. le salió mucho mejor que a mí. Su interpretación nada tuvo que ver con lo que afirmas, al contrario de la mía, un verdadero churro. Lo reconozco y por eso la felicité. Insisto, esa no era la cuestión, porque el director lo sabía antes de someterme a esta prueba que me humilló en lo más profundo de mi orgullo herido. La cuestión es por qué eligió esa fórmula cuando, por adelantado, ya sabía el resultado de la misma. Pero dejémoslo. Es agua pasada que no mueve molinos... Sólo recuerdos y experiencias que te enseñan a andar y a levantarte cuando caes por esos caminos de la enseñanza músical.

Santiago Miró

Anónimo dijo...

Lo que me hace gracia es la libertad con la que dices que dominabas esa obra, no mientas porque no dabas tres notas seguidas con la trompeta y P (como tu la llamas) sin ningún alarde te daba sopas con onda y C aun mas que sopas con ondas, machote, incluso R y si me apuras M en su día también tocaba el triple que tu incluso no se si te acordaras de B ella también tocaba mas que tu.

Tampoco me gusta el tono victimista con el que escribes “la banda de cuyo nombre no quiero acordarme”, ya lo hago yo majete, es la banda de Algete una banda de pueblo normal y corriente con sus pros y contras que nunca se metió contigo pero en cambio si aguantó tu “sonido” (exacto entrecomillado ya que no se como denominar a eso que hacías con la trompeta) cada ensayo y cada concierto y también aguantó tus manías raras como no asistir a actos religiosos y taurinos, si formas parte de una banda de música (aunque no te quieras acordar de su nombre) apechugas con el colectivo igual que el grupo lo hace contigo.

Bueno a lo que iba, yo estaba ese día en ese ensayo (y los anteriores y los posteriores) y no merecías hacer ese solo, ni siquiera creo que lo tuvieras dominado al 60% como dices y además creo que el director obró de manera honrada contigo primero dándote la oportunidad de hacer el solo y luego diciéndote “en privado” que no lo ibas a interpretar (otro director anterior te hubiera humillado delante de todos y hubieras sido el hazmerreír de la agrupación).

Así que no hagas de seudo periodista y te creas que por tener un blog (seudo intelectual con opiniones muy discutibles) puedes mentir al personal diciendo mentiras y medio verdades machote.

Aquí he relatado como fueron los hechos. Bueno y otra cosa que apuntar ya que estamos, es que saliste de esa agrupación, después de estar muchos años, sin ni siquiera despedirte de tus compañeros, avisaste a la junta y saliste corriendo como bien decías con el estuche en una mano, las partituras en otra y el rabo ya sabes donde.

Anónimo dijo...

Sólo una observación al último comentario de un anónimo que respeto, aunque no esté de acuerdo con lo expresado en este tema.
El anónimo me acusa de ser un "seudo intelectual" y de creerme que, por tener un blog "seudo intelectual con opiniones muy discutibles", pueda "mentir al personal, diciendo mentiras y medio verdades".
Siempre he estado dispuesto a aceptar mis errores cuando compruebo que me he equivocado. De lo contrario, mantengo lo dicho, dando la cara y sin esconderme. Porque lo que no soporto son precisamente las mentiras y las medio verdades.
Santiago Miró