viernes, 30 de noviembre de 2012

Cuando la ciencia se supedita a la fe.

Me pregunto cómo diablos pudo la Real Academia de Medicina y Cirugía de Andalucía Oriental nombrar al cardenal Cañizares académico de honor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada. Y sin embargo lo hizo el pasado 22 de los corrientes, con su decano al frente, con presencia en la mesa del alcalde de Granada, con varios concejales entre el público, y, curiosamente, con la ausencia del actual arzobispo de Granada. El nombramiento sorprende por la carencia de méritos en medicina que el mismo cardenal reconoce en su discurso de ingreso. El escándalo provocó la dimisión de Guillermo Olagüe, catedrático de Historia de la Ciencia y numerario de la Academia de Medicina, quien renunció a su sillón “por la carencia de méritos científicos y médicos de Cañizares, y la desvirtuación de lo que debe ser la Academia, un foro de científicos y médicos que tratan y discuten asuntos relacionados con la ciencia y no con las creencias”. Según el mismo Olagüe, el único bagaje natural del cardenal cultural es “un conjunto de creencias religiosas, básicamente, dogmáticas, que están reñidas con la ciencia”.

El propio Cañizares reconocía en su discurso su carencia de méritos en Medicina. Pero el académico Piédrola, le contestó apuntando su papel en la creación de algunos centros asistenciales… y su afición a los actos por San Lucas, el patrón de Medicina. Dice que, en todos los discursos resalta como su mayor mérito la “defensa de la vida”. Una defensa que, sin embargo, le llevó a oponerse a los condones (aunque eso suponga extender el sida y la muerte en África), a la investigación con células madre y con embriones (aunque así deje de aliviarse mucho sufrimiento), al aborto (aunque se niegue el derecho de las mujeres sobre sus propios cuerpos) y al derecho sobre la propia muerte. Un integrismo respaldado por esta Academia de Medicina que debiera añadirse “católica, apostólica y romana”. Lo que hace pensar que ha primado la promoción de las creencias particulares por encima del fomento de la medicina al servicio de los ciudadanos y por encima incluso de la salvaguarda de los derechos humanos.
 
En 2009, el Papa declaraba, en su primer viaje a África, refiriéndose al sida, que “si no se ayuda [como propone la Iglesia] a los africanos, no se puede solucionar esta lacra con la distribución de preservativos: al contrario, se corre el riesgo de agravar el problema”. “The Lancet” una de las revistas médicas más importantes del mundo, publicaba un durísimo editorial en el que califica de “vergonzosa y completamente inexacta” la postura de Benedicto XVI (y, por supuesto, del cardenal Cañizares) respecto a los condones. Añadía que “el Papa ha deformado públicamente la evidencia científica para promover la doctrina católica sobre este asunto”, y que debería retractarse de “una declaración científica falsa que puede ser devastadora para la salud de millones de personas”. ONUSIDA, el Fondo de Población de la ONU y la Organización Mundial de la Salud criticaron en el mismo sentido la posición de la Iglesia. Pero la iglesia persistió en su postura “misionera”, basándose en una moral sexual tan aberrante, que propone como ¡modelo de madre a una (supuesta) virgen, que jamás tuvo relaciones sexuales. De de esta manera, hace lo posible por imponer sus políticas en todo el mundo.

Sólo así se entiende cómo al Cardenal Cañizares le place formar parte de una Academia de Medicina tan católica y tan en contradicción con los principios de la medicina “Que una prestigiosa organización médica le otorgue su máximo reconocimiento honorífico –opina Juan Antonio Aguilera, profesor de la UGR y miembro de Granada Libre– es tan reprobable e incongruente, que hay que pensar que ha primado la promoción de las creencias particulares por encima del fomento de la medicina al servicio de los ciudadanos, por encima de la salvaguarda de los mismos derechos humanos”.

Cañizares, arzobispo de Granada desde finales de 1997 hasta 2002, hizo una intervención repleta de referencias al aborto, la eutanasia, el suicidio, las torturas, la esclavitud o la prostitución. “Vivimos formas de agresión por la ciencia y la tecnología”, llegó a decir ante un foro del que también se sirvió para criticar el “laicismo imperante”, “la cultura de la muerte” y el desamparo de “la vida de los no nacidos y enfermos terminales”. Recordemos, como muestra de vinculación con los que apoyaran su apoyo en esta Academia, el modelo cardenalicio que vestía Cañizares en la temporada de otoño-invierno de 1007-9, de acuerdo con las normas vaticanistas: sotana de paño rojo, capa roja de cinco metros de longitud, roquete sencillo, solideo, capelo, fajín de seda color púrpura, haciendo ondas y calcetines rojos, de acuerdo con el estilo preconciliar de entonces, abandonadas todas aquellas innovaciones aberrantes traídas por el Concilio Vaticanon II. Una tendencia marcada por las prendas largas, amplias, en vivos colores, llenas de boato y muy elegantes, que confieren a quien las lleva la categoría y dignidad que merece. Todo ad maioren Dei gloriam, como humilde aceptación a tal organismo académico. Algo que solo pasa cuando la ciencia se supedita a la fe.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No es lo mismo creer para ver, que ver para creer. Con esta noticia ocurre lo segundo.

chiflos.