jueves, 15 de enero de 2009

El presidente Sarkozy y las mujeres.

Marie-Eve Malouines.
Françoise Fressoz.

Nicolás Zarkozy, uno de los presidentes franceses más mediádicos.
Hace unos días, dos periodistas francesas muy conocidas, Françoise Fressoz y Marie-Eve Malouines, osaron rechazar la condecoración de “Caballeras de la Orden de la Legión de Honor”, máxima distinción del país, que Nicolas Sarkozy estaba dispuesto a concederles. Para el actual presidente de la República francesa, el rechazo debió sentirle mucho peor que una bofetada en pleno rostro. Y más, procediendo de dos féminas. Para el Gran Maestre, siempre tan apuesto y gentil con las damas, el gesto de Fressoz, jefa de la sección política en Francia-Europa del diario vespertino “Le Monde”, y el de Malouines, jefa del servicio político de la influyente radio pública France-Info, la afrenta debió ser mayúscula. Sobre todo, cuando toda la casta periodística gala siempre había aceptado este honorífico premio.

Desde 1958, decenas de periodistas habían sido nombrados miembros de La Legión de Honor sin que ninguno lo rechazara. No en vano se trata de una orden mayor de la Republica, fundada por Napoleón hace más de 200 años. Pero Fressoz, hija de uno de los directores del semanario satírico “le Canard Echainê”, afirmaba: “No veo nada en mi carrera profesional hasta la fecha que justifique la recepción de tal distinción. Creo que para poder funcionar libremente en el papel, un periodista político debe permanecer fuera del sistema de honores”. Por su parte, Malouines señalaba: “Yo también creo que no hay nada en mi carrera profesional que justifique el honor y, por tanto, me siento obligada a rechazarlo”. Ambas periodistas políticas habían sido “recomendadas por pertenecer a la asociación de la prensa parlamentaria” y se insistía en “la independencia” de tal recomendación, que contaba con ciertas personalidades en las que figuraban “antiguos parlamentarios de izquierdas”. La renuncia de estas profesionales podría indicar la postura de la prensa escrita ante las medidas intervencionistas de Sarkozy. Y hacía pensar en cómo castigaría el presidente este rechazo.

Fuera lo que fuese, no se trataba del primer caso de ciudadanas francesas que rechazan el “honor” de ser condecoradas y saludadas por el presidente de la República. Cecilia Seigner, biznieta de Albeniz, ya se había separado de Nicolás Sarkozy cuando, movida por sus súplicas y promesas, se reconcilió con él y, tras la victoria electoral, aceptó ser utilizada como diplomática para obtener del coronel Gadaffi la liberación de las enfermeras búlgaras. Pero su caso no duró mucho tiempo, procediendo finalmente a un divorcio-exprés. En tres libros publicados, la ex primera dama llega a la misma conclusión: que la ruptura no puede relacionarse con la aparición de una tercera persona. A Cecilia le ahogaba el Elíseo. Le coartaba la libertad. Le impedía ser madre, mujer y persona. Y sostenía que el jefe del Estado era un egoista y un avaro. "Tiene un lado ridículo. No trabaja como el presidente de la República. Tiene un problema de comportamiento. Y es un hombre agitado, desprovisto de dignidad e incapaz de amar”. En una de estas biografías, se recogen unas declaraciones que hizo Sarkozy antes de rematar su idilio con Carla Bruni. “Si ella [Cecilia] quiere volver, que se dé prisa. Es larga la lista de las personas que querrían ocupar su lugar. Puedo permitirme la mujer que quiera”.

Cecilia nunca llegó a vivir en el Elíseo. Su alergia al palacio y las renuncias a lo que exigía convertirla en primera dama demoraron la mudanza. Nada que ver con la celeridad de Carla Bruni, quien se hizo habilitar un estudio de música insonorizado para componer y tocar música a su antojo. Sin embargo, Nicolás Sarkozy estaba orgulloso y henchido de felicidad, aunque el irreverente semanario “Le Canard Echainé” se hizo eco del desconcierto que cundió entre el jefe del Gobierno y los ministros del gabinete. “Cuando hablas al presidente –habría declarado François Fillon en la intimidad–, no te escucha. Ha cambiado sus prioridades y su agenda. No sé hasta cuándo va a seguir esta situación”. Curiosamente, ninguna de las dos mujeres que convivieron con él le había votado. Cecilia se abstuvo y Bruni prefirió la candidata socialista.

Para Edwy Plenel, ex director de la redacción de “Le Monde”, el problema era que Sarkozy lo quería todo. “Quiere mediatizar su vida privada, utilizarla políticamente y controlarla. Y cuando un hombre público utiliza su poder político dentro de su vida privada, rompe las reglas”. No es extraño que una directora de cine, la norteamericana Marina Zenovich, quisiera llevar al cine la vida de este político francés, actual presidente de la República. Y sigue deseándolo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La renuncia a un premio o condecoración implica la "no aceptación" del mismo, y en consecuencia un reconocimiento mayor -si cabe.- Tras la concesión, sucede la denegación que se adhiere como un plus o valor intrinseco añadido al acontecimiento, otorgandole aún mayor distinción. Recuerdese el caso de Woody Allen, quien no acudió a recoger su Oscar o estatuilla dorada por encontrarse tocando el clarinete. A quien camina por las calles de su ciudad, le puede cagar una paloma encima, y esto, -se quiera, o no- supone un hecho irrenunciable, y conlleva una ofensa calumniosa para tu chaqueta inmaculada.Podría decirse: Premia o condecora,(como una forma de calumnia) que algo queda" En el caso de estas señoras francesas, resulta inadecuado -por principio,-nombrarlas "caballeras" Razonable renuncia, pero lo son,tal como como Woody fuera oscarizado, y Bob Dylan asturianizado.
chiflos.

Anónimo dijo...

Apreciado Chiflos: Se adivina, por lo que dices, tu ascendiente asturiano. Pero das certeramente en el clavo. Y cortas, con el bisturí de la crítica literaria y social, por lo más sano. Cualidades no siempre apreciadas en los que nos dedicamos a escribir