martes, 17 de febrero de 2009

Unas fuerzas muy mermadas.

Fernando González Urbaneja, presidente de la APM.


En una concentración de periodistas convocada el sábado pasado, Fernando González Urbaneja, presidente de la APM (Asociación de la Prensa de Madrid), recordaba que el 20% del empleo periodístico del país “puede estar en riesgo” este año por culpa de la crisis económica, lo que supone que se podrían perder unos 5.000 puestos de trabajo. En la convocatoria, que no superaba las 200 personas, Urbaneja sostenía que la crisis presenta “un buen momento para hacer pactos a largo plazo”, para que los sindicatos “tomen un protagonismo mayor y los empresarios se tomen en serio que no se pueden hacer periódicos sin periodistas”. Aunque lamentaba la falta de iniciativa por parte de los profesionales del sector periodístico. “La prensa se moviliza poco, y el 'santo Larra' no va a resucitar para salvarnos”.

Supongo que el presidente de la APM hablaba de la prensa en general y muy pocos respondieron a su convocatoria, pese a tener lugar en sábado. Porque quienes padecemos o padecimos en su momento las consecuencias del paro jamás fuimos llamados por la Asociación de la Prensa mientras ésta crecía y crecía al margen de los parados. Yo, al menos, en el tiempo de tres lustros, jamás fui llamado ni “salvado” por una asociación que ahora sí, ahora se lamenta y preocupa por la situación de los que sufren esta plaga. De ahí que no me extraña que la convocatoria “en defensa de la dignidad del trabajo de los periodistas” sólo haya alcanzado un máximo de 200 profesionales que lanzaron algunas pancartas y mensajes “por una huelga general de periodistas” mientras que otros acusaran a grupos editoriales como Planeta “hacer historia negra del periodismo” y se quejaran de los despidos en la web “Adn.es”. Aunque el hecho es que hace tiempo que los “parados” dejaron de creer en la buenas palabras de los que pudieron cambiar su situación.

El manifiesto lanzado en la concentración lamentaba la situación en que “vive el periodismo en España” y planteaba una serie de soluciones al respecto. El texto del mismo pedía a los editores que dieran prioridad al mantenimiento del empleo, al “talento acumulado”, a la experiencia y a los accionistas que “refuercen los recursos propios de los medios”. Solicitaba a los anunciantes que mantuvieran el nivel en el gasto publicitario y “no financien basura”. Y a los gobiernos, que “eviten la competencia desleal” y promuevan la igualdad de oportunidades. Que no manipulen y que no premien a amigos y deudos. Y reclamaba un Estatuto del Periodista que “ponga en valor la calidad del trabajo”. La APM pedía, igualmente a sindicatos y “compañeros” que exijan que las congelaciones y recortes “empiecen por los bonus y sueldos más elevados” y, a las universidades, “que enseñen con fundamento y exigencia”, y que no sean “suministradoras de mano de obra barata o gratis”. Unas exigencias que, durante años, quedaron silenciadas y olvidadas por parte de una asociación que crecía sin cesar, se jactaba de su posición social, se codeaba con el poder de turno y montaba corridas en las Ventas a la que acudía Rey y las autoridades.

Magis Iglesias, la presidenta de la FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España), cerraba el acto con unas palabras dedicadas a esta profesión y alertaba de que, “cuando acabe la crisis, los constructores volverán a poner ladrillos” pero, de seguir así, “para los periodistas ya no habrá nada…”. Y reconocía que “somos una raza en peligro de extinción y sólo de nosotros depende nuestra supervivencia”. Por de pronto, la autoridad del periodismo se está desmontando y el poder de investigar en este campo se ha prácticamente demoliendo. Luego, voladura tras voladura y desplome tras desplome, puede que se llegue, quien sabe cómo ni cuándo, hasta que no quede piedra sobre piedra. Aunque me aseguran que el buen periodismo no ha muerto ni morirá nunca.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Las facultades de periodismo me recuerdan las imagenes de un documental sobre tortugas recien nacidas en la arena, buscando el mar desesperadamente. Generalmente estan bien orientadas, pero no todas llegarán a sentir la leve embestida del agua que las remolque hacia la profundidad. A muchas les fallarán las fuerzas, mermadas por el sol y la distancia. Otras serán presa de las aves. Ya mar adentro son diversos los peligros y amenazas que deberán solventar. Entre ellos, el de no acabar convertida en sopa para una tripulacion pesquera. En este orden de cosas, a Urdaci se le podrá contemplar longevo en el acuario del pocero.
chiflos.