sábado, 2 de agosto de 2008

Fin de semana. Música, imágenes, dibujos y palabras.

Árabes y judíos unidos por la música, un arte capaz de fusionar los sentimientos más encontrados y las personas más diferentes. La Joven Orquesta Árabe-Judía actuó el martes pasado en la Plaza de Oriente de Madrid; el miércoles, en El Alcázar de Segovia, el jueves, en Santiago de Compostela, en el “Festival Dos Abrazos”; el sábado, en Serranillos de la Sierra y este domingo actúa en Santander. Meir Wiesel, fundador de la misma, tuvo la idea, en 2002, de montar un grupo formado por chicos y chicas jóvenes de entre 15 y 25 años que viven en Israel, con el fin de promover la amistad y la compresión entre culturas tan antagónicas como la árabe y la judía. La mitad de sus componentes son judíos y la otra mitad, árabes. El grupo surgió, dejando al margen los conflictos que los distancian y utilizando la música como remanso de paz. “Desde hace seis años –dice Wisam Gibran, el director de la orquesta, oriundo de Nazaret–, hemos logrado tocar en todas las regiones de Israel, y hemos logrado un objetivo casi mágico: demostrar que estas dos culturas, que normalmente viven en conflicto, pueden llegar a armonizar sin palabras, sólo por el sonido de la música. A través de ella, el diálogo es posible”. “Esta orquesta –asegura Diego de Ojeda, director general de Casa Sefarad, con sede en Madrid, que patrocina la gira en España– tiene la virtud de acercar a la opinión pública española una expresión y una cara de Israel que generalmente no nos llega, porque los medios de comunicación se centran en el conflicto”.

Visam Gibran, director de la Joven Orquesta Árabe-Judía.


Sombras chinescas. La luna tapa al sol en el eclipse solar que se pudo apreciar y oscureció los cielos del Ártico, China y Siberia. El espectáculo comenzó en Canadá, pasó cerca del Polo Norte y llegó hasta las regiones árticas Rusia Central y Mongolia. Alcanzó su momento álgido alas 12 horas, 44 minutos y finalizó en el centro de china sobre las 13 horas, veintiún minutos. La fotografía está tomada desde el fuerte Jiayuguan en la Gran Muralla China. (Foto de David Gray/Reuters)


Trepando desnudos la cima. Un hombre y una mujer trepan, gatean y reptan desnudos por la roca, como lagartijas al sol. Más que hacerlo concienzudamente, se prestan con sus posturas a ser captados para la colección de fotografías que luego lucirán en el calendario. Al parecer, son imágenes recopiladas desde hace diez años que pretende unir al máximo la escalada y la naturaleza. Los músculos del atleta se confunden con la rugosidad del la roca. El escarpado camaleónico resulta espectacular. (Fotografías de Dean Fidelman).





Esto no es África; es Ibiza. En esa isla tan pequeña llena de contrastes, en la que, en menos de una hora, se puede cruzar de un extremo al otro, la Asociación de Vecinos de Sa Penya acusa a la alcaldesa, Lurdes Costa, de no actuar ante las condiciones que soportan los vecinos del barrio. Los miembros de este colectivo denuncian las continuas prácticas ilegales que llevan a cabo muchos vecinos: basura, escombros, droga, marginación, inseguridad ciudadana, infraviviendas, locales que burlan las ordenanzas, peleas ilegales de gallos y perros... La Asociación también critica el que algunos residentes se enganchen a la corriente eléctrica de la calle y rompan las bocas de agua del servicio de limpieza. (Fotos de Vicent Marí)





Pep Roig, empeñado en encontrar una sede para su Museo del Humor, del que hablaremos próximamente, nos muestra en dos trazos cómo todos nadamos en el mismo charco, seguido de cuatro dibujos sobre medusas. El “charco” está tomado cada verano por las medusas de siempre, incoloras, cenlentéreos que abundan en el mar que rodea las islas, donde los turistas y nativos suelen ir a refrescarse. Sus cuerpos presentan una cavidad única gastrovascular, que comunica con el exterior por un orificio que es, al la vez, boca y ano, imitada por no pocos negociantes y políticos de estos tiempos, en un intento de ahorrarse el largo y embarazoso proceso digestivo.





Un Cristo muy especial y comercial.
Hay profesiones para todos los gustos, y parece que César Sarachu, actor de cine y teatro que vive en la capital sueca, en donde es muy conocido y uno de los mejores cotizados, y en Madrid –conocido en televisión por Bernardo Marín en su entrañable papel de contable, gracias al programa “Camera Café”, líder absoluto en su franja de emisión y distinguida por numerosos e importantes galardones–, es un artista como la copa de un pino. Pero, hace unos años, Bernardo ofrecía su papel de Jesucristo en procesiones y fiestas patronales, representándolo en cualquier pueblo. Decía que se sabía el papel al dedillo, manteniendo, en todo momento “un tono entre el sello real y orante muy apropiado para la obra y sus circunstancias socio-culturales”. El precio mínimo por una representación era de 20.000 pesetas, aparte de otros suplementos que el vídeo detalla. Pero, eso sí, con las condiciones por escrito y bien firmadas. Y advertía que, por 2000 duritos más, hacía de disyóquey en la discoteca. Así lo ofrecía en una publicidad montada para atraer a los clientes.

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