jueves, 15 de junio de 2017

La crónica de una muerte anunciada y una imagen de esperanza.

Pablo Iglesias estrecha la mano a José Luis Ábalos durante la segunda jornada del debate.

David Torres escribe en Público su “Crónica de una derrota anunciada” horas antes de llevarse a cabo la derrota de UP prevista en el Senado.  “En una secuencia de la película The Warriors (titulada en España Los amos de la noche) –recuerda Torres–, hay sesenta mil pandilleros entre todas las bandas neoyorquinas contra veinte mil efectivos de la policía. La cosa está clara, tanto como la distribución de fuerzas en el hemiciclo ante la moción de censura de Unidos Podemos. Quizá sea algo exagerado comparar al PP con una pandilla de delincuentes y maleantes, sobre todo para los delincuentes y maleantes, ya que en varias de las tramas de corrupción en trámite judicial los magistrados han preferido el término, más exacto, de ‘organización criminal’. Es precisamente el término que emplearon los dos parlamentarios que se lanzaron a la yugular del partido en el gobierno, Irene Montero y Pablo Iglesias, aunque hay que decir que Irene lo hizo primero y lo hizo mejor. Su discurso fue una obra de demolición excesivamente prolija y detallista, con nombres y apellidos, por eso la única respuesta que obtuvo fueron los balbuceos presidenciales de rigor (mortis) y unos cuantos tuits de diputadas del PP que oscilaban entre el clasismo bien entendido y el machismo soez. Es un montón de mierda inmenso, como el del dinosaurio de Parque Jurásico, que incluye robos, amenazas, chantajes y toda la retórica habitual de la mafia. Tan gordo es el montón que ya no se sabe si es mejor saltarlo o rodearlo. Algunos diputados del PP no sabían dónde meterse sin comprender que ya estaban metidos en el montón. Méndez de Vigo decidió hacer honor a su cargo y se escondió detrás de un libro, concretamente un homenaje de jóvenes poetas a Miguel Hernández, curiosa paradoja, aunque también guardaba en la cartera un estudio sobre el trasfondo jurídico del Quijote. Vista cómo está la justicia en España, no puede ser más actual”.

“Quijotescos fueron también los empeños de los parlamentarios podemitas al asalto no de los cielos sino del techo de la cámara de representantes. Mariano, un molino convertido en gigante, podía haber respondido igual que Cyrus: “¿Sabéis contar?” La apabullante mayoría parlamentaria y la indiferencia de los grupos que podían desnivelar la balanza iban a hacer el resto. Por mucho que Sánchez y Rivera gritaran en sus eslóganes electorales que la principal urgencia democrática era echar a los corruptos de las instituciones, ya se está viendo que no. Lo urgente era conseguir un sillón. Y por mucha complicidad y mucho guiño de ojo con que les tentaba Pablo desde la tribuna, la cosa no iba a cambiar. Parapetado en su escaño, Mariano bostezaba porque el bostezo es su forma de vida, ese ‘y a mí qué me cuenta que yo no sepa’ en el que se ha instalado desde que llegó al poder…

“Un debate tan largo y tan exhaustivo al menos sirvió para que Mariano se retratase una vez más como el genio insustituible de la oratoria cómica, el Cantinflas de la política nacional. ‘No sé si piensan antes de hablar o hablan después de pensar’, dijo, regresando a su estado habitual de molino, y con toda seguridad no se refería a sí mismo. Después se atrevió con una cita más intelectual: ‘Como decía Galileo, el movimiento siempre se acelera cuando se va a detener’. Aquí lo más probable es que estuviera recordando los mejores regates de Cristiano, a quien poco antes la Fiscalía acababa de denunciar por defraudar más de catorce millones de euros. Hay que reconocer que mejor momento para imputarlo no lo iban a encontrar”. Una crónica que pese a todo, terminó con una esperanza para Pablo Iglesias quien estrechó la mano a José Luis Ábalos durante la segunda jornada de debate de la moción de censura. Las dos fuerzas progresistas en el Congreso caminaron firmes hacia una reconciliación con el objetivo común de plantar cara al Ejecutivo.

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