miércoles, 28 de agosto de 2013

Spanien, tierra feudal.



“Esta mañana –escribe Carlos Torres, bajo el artículo ‘Spanien, tierra feudal’, en Público.com– el emisario real ha leído un bando en la plaza del pueblo. Es tanta la costumbre que yo ya no me paro a escucharlos. Quizás diría algo así como que el señor feudal alemán exige a sus vasallos ibéricos, señores de la marca hispánica, que reformen las pensiones del populacho. No les habrá bastado con hacinar a familias enteras de abuelos, padres y nietos en casas compartidas o en someter a todo el estamento más bajo al marqués del Euribor, casado en segundas nupcias con su prima de riesgo. No, ahora también quieren que los guerreros retirados después de cuarenta años de servicio renuncien a la vejez por la que lucharon y, lo que es peor, que los jóvenes que deberían ocupar sus puestos trabajen a perpetuidad por 400 euros. Ah, en estos días aciagos que vivimos en nuestras ciudades, hemos perdido la guerra de los Minijobs sin poder siquiera librarla. Quién iba a saber que agarrotados por el miedo, nos iba a vencer el noble CIS, un muerto que cabalga a lomos de un caballo llamado Inem. Triste mañana nos espera si no le ponemos remedio (…)

“Sin embargo, desde que el cardenal Zapatero primero y el caballero Mariano, después, les otorgó plenos poderes de nuevo, los señores no han parado hasta recuperar todo el terreno que les habían ganado las revueltas del populacho. Encomendados a la virgen del ERE y bajo la protección de la reforma laboral han devastado nuestras cuentas corrientes y esterilizado con sal nuestro futuro. Si es que alguna vez fuimos otra cosa, ya solo somos peones, víctimas de las OPAs que se lanzan entre ellos los fronterizos, carnaza de una guerra donde los ejecutivos ponen las armas y el pueblo pone los muertos. Lo más curioso es que aquí, en los barrios de extramuros, todavía quieren hacernos creer que somos libres con sus promesas. Como las que le hicieron a Sir Robert de Freelance, un polifacético soldado que hace la guerra por su cuenta y batalla a deshoras por poco más que la comida. Algo me dice que a los del Castillo ya les va bien hacerles creer a éste que él va por su cuenta, pues paga el diezmo por adelantado sin necesidad de tomar las armas y se le puede posponer el pago hasta las siguientes pascuas si el señor así lo conviene.

“¿Con quién está el clero en estas tropelías? –finaliza Torres– ¿Con qué otros dioses nos prometerán el paraíso? Ayer oí que Don Mariano se ha arrodillado ante la cruz para ofrecernos Gibraltar. Torpe recompensa para un pueblo que ha sido estafado, que pierde sus galenos y que ya no gana para educarse. No perdamos la fe, quizás algún día nosotros también sepamos despertar. Al fin y al cabo, un peón por si sólo no sirve para nada, pero todos juntos pueden poner en jaque al rey”.

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