domingo, 23 de mayo de 2010

Crisis, quiebras y otros altibajos y movidas.


Tras la caída, el 14 de septiembre del 2008, de Lehman Brothers, el cuarto mayor banco de inversión de Estados Unidos, y la adquisición del Merrill Lynch por Bank of America por 44.000 millones de dólares, cundió el pánico en los mercados financieros del mundo capitalista. En apenas 24 horas desaparecieron dos de los bancos más importantes de los EEUU mientras que accionistas e inversores perdían la confianza en bolsa. Se vendieron masivamente acciones que ocultaban la tenencia de enormes activos deteriorados o tóxicos. Algunas entidades bancarias tuvieron que ser nacionalizadas o salvadas de la quiebra por sus gobiernos y otras, insalvables, quebraron o cerraron sus puertas, a la espera de tiempos mejores.


Empleado de Lehman abandonando las oficinas, en la calle.


Los mercados financieros, uno tras otro, dejaron de funcionar parcial o totalmente. El crédito se contrajo, el consumo y la inversión se desmoronaron y se produjo una recesión global. Era la quiebra más importante registrada en diez años. Ningún economista fue capaz de prever lo sucedido. Un año después, el mundo aún sufría las consecuencias de aquella crisis financiera, convertida en la mayor recesión desde la Segunda Guerra Mundial. Se esfumaron los ahorros de miles de personas que confiaban en que la autorregulación de los mercados acabaría con la crisis. A partir de esa sorprendente bancarrota, millones de personas empezaron a perder su empleo por todo el planeta. La incidencia de la crisis internacional afectó igualmente a España, pese a que, desde hace dos años, el Gobierno ha seguido con una política económica a espaldas de lo que sucedía en el resto del mundo. Hoy, con 4.612.700 parados (una tasa del 20,05 % de desempleados) y el efecto del maremoto bursátil, se hace difícil vislumbrar el final de esta crisis.



Charles Morris, autor de “El gran crac del crédito” –y uno de los que defienden que fue un acierto que Lehman quebrara–, asegura, desde Nueva Cork, que esa crisis dejó grandes lecturas: “La más importante es que los banqueros no pueden seguir insistiendo en que ellos realmente sabían lo que estaban haciendo. Todo lo demás es consecuencia de eso: hay que limitar el poder de los bancos, aunque los banqueros insistan en que no se puede poner coto a la innovación. Porque se ha llamado innovación a prácticas que eran verdaderas salvajadas o auténticas idioteces”. Ahora que la situación se va normalizando, a Wall Street le entra de repente cierta amnesia respecto a lo ocurrido. “En los casos de Lehman y AIG –apunta Morris–, se demuestra que la acción de las autoridades está limitada por nubes de incertidumbre en la regulación. Los bancos quieren impedir que el nuevo Ejecutivo imponga claridad en la nueva normativa, quieren aguar la reforma y dejar las cosas como están. Pero hay que limitar los movimientos de esas instituciones demasiado grandes para caer, y hay que dar poderes a la Administración para meter mano en cuanto empiecen a ver cosas raras”.



Richard Fuld, presidente ejecutivo de Lehman.


En infinidad de entrevistas, reportajes y libros que describen los últimos días del Lehman, su presidente ejecutivo, Richard Fuld, aparece retratado como un tipo arrogante, estúpido, codicioso, temerario y con algunas lindezas más. Vilipendiado por el colapso del banco que desencadenó la crisis económica mundial, Fuld comenta que ha sido maltratado, le han tirado basura y dice que va a ocurrir todo de nuevo. Asegura que se vio forzado a presentar la mayor bancarrota de la historia de los EEUU, después de que el banco se viera ahogado por el peso de activos tóxicos y perdiera la confianza de los inversores. Un político llegó a decirle que era el “villano” del día, mientras decenas de accionistas protestaban y pedían su cabeza. Desde entonces ha intentado escapar al foco de atención pública, pero su nombre sigue asociado a la imagen de codicia, arrogancia y fracaso. Más de una decena de juicios fueron abiertos por ex empleados de la firma, que denunciaron a los altos ejecutivos de Lehman por haber permitido inversiones de riesgo con las acciones de los planes de pensiones de la firma. Fuld fue llamado a declarar en tres investigaciones sobre la caída en desgracia del banco. Culpó a una serie de procesos por la caída de Lehman, como las “ventas cortas” abusivas, los falsos rumores, las rebajas en las calificaciones crediticias y la pérdida de confianza por parte de los clientes. Hoy, Fuld no sólo está en la calle, sino que disfruta de una generosa jubilación gracias a los “bonus” millonarios con los que fue compensado, pese a haber llevado a la ruina a sus empleados y accionistas.


Un inversor de la Bolsa de Melbourne observa cómo se desmoronan los papeles tras la caída del banco Lehman Brothers que hizo temer una catástrofe sin precedentes.


El mes de septiembre ha quedado marcado en negro en los calendarios estadounidenses. No solamente por el ataque a las Torres Gemelas, sino, además, por el estrepitoso derrumbe de otro gigante, el Wall Street. La caída del Lehman Brothers marcó el punto de partida de la crisis financiera que sacudió al país y al mundo. “Lehman Brohters fue –según explica Francis Larios, jefe de economistas para mercados emergentes de consultora Decision Economics– la chispa que encendió la crisis financiera y que se expandió al mundo entero. Claro que, antes de que quebrase, ya había una crisis parcial en el sector financiero, pero no un pánico financiero, lo que terminó por generar una recesión a nivel mundial. El colapso de Lehman fue la señal del ‘sálvese quien pueda’. Hasta entonces, se tenía la sensación de que a una institución con tantas ramificaciones, tanta importancia y tanta tradición, no se la iba a dejar a la deriva. Pero, cuando se vio la reacción del Gobierno, fue el momento en el que para muchos se cayó el castillo de naipes”.



Desolados ante el crac.


Para el economista de Harvard y ex jefe de economistas del Fondo Monetario Internacional Kenneth Rogoff, no fue simplemente una cuestión de Lehman Brothers. “Todo el sistema financiero estaba completamente mal preparado para lidiar con el colapso del mercado inmobiliario y de la burbuja crediticia. El sistema llegó a un punto en el que no se podía hacer más que reestructurarlo por completo”. Sin embargo, el derrumbe aceleró la reestructuración de Wall Street. “Los mercados de crédito todavía no gozan de plena salud y siguen requiriendo en todo el mundo el soporte de los bancos centrales –explica Larios–. El crédito al consumidor tampoco fluye del modo en que fluía antes y yo creo que para esto falta bastante tiempo”. Sin embargo, no todos los aspectos de la caída son negativos para los analistas. En muchos casos, el derrumbe de Lehman tendrá un impacto duradero y hasta quizás positivo. “La crisis ha hecho que los dirigentes de las políticas macroeconómicas en todo el mundo revean la manera de manejar sus economías, el sector financiero y sus regulaciones –opina Larios–. Desde ese punto de vista, la caída de Lehman tendrá consecuencias amplias y muy duraderas”.



Según Alberto Mariñas, director de “Estudios de Comunicación”, es cierto que muchas veces es difícil saber exactamente qué va a ocurrir, cuándo o cómo, pero las crisis se pueden prever y disponer de mecanismos estudiados para ser más eficaces cuando se producen. “Una empresa no sabe cuándo va a tener un incendio, pero sí tiene un sistema antiincendios, el teléfono de los bomberos y una póliza de seguros”. En este caso, de muy poco sirvieron. Pese a los intentos de los bancos centrales por actuar como cortafuegos, la globalización extendió el virus con rapidez. “Salió a la superficie un sistema bancario en la sombra, creado por los propios bancos para saltarse las normas, que arrasaba con todo lo que tocaba”, describe Jordi Galí, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra. El pánico provocado por Lehman Brothers permitió, según explica Adela Varela, aprobar ambiciosos planes anticrisis en todo el mundo, sin que los defensores del libre mercado apenas chistaran: la patronal española llegó a pedir un paréntesis en la economía de mercado. Y ayudó a poner en marcha notables cambios reguladores.



“El lenguaje que se utiliza para explicar la crisis –escribe, en ‘Público’, Vicenç Navarro, catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu Fabra y profesor de Public Policy en The Johns Hopkins University– es un lenguaje que aparenta ser neutro, meramente técnico, cuando, en realidad, es profundamente político. Así, se nos dice que los ‘mercados financieros’ están forzando a los países de la Unión Europea y, muy en especial, a los países mediterráneos –Grecia, Portugal y España– e Irlanda, a seguir políticas de gran austeridad, reduciendo sus déficits y deudas públicas, con el fin de recuperar la confianza de los mercados, condición necesaria para alcanzar la recuperación económica… La realidad, sin embargo, es muy distinta. Estas medidas de austeridad, promovidas por el Fondo Monetario Internacional y por la Unión Europea, están creando un gran deterioro de la calidad de vida de las clases populares, pues están afectando negativamente su protección social y están destruyendo empleo, dificultando su recuperación económica… En realidad, los mal llamados mercados tienen muy poco de mercado. Son bancos con mucho beneficio y poco riesgo. Y lo que está ocurriendo muestra la certeza de este diagnóstico”.



“En EEUU, donde existe amplio consenso sobre el hecho de que la crisis financiera fue iniciada por los comportamientos de Wall Street, la crisis bancaria fue resuelta con la aportación a los bancos de casi un billón de dólares pagados por el Estado, que benefició enormemente a los banqueros y a sus accionistas, consiguiendo incluso más beneficios de los que tenían antes de la crisis. La obscenidad de tales beneficios y las prácticas deshonestas y criminales de los banqueros (causantes de la crisis) explica su enorme impopularidad y la de tales medidas, que no repercutieron favorablemente sobre la población que vio cómo sus estándares de vida disminuyeron debido a la crisis provocada por los bancos. No fueron los mercados, sino los bancos y sus políticos en el Congreso (con nombres y apellidos conocidos) y en las administraciones Clinton, Bush y Obama (también con nombres y apellidos conocidos), los que crearon la crisis, salvaron a los bancos y ahora llaman a la austeridad”.



Terror en la bolsa.


“Una situación casi idéntica –prosigue Vicent Navarro– está ocurriendo en la UE. Los comportamientos especulativos de la banca europea fueron consecuencia de decisiones políticas que desregularon la banca, decisiones que se tomaron especialmente, no sólo en Wall Street, sino también en los centros financieros, principalmente la City de Londres y en Fráncfort, consecuencia de la enorme influencia de la banca sobre los gobiernos británico y alemán. La mal llamada “ayuda” del FMI-EU (de 750.000 millones de euros) a los países con dificultades no es una ayuda a las poblaciones de aquellos países, sino a los bancos (y muy en especial a los alemanes y franceses) para asegurarles que los estados les pagarán las deudas con los intereses confiscatorios que han exigido. En realidad, si los mercados financieros fueran mercados de verdad (y, por lo tanto, hubiera competitividad y riesgo en su comportamiento), los bancos tendrían que absorber sus pérdidas en inversiones financieras fallidas. Si el Gobierno de Grecia, por ejemplo, fuera a la bancarrota, la banca alemana tendría que absorber las pérdidas de haber tomado la decisión de comprar bonos del Estado griego. Ahora bien, esto no ocurre en los mal llamados mercados financieros debido a que hay toda una serie de instituciones que protegen a los bancos. Y la más importante es el FMI, que presta dinero a los estados para que los pague a los bancos. De ahí que, como en EEUU, los bancos nunca pierden. Las que pierden son las clases populares, pues el FMI exige a los gobiernos que extraigan el dinero para pagar a los bancos de los servicios públicos de tales clases populares”.


Baja la bolsa en Europa.


Un intermediario financiero en la bolsa alemana, que el jueves fue una de las más bajistas de Europa, comenta: “Si no regulan esto, nos vamos todos al garete. No sólo los inversores pequeños sino todo el mercado”. Según, Wolfgang Schäuble, ministro alemán de finanzas, “las bolsas están fuera de control”. Las bolsas europeas, en efecto, no dejaron de subir y bajar al ritmo que marcaban rumores imposibles de confirmar. Las bolsas de Portugal, Francia y Alemania sufrieron un mayor castigo, con pérdidas superiores al 2%. En España, se pasó la semana más histérica desde 2008, y el mercado no logró tranquilizarse. Es más, vivimos una volatilidad enorme, con oscilaciones de más del 6% entre máximo y mínimo, con un gran nerviosismo e incluso momentos de pánico. Una de las explicaciones de esas abultadas caídas a media sesión fue la preocupación de los inversores sobre una posible ampliación a toda Europa de la prohibición de las ventas al descubierto. Los políticos europeos, con la alemana Angela Merkel a la cabeza, calentaron los mercados con mensajes como: “La situación de Europa es muy peligrosa y el éxito no está garantizado”. El euro tocó mínimos, pero remontó tras el cierre de las bolsas. Según los expertos, estas subidas reflejan los problemas que existen dentro de la Unión Europea y son un síntoma de la desconfianza que ha vuelto a surgir entre los bancos, que son reacios a prestarse dinero entre sí, al igual que ocurrió al principio de la crisis financiera en 2007. El miedo al contagio en EEUU agudizó las caídas en Wall Street. El miedo cruzó el Atlántico y se agudizó después de que la Fed confirmara que los problemas europeos pueden contagiar a EEUU.


El euro tocó este viernes un mínimo ante la divisa estadounidense en 18 meses, al caer hasta los 1,2447 dólares por unidad.


Un broker en la bolsa alemana, que el jueves pasado fue una de las más bajistas de Europa, comenta: “Si no regulan esto, nos vamos todos al garete. No sólo los inversores pequeños sino todo el mercado”. Según el ministro de finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, “las bolsas están fuera de control”. Las bolsas europeas, en efecto, no pararon de subir y bajar al ritmo que marcaban rumores imposibles de confirmar. Las bolsas de Portugal, Francia y Alemania sufrieron un mayor castigo, con pérdidas superiores al 2%. Una de las explicaciones de esas abultadas caídas a media sesión fue la preocupación de los inversores sobre una posible ampliación a toda Europa de la prohibición de las ventas al descubierto. Los políticos europeos, con la alemana Angela Merkel a la cabeza, calentaron los mercados con mensajes como: “La situación de Europa es muy peligrosa y el éxito no está garantizado”. El euro tocó mínimos, pero remontó tras el cierre de las bolsas. Según los expertos, estas subidas reflejan los problemas que existen dentro de la Unión Europea y son un síntoma de la desconfianza que ha vuelto a surgir entre los bancos, que son reacios a prestarse dinero entre sí, al igual que ocurrió al principio de la crisis. El miedo al contagio en EEUU agudizó las caídas en Wall Street. El miedo cruzó el Atlántico y se agudizó, después de que la Fed confirmara que los problemas europeos pueden contagiar a EEUU.


Pero lo cierto es que la Banca siempre gana. Los banqueros parecen disfrutar de gran impunidad. Y los gobiernos se sienten sometidos a su voluntad. Los bancos españoles ganaron en el primer trimestre del año pasado 4.052 millones de euros, lo que supuso un descenso del 21,5 por ciento respecto al beneficio obtenido en el mismo periodo del ejercicio anterior, cifrado en 5.160 millones de euros. El hecho es que, gracias a la inyección de dinero público concedido por el Gobierno socialista, los “intocables” bancos siguen ganando. El Banco de España pide despidos más baratos para afrontar la crisis, pero el sector bancario es el único responsable de su burbuja de hipotecas “basura” y de sus inversiones en mercados americanos como AIG con el dinero de sus clientes y ahora con sus inversiones en Grecia dejando un agujero negro irreparable. Unos bancos que no ofrecen ninguna facilidad para los préstamos. Reina entre ellos la desconfianza bancaria, se muestran recelosos con sus clientes y ni se prestan dinero ni este fluye con normalidad. Pueden perder la compostura, la honorabilidad, la dignidad y la vergüenza. Pero, siempre cuentan con el apoyo del Estado.


Un nutrido grupo de diputados del PSOE piensa que, si unos abogan por abrir el debate de eliminar las ayudas del Estado a sindicatos, partidos y empresarios, por qué no abrir el mismo debate sobre la Iglesia y sus prebendas fiscales. Piden que las medidas restrictivas a funcionarios, pensionistas y otros sectores se acompañen con otras iniciativas claras y contundentes contra la banca, los grandes capitales y la Iglesia. La frase más repetida internamente, según distintas fuentes consultadas, es una muy clara: “Nos quedamos sin discurso”. Y, alguno, llegó a apuntar: “Sobre todo, sin discurso de izquierda”. El portavoz del Grupo Socialista, José Antonio Alonso, agradeció el tono y el apoyo recibido y, en cuanto a las exigencias, se limitó a decir: “Todo a su tiempo”.


Y mientras que muchos de los españolitos de a pie se las ingenian para alargar el sueldo y llegar a fin de mes, otros se tienen que conformarse con las ayudas estatales y varios millones viven como pueden, el Gobierno acaba de aprobar nueve medidas para contener el déficit: reducción del sueldo de los funcionarios, recortes en la inversión pública, pensiones congeladas, jubilación más dura, ayudas no retroactivas a la dependencia, recetas más baratas y eficaces, desaparición del objetivo del 0,7% del PIB al desarrollo, 8% del ajuste en CCAA y municipios y desaparición del cheque bebé en el 2011. La décima medida, dedicada a la subida fiscal a los más ricos, por el momento, se aplaza. El Gobierno no quiere asustar al capital. Parece querer darle tiempo para que reaccione y pueda huir, si así lo desea, a otro país en donde los ricos no son penalizados de esta manera.


Sin embargo, miembros del Gobierno han mencionado repetidamente el impuesto a los más ricos. Chaves declaró el pasado día 13 de mayo que habría un esfuerzo mayor por parte de los que más tenían. La vicepresidenta Salgado advertía, cuatro días más tarde: “En este momento no hay ninguna propuesta ni estudio concreto”. Y Blanco (Fomento): “La crisis no le va a salir más barata al que más gana. Cuando el Gobierno considere que es el momento, se tomarán las decisiones de tal forma que el que más gana contribuya más con sus impuestos a la salida de la crisis”. Corbacho (Trabajo) informó: “No está en la agenda del Gobierno subir impuestos”. La vicepresidenta De la Vega insistió: “Quien tiene más renta va a contribuir más que otros que tienen menos…Otro día hablaremos de ello”. Salgado dijo que la medida se anunciaría en el momento oportuno “e irá dirigida a quienes más tienen”, pero que no se estaba estudiando en este momento y que, en cualquier caso, Zapatero, ya había dicho que los mayores esfuerzos de “solidaridad se pedirán de forma temporal en el momento oportuno”. Y el propio Zapatero, en la deliberación del último consejo de Ministros puntualizaba: Soy el más interesado, pero ahora no toca”. Pero lo cierto es que ni ahora ni nunca, Zapatero y menos aún Aznar, encontraron el momento oportuno para atreverse a elevarles sus impuestos. De ahí el que las fuerzas de la izquierda reclamen al Gobierno medidas a los que más tienen, en vez de castigar a los funcionarios y pensionistas.

Ofrecemos hoy cuatro dibujos sobre la crisis:







Y cinco “Rotos” sobre la misma.






Manel Fontdevila nos muestra: Quien más tenga, A la valenciana, Todo-todo-todo y Los hilos.





Territorio Vergara: Gravando a las rentas más altas, Exaltación de la amistad, Maquiavélico y Movilización.





Y Pep Roig: Rumores, rumores, El color del cristal, Pensionistas de usar y tirar, Solvencia, El pernicioso futuro codicioso, y No hagan olas.







Cuatro vídeos ratifican lo dicho anteriormente:








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