domingo, 20 de febrero de 2011

Los jóvenes árabes dicen “¡Basta!” (II)


El mundo árabe se encuentra inmerso en una ola de cambios. Primero fueron los tunecinos los que, con sus protestas y manifestaciones, consiguieron echar al dictador. Después, los egipcios. Y, esta semana se han multiplicado las concentraciones y manifestaciones en países como Marruecos, Argelia, Libia, Jordania o Yemen, abortadas por fuerzas policiales armadas hasta los dientes. En Marruecos, en donde el desempleo es aún mayor que en Túnez y Egipto, fueron duramente reprimidas. La corrupción afecta al país magrebí en el que el mismo rey Mohammed VI, a la vista de la gran riqueza que ha acaparado en pocos años (se encuentra entre los siete reyes más ricos del mundo), no parece escaparse de ella. Pero el punto común de estas y las anteriores revueltas que recorren el norte de África y Oriente Medio ha sido protagonizado por jóvenes. Una juventud árabe que se rebela contra el hambre y la corrupción, llegando a despertar la revolución en países reprimidos y controlados por fuerzas reaccionarias.


En Teherán, fuerza afines al régimen portan pancartas contra la oposición iraní.

En Irán, miles de opositores al régimen de Ahmadineyad salen igualmente a las calles para protestar, enfrentándose con la Policía que arremete duramente contra ellos. Durante una sesión parlamentaria, los diputados conservadores atacaron con vehemencia a los jefes de la oposición, con gritos de “Muerte a Estados Unidos”, “Muerte a Israel", pero también “Muerte a Musavi, Karubi y Jatami”. El presidente Mahmid Ahmadineyad asegura en una entrevista: “Es normal que el pueblo iraní tenga enemigos, ya que es un país que quiere brillar y cambiar las relaciones en el mundo”.


Manifestantes marroquíes en la calle.

Pero es Marruecos, el país norteafricano menos afectado por la onda expansiva de la revolución tunecina y egipcia, en donde el Gobierno se ha tomado más en serio las protestas, estableciendo unas medidas encaminadas a frenar en seco la revuelta prevista para hoy. Los marroquíes expresaron públicamente sus propias reivindicaciones contra el Gobierno y la monarquía. En una concentración de más de tres horas y media delante del Parlamento de Rabat, los manifestantes pidieron “democracia” y “un cambio de régimen”. Con un altavoz en mano y sentados en medio del bulevar Mohamed V, en pleno centro de la ciudad, personas relacionadas con asociaciones de derechos humanos, grupos políticos, estudiantes y ciudadanos, pronunciaron sus discursos. Todos dejaron claro que no acudían como grupos o partidos, sino como marroquíes para solicitar sus derechos y para “luchar por una democracia para las siguientes generaciones”. El jueves, las autoridades marroquíes prohibieron al movimiento juvenil de licenciados universitarios en paro que, desde hace años, se manifiesta frente al Parlamento rabatí para pedir empleos, alegando el delicado momento presente y las revueltas que se producen simultáneamente en varios países de la región. Y en Benguerir, el centro del país, un joven, desesperado por su situación económica, se prendió fuego en pleno mercado de la ciudad y falleció, víctima de las quemaduras. Era la primera persona en Marruecos que fallecía tras un intento de suicidio a lo bonzo desde que comenzó la ola de protestas en la región.


El bautizado “Movimiento 20 de febrero”, que llama a la movilización pacífica de los marroquíes, ya está en la calle. Al menos, se habla de los problemas que hay y se abrió un debate sobre la conveniencia de salir este domingo a las calles para manifestarse o no. Pero el miedo, ya se sabe, hace estragos. Y la realidad social es diferente a la de Egipto. Alguien expresa su escepticismo sobre el tema. La amplia convocatoria bajo el lema “Democracia y Libertad”, está enfocada a los movimientos de jóvenes, sindicatos y organizaciones de Derechos Humanos, a los que también se han unido los islamistas de Justicia y Caridad, ilegales en Marruecos, pero con gran influencia en los barrios más desfavorecidos de las grandes ciudades. Pero la mayoría de los 46 partidos políticos reconocidos se han marginado. Por su parte, los medios de comunicación hacen su particular campaña contra algunos jóvenes considerados como líderes del “Movimiento 20 de febrero”. Durante las dos últimas semanas han aparecido publicadas en periódicos fotos de ellos relacionándolos con el consumo de alcohol y acusándolos de haberse convertido al cristianismo. Nadie sabe qué pasará hoy, pero los problemas ya están en la calle y se ha abierto un proceso en el que las autoridades tendrán que tomar medidas para escuchar a la población, que ya se atreve a mostrar su descontento.



En Marruecos, el Gobierno se blinda contra la reacción popular.


“Marruecos es un caso complicado –reconoce Bernabé López García, de la Universidad Autónoma de Madrid– porque no es lo mismo echar a un tirano que se aferra al poder desde hace 30 años que a una monarquía que lleva ahí siglos, respetada hasta en las zonas más aisladas”. Las autoridades de Rabat intentaron llevar a cabo ciertas reformas desde la muerte de Hasán II, en 1999, aunque muchos intelectuales marroquíes denuncian el autismo y autoritarismo del actual monarca, demasiado todopoderoso en su reino. “La corrupción endémica debería obligar a la Unión Europea a reaccionar y pedir reformas al Palacio Real. La primera de ellas debería ser un haraquiri del rey: que deje el poder absoluto e instaure una monarquía parlamentaria. El problema –considera el investigador español– es que los partidos políticos no están a la altura y se mantienen demasiado al margen”. Los marroquíes tienen al menos a una figura central que encarna al poder, contra la que pueden gritar su malestar. Algo que falta a los argelinos.


Líderes de Derechos Humanos en el Sáhara.


El jueves pasado, el centro estadounidense de Derechos Humanos Robert F. Kennedy (RFK) denunciaba el “clima de miedo y represión” que prevalece en el Sáhara Occidental, tres meses después del brutal desmantelamiento del campamento “Dignidad”, el 8 de noviembre. En un informe elaborado sobre el terreno entre el 11 y el 14 de enero, el RFK constataba que las violaciones de derechos humanos continúan, mientras que la tortura y las detenciones arbitrarias son también frecuentes. De acuerdo con los datos de esta institución, los arrestos arbitrarios no han cesado. El documento cita un intento de agresión que sufrió la hija de Aminatou Haidar, de 16 años, a la que unos marroquíes amenazaron con un cuchillo. Y concluye, instando a la creación de un mecanismo de vigilancia de los derechos humanos en el territorio. El informe llega al Gobierno marroquí cuando éste muestra cierto nerviosismo ante la manifestación prevista para el domingo. La Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH), una de las convocantes de la marcha, ofreció una rueda de prensa en la que abogó por un cambio en el Gobierno del país.



Tampoco Argelia, el país más poblado y rico del Magreb, ha estado ajeno a las revueltas. A comienzo de enero, cientos de jóvenes se enfrentaron violentamente a las fuerzas del orden.


Andel-aziz Buteflika es presidente argelino desde 1999, pero son los militares los que dirigen el país desde que un golpe de Estado abolió la victoria electoral islamista, en enero de 1992. El régimen, que contó con el maná petrolero para enfrentarse a las reivindicaciones sociales, sabe que simples medidas económicas ya no son suficientes. Por eso anunció el fin [en un futuro próximo] del estado de emergencia. Pero los argelinos siguen reclamando cada vez más libertades y democracia. Además, en Argelia, “las desigualdades sociales son muy grandes”, según Amel Boubekeur, especialista del Magreb, quien teme que el Ejército lleve a cabo “una represión brutal”. El 31,4 % de su población corresponde a jóvenes entre 14y 21 años de edad, el más alto porcentaje entre los países árabes de la zona. A diferencia de Túnez, el Ejército “no ha sido marginado por las autoridades, sino que participa en el proceso de decisión política” y no dudará en usar la fuerza. El viernes pasado, cientos de policías trataron de impedir que los manifestantes iniciasen una marcha en demanda de reformas en el poder. La policía argelina intentó dispersar a los congregados para que no alcanzasen la Plaza del Primero de Mayo, centro de Argel. Los manifestantes gritaron consignas como “Poder asesino”, “Abajo la opresión” y otras contra el régimen y el presidente argelino, Abdelaziz Buteflika. Ali Yahia Abdenur, de 91 años, presidente de honor de la Liga Argelina de Derechos que convocó la manifestación, sí consiguió llegar a las inmediaciones de la plaza que estaba tomada, según él, por unos 40.000 policías. La presencia policial se dobló respecto al ya impresionante dispositivo del pasado sábado. Además decenas de jóvenes pagados por las autoridades intentaron provocar disturbios violentos entre los manifestantes.


Gadafi, en un discurso en Trípoli, el pasado martes.


Luego le tocó el turno al todopoderoso coronel Gadafi, férreo dictador de Libia de 68años que lleva 42 años al frente de su país, el más rico del Magreb gracias a sus grandes reservas de gas y petróleo, quien no se liberó de los gritos de los manifestantes: “El pueblo quiere la caída del régimen”, “Gadafi es el enemigo de Alá”. Y tuvo que oír eslóganes parecidos a los que egipcios y tunecinos lanzaron contra Ben Alí y Mubarak, acabando con ellos. Pero Gadafi no estaba dispuesto a marcharse, ni por las buenas, ni por las malas, y mandó a sus fuerzas de seguridad, cargadas de gases lacrimógenos y de cañones de agua, contra los manifestantes. Miles de ellos se enfrentaron con las fuerzas policiales en la ciudad de Bengasi, la segunda del país, al este de Trípoli. Y, durante los últimos tres días de protesta mataron a 84 personas en varias ciudades del país, en demanda de un cambio político, según el último comunicado de Human Rights Watch (RHW). En el “Día de la Ira” se contabilizan 38 heridos y nueve personas muertas. La censura impidió las fotografías de las protestas, aunque sí se pudieron ver en Internet unos vídeos de la revuelta. “No fue la primera manifestación contra Gadafi –comenta Hasni Abidi, director del Centro de Estudios y de Investigación sobre le Mundo Árabe y Mediterráneo de Ginebra–, pero sí fue la primera vez que se pidió a gritos que se fuera. Lo que acabaBA de pasar en Bengasi demostraba que es posible gritar contra Gadafi. Y hay que decir ‘bravo’ a esos manifestantes, porque no es nada fácil oponerse al régimen”.Todo empieza cuando familiares de presos muertos, en 1996, en la cárcel de Abu Salim, en Trípoli, acuden el martes a la comisaría de Bengasi para exigir la liberación del abogado y coordinador de su movimiento, Fathi Tarbel. El Gobierno cede y Tarbel es liberado, pero centenares de personas se concentran frente a la comisaría y corean hasta la madrugada consignas contra el régimen. La televisión oficial sólo muestra imágenes de partidarios, entre ellos escolares, de Gadafi.


Un partidario de Muamar Gadafi, alza la pancarta del dictador de Libia para respaldar al régimen.

Según el analista Abidi, el régimen tuvo miedo: “La propaganda ensalza cada vez más las obras de Gadafi. Él se ha reunido con los jefes tribales, para asegurarse su respaldo. Esto significa que tiene algo de miedo”. El coronel también recibe personalmente, a principios de mes, a algunos activistas y periodistas de la oposición. Y libera a 110 reos islamistas. Abidi da a entender que el próximo dictador en buscarse un palacio en el exilio podría ser Gadafi. No será, sin embargo, nada fácil. Libia suele ser considerada como la Corea del Norte de África: un país cerrado, con los medios de comunicación bajo un férreo control y con una Policía Secreta que sólo obedece a Gadafi. Varios activistas son detenidos en el “Día de la Ira” contra el régimen, entre ellos Yamal al Hayi, ex preso político y uno de los impulsores, en Facebook, de las manifestaciones a favor de la democracia en Libia. “Desde cada plaza de nuestro amado país –dice un mensaje de un usuario–, la gente debería unirse en una ciudad y una plaza para hacer temer a este régimen y sus seguidores, y forzarlos a huir porque son unos cobardes”. “Ganaremos o moriremos”, asumen otros, recordando la victoria de los manifestantes tunecinos y egipcios. Por el contrario, la cadena catarí informa de que centenares de partidarios de Gadafi se concentran también en la capital Libia, en apoyo de su régimen. Aunque algunos libios se quejan del paro, la desigualdad y los límites a las libertades políticas, los analistas consultados ven improbable una revuelta al estilo egipcio porque el Gobierno puede hacer uso de los ingresos petrolíferos para suavizar la mayoría de los problemas sociales. Un comunicado de Human Rights Watch dice: "En un momento en que los pueblos reclaman sus derechos, desde Túnez a Egipto, de Bahrein a Irán, el Gobierno libio responde de manera totalmente equivocada [...] Gadafi debería aprender de sus vecinos que la estabilidad tiene que incluir el respeto por las protestas pacíficas”.


Seguidores de Gadafi muestran imágenes del dictador en una manifestación progubernamental, en Trípoli.


Pero miles de libios se echan el jueves a la calle para pedir a gritos un cambio de la dictadura más antigua de África y son brutalmente reprimidos. Desde los tejados y desde helicópteros, francotiradores de la Policía disparan indiscriminadamente. Corre la sangre en Baida y se desbordan los hospitales en Bengasi. “Ni en Túnez ni en Egipto –asegura un vencido de Trípoli– cayó tanta gente en tan poco tiempo como en Libia desde el martes por la noche”. La Televisión y radios oficiales ignoran las manifestaciones de la oposición y muestran profusamente las de los leales a Gadafi. Cientos de sus leales salen a la calle con sus retratos y con la lección bien aprendida. Gritan como desaforados: “Sacrificamos nuestra sangre y nuestras almas por ti, nuestro líder”. Y arremeten contra Al Yazira, la televisión vía satélite, a la que tachan de “despreciable”. Lo que demuestra su desaprobación de la revolución de Túnez y su miedo al contagio. Y que Gadafi sigue dispuesto a gobernar con mano de hierro el país más rico del África.


Yemeníes gritando lemas y portando banderas y pancartas durante una de las cuatro concentraciones convocadas en distintos puntos de la capital.


Del otro lado del canal de Suez, al sur de la península de Arabia, se levanta La República de Yemen, un país de Oriente Próximo, situado en el Mashreq, rodeado por el mar Arábigo, el golfo de Adén y el mar Rojo. Comparte fronteras con Omán y Arabia Saudita. El régimen del presidente Alí Abdalá Saleh, ya amenazado por ataques de una milicia chií en el norte y grupos secesionistas en el sur del país, se enfrenta ahora a violentas luchas entre sus seguidores y fuerzas de la oposición, que llevan desde el 27 de enero reclamando la caída del dictador. El jueves, una persona fallece en Adén, donde han perdido la vida otros dos manifestantes y al menos 40 resultan heridos en Saná, la capital. Unas quinientas personas salen a desfilar. “El pueblo reclama la caída del régimen”, corean, desafiantes, contra Saleh. Pero miembros del Congreso Popular General, el partido del presidente, armados con dagas y palos, los atacan en su punto de partida, el campus universitario. Los manifestantes consiguen, sin embargo, llegar hasta los alrededores de la residencia del vicepresidente. Las fuerzas de seguridad optan por disparar al aire para dispersarlos. “Queremos que Barack Obama se lleve a Saleh y lo encierre en un hotel de Estados Unidos”, dicen unos jóvenes. Pero Saleh es considerado por la Casa Blanca como un aliado en una zona inestable. Desde su reunificación, Yemen jamás ha sido un país controlado del todo por las autoridades de Saná y el actual presidente se postula como un firme enemigo de Al Qaeda para conseguir el respaldo de Occidente. Yemen es una de las naciones de la región que más riesgos corre en caso de una grave desestabilización política. “Oh, Alí, vete, vete”, es uno de los lemas más coreados por los opositores. “Nuestra demanda es clara: queremos cambios”, gritan los manifestantes. Pero, centenares de partidarios del presidente yemení disuelven con armas blancas y bastones la marcha de la oposición en el centro de Saná. La embestida de los seguidores del mandatario tiene lugar cuando, alrededor de 2.000 manifestantes de la oposición yemení que habían iniciado su marcha en la Universidad de Saná, se aproximan a la Plaza Tahrir (Plaza de la Liberación), del mismo nombre que la egipcia. Allí se encuentran unos 5.000 partidarios del régimen de Saleh, celebrando un mitin de apoyo al mandatario y son atacados por los mismos.


Yemen. Manifestantes pro y contra el Gobierno se enfrentan, en una calle de Saná.


“Vamos a luchar contra el presidente Alí Abdalá Saleh hasta que logremos que se vaya –asegura un coordinador de la protesta estudiantil en la Universidad de Saná cuando los estudiantes son dispersados por somatenes, armados de palos y piedras. La revuelta de Túnez le empujó en su movilización. “Lo que ocurrió allí rompió la apatía política en la que estamos sumidos. Nos dimos cuenta que la juventud puede unir un país y tomar las riendas de su futuro. Nuestro objetivo está claro: Acabar con el régimen del presidente Saleh”. Recurren a los mensajes de móviles y a los pasquines. Tienen una página en Facebook pero sobre todo utilizan los SMS. “Nuestro plan es una manifestación diaria y también nos gustaría hacer una sentada permanente, al estilo de la que hicieron en la Plaza de Tahrir, de El Cairo, pero, por ahora, no tenemos suficiente gente para la rotación”. Los estudiantes están dispuestos a resistir. “Queremos demostrar a los partidos políticos, a la población y al régimen que estamos en la primera línea de fuego y que, una vez que se da el primer paso, no es tan fácil”.


Manifestación de mujeres contra el Gobierno de Bahréin.


La Policía del Reino de Bahréin (Golfo Pérsico), integrado por un archipiélago de treinta y tres islas con una gran importancia estratégica, aplasta a sangre y fuego la revuelta de los chiíes. Sucede el jueves, cuando el régimen del rey, Hamad bin Isa al Jalifa, que acoge la V Flota de la Marina de Estados Unidos, envía al Ejército para desalojar la Plaza de la Perla, en el centro de Manama. Un millar de personas querían convertirla en su plaza Tahrir, como en El Cairo. Columnas de vehículos policiales y blindados del Ejército recorren las principales arterias de la ciudad, mientras helicópteros Apache sobrevuelan la plaza. La represión es brutal. A las tres de la madrugada, sin previo aviso, decenas de blindados irrumpen en la plaza arrollándolo todo a su paso. Hay cerca de tres cientos heridos por los disparos de los militares y seis muertos. “El objetivo de los que tomaron la decisión de atacar era matar. Es terrorismo puro”, dice Abdul Dyalil Jalil, diputado del partido Wifaq, principal fuerza de oposición al régimen y de confesión chií. “Quizá estemos ante el principio de una nueva intifada en Bahrein”, analiza Laurence Louer, especialista de los movimientos chiíes en el Golfo Pérsico. Pero no es la primera vez que los chiíes exigen cambios en un país marcado por grandes diferencias sociales y cuyas reservas de petróleo ya no son suficientes para “comprar” la paz social. Las imágenes enviadas por las organizaciones de derechos humanos en Bahrein muestran el violento ataque contra hombres, mujeres y niños. “La gente llega con heridas en la cabeza, hay fuego real, estamos desbordados –explica un médico a Al Yazira. “Utilizaron munición real, gas lacrimógeno, balas de caucho...”, confirma un testigo ileso. “La represión no me sorprende para nada. Porque el poder siempre ha actuado así”, recuerda Louer. Y supone un nuevo desafío para la diplomacia estadounidense, que siempre ha tenido en Bahréin un estrecho aliado pero que, ante los nuevos acontecimientos, tendrá que dar una respuesta que puede variar sustancialmente su relación con el reino árabe.


Manifestantes antigubernamentales acompañan, en Manama (Bahrein), a uno de los heridos en el ataque de las fuerzas de seguridad.


El rey es la máxima autoridad del Estado y sus familiares ostentan los mayores cargos políticos y militares. El reino tiene una población de 1.234.600 habitantes según datos de la ONU. La capital es Manama y la lengua principal es el árabe. La riqueza del país reside en el petróleo y según el Banco Mundial, la renta per cápita anual asciende a 25.420 dólares (unos 18.800 euros). El monarca promulgó una nueva Constitución y organizó elecciones legislativas. Bahrein se había convertido, según la Casa Blanca, en “el modelo árabe de democracia en Oriente Medio”. Pero el problema, subraya Fatiha Dazi-Héni, autora de un ensayo sobre las monarquías de la Península Arábiga, era y sigue siendo laboral. Las principales víctimas de ese sistema son los chiíes. “Los empresarios prefieren contratar siempre a un suní antes que a un chií”, dice Laurence Louer. Además, las autoridades llevan varios años practicando una política de nacionalización de extranjeros zuñes, iraquíes, jordanos y sirios para cambiar el equilibrio demográfico. De las autoridades llegan dos reacciones aparentemente contradictorias: mientras el Ejército anuncia en la televisión estatal que “las Fuerzas de Seguridad tomarán todas las medidas estrictas y disuasorias necesarias para preservar la seguridad y el orden general”, el Gobierno asegura que está “dispuesto a conversar” con la oposición sobre posibles reformas políticas, aunque “eso lleva tiempo”. Los manifestantes de la Plaza de la Perla exigen reformas sociales, económicas y políticas, puesto que el monarca suní sigue siendo todopoderoso en el país, con un primer ministro nombrado por él. “El rey no aceptará jamás ser una figura representativa”, dice Louer. Ahmed Makki Abu Taki, hermano de una de las víctimas de la represión, declaraba el viernes pasado: “Antes pedíamos la dimisión del primer ministro, pero ahora exigimos que la familia real se vaya”. Y el príncipe heredero de Bahrein pide que todos vuelvan a sus casas y promete dialogar con la oposición tan pronto como concluyan las protestas. Pero Casem, el más respetado clérigo de Bahréin califica de “matanza” la actuación policial.


En su blog del pasado martes, Qaesar titula: “La revolución de las pantallas”. Y nos recuerda: “En enero, fue Túnez. En febrero, Egipto... El mundo árabe está viviendo una revolución que rompe con lo antiguo. Una revolución que empezó en los teclados, en los móviles, en las redes sociales. Una revolución nacida en las pantallas, que se transformaron en ventanas por donde se veía el resto del mundo. Ha sido, está siendo, una revolución que ha saltado de las pantallas para rodar por dunas y desiertos, para inundar calles y cafés, zocos y avenidas sembradas de palmeras. Los panfletos, las octavillas, han dado paso a los sms, los móviles, y a los twiteos rotundos de las redes sociales. Una revolución que ha traspasado las pantallas virtuales para ocupar las plazas, llenándolas de rabia, de esperanza, de gritos y cánticos, de risas y lágrimas... de dignidad. A través de sus teclados, a través de sus ventanas, se han conectado con el resto del mundo, a la vez que se desconectaban de sus tiranos, de sus gobiernos, de sus políticos. Con sus pantallas, han roto fronteras, han roto distancias, han roto prejuicios. Una revolución que derrumba tiranos y levanta plazas”.


Y de la revuelta de los jóvenes árabes, pasamos al humor de la vieja Europa que los observa cómodamente sentada y con su sonrisa en los labios. Humor Revolution Arabe, Humor The Mideast Call to Prayer, Humor Yemen, Humor Malagón y Humor de Medina sobre ARCO.






Manel Fontdevila nos dibuja: Action Comics, 40 millones, La educación, Su camino habitual y Tierra de las flores, de la luz y del amor…







Territorio Vergara presenta: Como dice el refrán, Pesadilla en Villa Certosa, Una vez más, la Gürtel, Cajas de Ahorro y Tú más.







Y Pep Roig: Paranoia, Arqueología social, Alosuyo, Popolítica y Coge el dinero y…







Terminamos con cinco videos cortos sobre la actualidad. El primero trata de un anuncio sobre el domingo 20 de febrero en el que los marroquíes están llamados a protestar en la calle contra la “hogra”, expresión árabe para describir la humillación a la que someten los poderes públicos a los ciudadanos. El vídeo de Youtube llama a la movilización y ha alcanzado una gran repercusión. “Soy marroquí –repiten los quince personajes en un comienzo idéntico– y saldré el 20 de febrero por un Marruecos mejor y sin hogra…, para que los enfermos puedan acceder a los hospitales y obtengan cuidados médicos sin que sea necesario tener enchufe…, para que sean juzgados los ladrones que han destrozado el país…, para lograr una Constitución popular y democrática, mas justicia, más democracia, un mejor sistema sanitario, una vivienda digna…”. En definitiva, trata de dar “una sola voz al pueblo”.












La policía de Bahréin pone fin a las protestas pacíficsa en la rotonda de Lulu, provocando una lluvia de bombas lacrimógenas.

El siguiente, es una parodia del programa de derechas de Intereconomía, en el que se muestran unos presentadores en y fuera de programa.

El último es científico y recoge, a cámara lenta, el clásico gesto de los roedores. En él podemos comprobar cómo Alex se frota el morro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La izquierda europea, antes de Obama atribuiría fácilmente estas protestas al teledirigísmo imperialista yanky para desestabilizar la zona. Parece lógico pensar que si el mundo musulmán (otredad absoluta) permanece en conflicto interno, descenderá el terrorismo-martirísmo yihhadista internacional. Si su discurso actual no repara en esta obviedad estratégica de movimientos de piezas en el tablero, quiere decir que -tal como acostumbra,- la vieja izquierda ramplona se complace en la habitual contradicción de su discurso y el sucedáneo de las formas, considerando las protestas en los países árabes exclusivamente ideológicas, espontáneas, sin intervencionismo exterior, y presuntamente no economicistas. Se engaña a si misma, o bien, considera que ahora no resultaría rentable electoralmente opinar de otro modo. Más bien creo lo segundo, porque insisto: en otro tiempo reciente, USA sería culpable de todo. Me parece.

chiflos.