jueves, 30 de noviembre de 2017

La Iglesia española, dividida ante el desafío independentista.

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, junto a obispos catalanes el día de Sant Jordi

El desafío independentista en Cataluña ha golpeado de lleno a la Iglesia Católica de España. “Por un lado –escribe  Alejandro Godoy en ElPlural.com–, hemos encontrado en los últimos días a los más altos exponentes de la Iglesia en España ser nombrados por políticos como aceptables mediadores. Es el caso del arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, el cual desmintió su supuesto ofrecimiento, pero no negó que acudiese a una reunión en el Palacio de La Moncloa con Mariano Rajoy y con su homólogo en Barcelona, Juan José Omella. El arzobispo de Barcelona, por su lado, también ha tenido contactos con el gobierno de la Generalitat, así como el abad del Monasterio de Montserrat, ambos señalados como posibles mediadores. El problema es que encontramos sectores de la Iglesia que, por así decirlo, se han ‘salido del tiesto’ marcado por la Conferencia Episcopal, cuando su portavoz, Ricardo Blázquez, recordó las palabras del papa Francisco en las que pidió trabajar por ‘una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, pero sin separarla de la preocupación por una sociedad justa, con memoria y sin exclusiones’. Este mensaje no pareció llegar a oídos del obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, el cual afirmó en una homilía en la mezquita catedral que ‘la patria está en peligro’ a la vista de los acontecimientos de Cataluña”.

El mismo día de la homilía de Fernández, su compañero de Girona, condenaba mediante un comunicado “la violencia que sufre el pueblo de Cataluña”, en alusión a lo ocurrido durante el 1-O, y criticaba “el trato sufrido por muchos ciudadanos que quisieron expresar libre y pacíficamente su opinión”. Días antes, el obispo de Solsona, Xavier Novell, publicaba una carta en la Glosa dominical en la que aseguraba que, si el domingo había “urnas, yo iré a votar”. Por otra parte, es notorio el manifiesto de más de 400 sacerdotes catalanes que invitaron a “votar en conciencia”, y la carta firmada por una docena de entidades católicas que mostraban su “apoyo a las instituciones catalanas, así como los conventos benedictinos y cistercienses, en un histórico comunicado conjunto, criticando “el uso de la fuerza y la vulneración de los derechos del gobierno y del pueblo catalán”. Igualmente, se comenta positivamente comportamientos más llamativos, como el del sacerdote de Santa María de Vila-Rodona que dejó hacer el recuento de papeletas del 1-O dentro de la iglesia mientras él dirigía un rezo, algo que le valió las críticas de otros compañeros, incluso dentro de Cataluña.

Por otra parte, el papa Francisco, a través del embajador de España en el Vaticano, Gerardo Bugallo,  transmitió que la Iglesia “no reconoce movimientos secesionistas” o de autodeterminación que no son resultados de una descolonización. La Iglesia Católica siempre ha sido una figura a la que se ha mirado en mitad de crisis nacionales y el caso de España es uno de los más llamativos. Y la Iglesia aún cuenta con un gran poder de movilización.

El prefecto de la Secretaría para la Comunicación del Vaticano, Dario Edoardo Viganò, al ser preguntado por la posición del Vaticano ante la crisis catalana, precisa que “la Iglesia no hace política” sino que está llamada a subrayar la importancia de “construir relaciones positivas entre todos”. Y el papa Francisco, en una homilía, se dirigió a los sacerdotes que le escuchaban para hacerles ver las fatales consecuencias que tiene la incoherencia para un hombre de dios. “¿Cuántos cristianos, con su ejemplo, alejan a la gente, con su incoherencia, con su propia incoherencia? La incoherencia de los cristianos es una de las armas más efectivas que tiene el diablo para debilitar al pueblo de Dios y para alejar al pueblo de Dios del Señor”, dijo tajante Bergoglio. Las palabras del papa Francisco contrastan sobre todo, con la del obispo de Solsona, Xavier Novell, quien trasladó a sus feligreses que no solo llamaba a la desobediencia de las decisiones judiciales sino que lo hacía desde un altar, con el báculo en la mano, investido de una ‘autoridad divina’, convirtiéndose él mismo en el único juez que dictaminaba qué son la justicia y la verdad.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Al menos 30 catedrales que pertenecían al Estado desde 1931 pasaron a ser de la Iglesia, cada vez más rica.

Cimborrio y torre de la Seo de Zaragoza.

Mientras que la Iglesia no deja de pedir limosnas, sus propiedades en España no dejan de crecer. Entre 1998 y 2015, los obispos de una treintena de diócesis inmatricularon por treinta euros a su nombre algunas de las catedrales españolas más importantes que, desde hacía décadas, habían pasado a formar parte del Tesoro Artístico Nacional. Y esta iglesia que predica la pobreza hizo financiar a las distintas administraciones la restauración de dichos templos o su iluminación, en virtud de su condición de bienes de interés cultural. Sin embargo, los pingües beneficios derivados tanto de su uso litúrgico (mediante limosnas, estipendios de misas, etc...) como de su explotación turística –la Seo de Zaragoza, la Giralda de Sevilla o la Mezquita de Córdoba (inmatriculada ya en 2006) son tres de los lugares más visitados de España–, sólo tienen un destinatario: la Iglesia católica, que además se beneficia de las múltiples exenciones fiscales derivadas de los acuerdos entre el Estado español y la Santa Sede.

Estos son los principales templos expoliados por la Iglesia con el beneplácito de los sucesivos Gobiernos: Catedral de Valladolid (la diócesis llegó a inmatricular 16 propiedades, todas ellas sin escritura reconocida), la catedral y la Giralda de Sevilla (recibe anualmente a un millón de visitantes, con unos ingresos que superan los 9 millones de euros al año, 63 millones desde su inmatriculación), la de Granada, la del Buen Pastor, de Donostia, La Seo de Zaragoza y la iglesia de la Magdalena (ambos templos, inscritos a nombre de la Iglesia)… En la lista cabe también contar con la catedral de Jaca, la de Málaga y algunas otras.

martes, 28 de noviembre de 2017

Pablo Iglesias y el Rey.


Entre Albert Rivera, Pablo Casado y Felipe de Borbón, quien mejor cae a Pablo Iglesias, un republicano confeso, pese a considerar a los tres “de derechas”, es Felipe VI. El  Iglesias tiene claras sus preferencias personales: el Rey de España, con diferencia sobre los otros dos. Porque es “un hombre culto, muy preparado políticamente y con el que es agradable conversar”. Esa preferencia personal no tiene, sin embargo, traducción política en las preferencias de Pablo Iglesias, para quien “la Monarquía tiene poco que ofrecer a la salud de la democracia”, ya que el Rey “no está sometido a la Constitución”. Aun así, advierte que su padre, el Rey Juan Carlos, le caía “mucho peor” porque, entre otras cosas, fue un “franquista confeso”.

El líder de Podemos hizo estas consideraciones este domingo, en Córdoba, en un diálogo abierto con el constitucionalista, Javier Pérez Royo, dentro de las jornadas 'Volver a mirarnos. Nuevos acuerdos para la España que somos', organizadas por Unidos Podemos. Iglesias le reprochó al Rey sus “discursos de derechas” y sobre todo el pronunciado el 4 de octubre sobre el desafío catalán. Aquel día, Felipe VI “abrió las puertas a la involución democrática en España” al defender la “idea uninacional de España” y ponerse “del lado de las fuerzas políticas que están defendiendo, en la práctica, la excepcionalidad y la renuncia a los principios básicos de la democracia”. Iglesias reivindicó la España de “valores republicanos” ante los “errores” de “la derecha monárquica” y los independentistas.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Cebrián, el hombre que levantó Prisa y luego la hundió.

     Prisa navegando contra un iceberg.

“Estos días –escribe Sebastiaan Faber bajo el título “A pique. Juan Luis Cebrián o la decadencia”, en Fronterad.Revista digital– Juan Luis Cebrián está dando imagen de capitán marinero pero en un sentido perverso. Después de haber dado con el iceberg, insiste en mantenerse al timón, no para permitir que todos se salven sino para asegurarse de que todos se hundan con él. Según parece, en octubre fue capaz de sabotear su sucesión como presidente ejecutivo de PRISA, a pesar de que el holding hubiera perdido la mayor parte de su valor en bolsa y arrastre importantes deudas que están por vencer. Al mismo tiempo, como informaba El Independiente, ‘se habrían garantizado ya los apoyos para, al término de su mandato ejecutivo, asumir la presidencia del diario El País’. Cebrián dejará la presidencia a comienzos del año que viene, y será sucedido por Manuel Polanco como presidente no ejecutivo. Mantiene una pensión de siete millones de euros, además de un bonus de acciones valorado en casi dos millones. En su día, hizo lo imposible: consiguió que un diario fundado, en parte, por (ex)franquistas alcanzara un prestigio similar al del New York Times. En los últimos años logró, junto con Antonio Caño, que ese mismo diario perdiera la mayor parte de su capital cultural. El despido de John Carlin por discrepar abiertamente de la línea editorial del diario con respecto a Cataluña –seguido a los pocos días por el irónico aviso de ese mismo diario que es el movimiento independentista catalán el que está ‘destruyendo la prensa libre’– fue solo la última en una larga serie de recaídas. La prestigiosa Columbia Journalism Review llegó a dedicar una pieza al caso, en que recordaba que El País, desde sus comienzos, lleva lidiando ‘con dos identidades en conflicto: el diario de referencia del mundo hispanohablante y el canal de propaganda de los poderes madrileños’. Según Carlin, el tono intransigente que ha adoptado el diario con respecto a Cataluña se debe a la proximidad entre PRISA y la clase política madrileña, que comparten almohada (“They are absolutely in bed with each other”). Mientras tanto, Cebrián ha aprovechado su percha en su diario para despotricar contra los indepes catalanes, advirtiendo contra ‘la agitación populista puesta en marcha por la Generalitat, en connivencia con el anarquismo irredento’ y ‘movimientos antisistema, singularmente agrupados en Podemos’. Es difícil imaginarse qué pasaría si Cebrián volviera a asumir la presidencia de El País. ¿Será posible que se hunda todavía más?

       Cebrián, molesto por las preguntas de Évole.

“Para comprender lo ocurrido en las últimas semanas –prosigue Sebastiaan Faber– quizá sirva volver a Primera Página, el libro de memorias que salió hace un año y con el que Cebrián quiso coronar lo que él mismo no deja de ver como una brillante carrera al servicio de su profesión y su patria: una vida ejemplar digna de aplauso y admiración. Si hubiera presentado sus memorias hace diez años ese aplauso mediático se habría producido sin chistar de forma masiva y obligada. Pero, en 2016, la sala se quedó en silencio. Un silencio roto al cabo de un tiempo por unas palmadas aisladas que provenían, cómo no, de las páginas de El País. Y es que España ha cambiado. El control que tenían figuras como Cebrián –y el pavor que inspiraba su poder– ya no es lo que era. Como decía el experto en sondeos, Jaime Miquel, en junio del año pasado: ‘Aquí se ha terminado un ciclo, que se puede llamar postfranquismo, y consiste en la interpretación del mandato como la licencia para el caudillaje’. A Cebrián –así como a varios compañeros de generación– le cuesta asumir ese cambio. O, lo que es lo mismo, solo sabe leerlo en clave de decadencia. Para Cebrián, España va mal cuando, en realidad, quien va mal es él. He aquí lo tragicómico: que Cebrián proyecte su propio deterioro moral e intelectual sobre su entorno. El veterano periodista, convertido en empresario, se llevó los primeros chascos en la misma recepción de su libro, a finales del año pasado. Lo que, al parecer, se había imaginado como una gira hagiográfica se convirtió en una serie de entrevistas espinosas que no le dejaron muy bien parado. Primero, en Salvados, Jordi Évole le hizo pasar un mal momento. ‘Yo no he venido aquí a hablar de mis contradicciones’, le tuvo que espetar al Follonero cuando este se atrevió a preguntarle sobre su astronómico sueldo al mando de PRISA, a pesar de las pérdidas sufridas por la empresa. Esa misma semana, Carlos Alsina, en Onda Cero, fue más lejos y se atrevió a preguntarle por otros temas tabú, como la aparición del nombre de su exmujer en los llamados Papeles de Panamá o su relación con Massoud Zandi, el empresario iraní. Otra vez, Cebrián reaccionó mosqueado: ‘No he venido aquí a hablar del señor Zandi’, afirmó; ‘he venido a hablar de cuestiones políticas y de mis memorias que cuento en el libro’. Quizá lo que más sorprendía en la actitud de Cebrián en estas entrevistas no fue su autosuficiencia, o sus malos modos, habituales por otra parte en hombres poderosos de su generación, por más liberales o progresistas que se crean. No, lo sorprendente fue la escasa comprensión que Cebrián parecía tener del papel que le tocaba en el contexto de lo que no dejaba de ser una simple entrevista periodística, y el papel correspondiente que les tocaba a Alsina y Évole –colegas de profesión, al fin y al cabo”.


Juan Luis Cebrián nace en el seno de una familia acomodada, a cinco años de la Guerra Civil. Según cuenta en Primera Página, su padre es redactor jefe y director del órgano oficial de FET y de las JONS y, más tarde, secretario general de Prensa del Movimiento. Sin embargo, no le impone su falangismo a su hijo. “De niño y adolescente, Cebrián es muy católico; por poco se mete a cura. Pero corren los años sesenta, y varias experiencias vitales –posibles gracias a los privilegios que le proporciona su familia– le permiten descubrir la libertad como valor, el liberalismo moderado como opción política y el periodismo como una vocación que le permita prosperar. Durante la mili, pasa diez días traumáticos en prisión (‘Fue mi única experiencia de pérdida efectiva de la libertad física, pero bastó para que anidara en mí una aversión enfermiza a la cárcel’). Una beca de la Fundación March ‘generosamente dotada’ le permite hacer pasantías de periodismo en importantes redacciones de Londres y de París. Y goza por primera vez del sexo sin ataduras: ‘En Londres desperté a la vida amorosa y el donjuaneo, que nunca hasta entonces se me había dado bien. […] Asumí que la libertad sexual era solo un aspecto de la libertad a secas, algo que solo comencé a vivir plenamente entonces’. ‘Mi vocación’, escribe, ‘no era la política, por más que me atrajera. Tampoco el sacerdocio, al que había idealizado como una forma de ayudar a los demás’. Trabaja en Pueblo, en Informaciones y, hacia el final del régimen, en Radio y Televisión Española como jefe de servicios informativos. En 1975 asume la dirección del diario El País, proyecto nuevo de José Ortega Spottorno, Manuel Fraga y Jesús de Polanco. Estos sucesivos puestos directivos en el mundo de los medios le dan un acceso asiduo a las altas esferas del poder. Alterna de forma cotidiana con ministros, el entonces príncipe Juan Carlos y los líderes de la oposición. Al mismo tiempo, se convierte en amigo, confidente y ocasional conspirador de la élite económica y cultural. A finales de 1976, conoce al general Sáenz de Santamaría, al que identifica como ‘uno de los represores del maquis en Galicia, donde adquirió fama como sanguinario jefe de la contrapartida’: ‘Fuera por el alcohol, que consumimos generosamente, o por lo explícito de la conversación, […] se inició entre nosotros la forja de una incipiente simpatía mutua que habría de intensificarse con los años’). Cebrián se sabe en el centro de estas redes. Aunque disfruta su papel de hacedor, también lo asume con naturalidad. ¿Qué ha hecho para merecerlo? Si las memorias dejan algo en claro, es que en cada momento de su vida, las conexiones familiares le allanan el camino. Es un testigo –y actor– privilegiado en más de un sentido. No es que no tuviera talento. Pero más le valían los padrinos que se lo reconocían. (Como nos recuerda Gregorio Morán, en la España franquista, no era el talento el factor decisivo para alcanzar el éxito profesional)”.

 A finales de enero de este año, Cebrián movió ficha para prorrogar su contrato en Prisa... (Otra vez).
   
Durante más de una década Cebrián, según Sebastiaan Faber, dirige el diario El País con excepcional visión y atino. “Su gran mérito es haber reconocido el valor del periodismo profesional –su valor político, pero también su beneficio comercial y capital cultural– y haber sabido crear un medio que durante mucho tiempo lo encarnó, fichando a los mejores periodistas del momento. De lo que no ha sido capaz de librarse del todo, en cambio, es de la hipocresía y del oportunismo que, en los largos años de la dictadura, eran indispensables para la supervivencia económica y política, y que no han resultado precisamente inútiles en la España democrática tampoco. Los politólogos no yerran cuando sostienen que las dictaduras infligen daño duradero en el tejido moral de las sociedades. Del falangismo paterno parece haber heredado cierta afición a la jerarquía. Le gusta mandar. ‘Desde muy joven he ocupado puestos de responsabilidad en mi vida profesional’, escribe, ‘y siempre he dado la importancia adecuada a los signos externos del poder’.  Así, cuando asume la dirección de Informativos en RTVE, su entonces jefe en el periódico, Jesús de la Serna, le da un consejo ‘en plan sentencioso’: ‘Recuerda que el capitán del barco come siempre solo en su camarote’. Cebrián asegura que ‘no lo [ha] olvidado nunca’. Hombres como Cebrián tienen la curiosa tendencia de minimizar su propio peso institucional – ‘Soy un periodista como miles de otros periodistas’, le decía a Évole; “[…] jamás he querido ser poderoso’– al mismo tiempo que lo ejercen en cada gesto y en cada palabra. Sin darse cuenta, exudan la impaciencia y agresividad contenidas del que está acostumbrado a soltar órdenes y ser obedecido y temido. Pero el truco sólo les funciona mientras la cultura circundante lo sustente y ellos tengan con qué amenazar; una forma de capital político que, en el caso de Cebrián, está menguando a ojos vistas. Puede ser mala noticia para él; para España, no tanto”.

         Juan Luis Cebrián y Felipe González.

    A mediados de este mes, Juan Luis Cebrián abandonaba la presidencia de Prisa poniendo fin a una carrera empresarial en la que se hizo millonario mientras la compañía se iba cayendo a trozos. Así lo explica Iñigo Sáenz de Ugarte en Eldiario.es. “No podemos seguir viviendo tan bien”, dijo a los periodistas a los que despidió después de ingresar 13 millones un año antes. Con una deuda gigantesca, tuvo que buscar el apoyo de los bancos y del Gobierno para continuar en el puesto. “Juan Luis Cebrián tenía la medicina perfecta para la crisis de la prensa y de su empresa. En una reunión del consejo directivo de Prisa, cogió su iPad y lo levantó por encima de su cabeza. ‘Este es el futuro’, dijo hace unos años a los principales directivos de las empresas del grupo. Como Moisés, enarbolaba las tablas de la ley –al menos, una– que debían servir para mantener a sus empresas a salvo de las tormentas digitales. La solución mágica que el profeta mostraba a sus seguidores. Este miércoles, Cebrián, de 72 años, bajaba un escalón –aparentemente solo uno– desde la cumbre del universo en el que ha residido desde los años 70. Abandonaba la presidencia ejecutiva de Prisa, pero pretende quedarse para continuar controlando El País y prestar al Gobierno los servicios que se requieren de él. Cebrián y Jesús de Polanco convirtieron a Prisa en el grupo de comunicación más influyente de España. Luego, la arruinó, ya él solo, y, finalmente, la fue vendiendo por partes para impedir su quiebra. Fue en esa última etapa cuando más dinero ganó. Nunca fue consciente de la paradoja. Para él, todos tenían la culpa: la crisis económica española, la crisis de la prensa, el carácter de los periodistas o incluso su edad, Internet. Todos menos él. Como director, Cebrián convirtió a El País en la referencia periodística y cultural del periodismo español de su época. Fue un diario que nació en el momento perfecto y con los padrinos adecuados. El primero fue Manuel Fraga, aunque éste pronto descubrió que no le serviría de plataforma personal. Le debió de empezar a quedar claro cuando vio la foto de José María de Areilza en el primer número del periódico. El segundo fue Felipe González, hoy miembro del consejo editorial de Prisa, cuya política económica dirigida por Boyer, Solchaga y Solbes, siempre recibió el apoyo o, como mínimo, la comprensión de El País”.
  

     
    Los Ecos de Sociedad del diario ABC daban cuenta el 4 de junio de 1966 del enlace de Juan Luis Cebrián Echarri con Gemma Torallas Gatoo, en la iglesia de San Pedro Mártir de los Padres Dominicos, en Alcobendas. “Cincuenta y un años después –escribe Juan Carlos Escudier en Público– Cebrián se va pero se queda ‘con la tranquilidad del deber cumplido’, siempre que éste fuera hundir el barco o dejarlo a la deriva con una vía de agua del tamaño de la del Titanic, tras comprobar que desguazarlo y venderlo por piezas no ha dado resultado. Lo que se propone ahora este genio de las finanzas es encaramarse a una fundación desde la que seguir controlando como presidente de El País el timón ideológico, tal es la propuesta que lanzó a unos atónitos accionistas a los que deja una ruina de 1.500 millones de euros y la obligación de enchufar otros 450 y convertir 100 millones de deuda en capital. Ello no le impedirá seguir amorrado a la ubre, que lo de su bonus y su pensión millonaria, ay Santa Rita, no se tocan. Para sus propósitos cuenta con el apoyo de Moncloa y de la banca acreedora, que ya se cobrará el favor cuando toque, porque ahí fundamenta el apóstol del periodismo su libérrima condición para garantizar, según dice, la autonomía de decisión de los periodistas y directores de Prisa. Cebrián se yergue como vanguardia contra el populismo y baluarte último de la formación de una opinión pública adecuada ante ese ‘basurero de opiniones de Internet’ que le ha comido la tostada. Estamos ante el bastión inexpugnable de la libertad de prensa, dispuesto a sus 73 años a seguir sacrificándose por la causa de la democracia en España, sin más recompensa que unos cuantos millones de euros. Del negocio petrolero en el que le dio entrada su amigo Massoud Zandi, el mismo para el que Felipe González grabó unos entrañables vídeos de recomendación, es que no se vive. Así que el 31 de diciembre, si el tiempo no lo impide y la autoridad lo permite, que con Soraya está todo atado, Cebrián cederá la presidencia de Prisa, epílogo y comienzo de la nueva trayectoria de quien se nos presenta periódicamente como el hombre que trajo la democracia a España, que lo de Suárez está en discusión, y que representa en todo su esplendor ese régimen del 78 que no cede el paso ni en las intersecciones. Le seguiremos viendo en el púlpito impartiendo la doctrina de su infatigable sacerdocio. Amén”.

Ilustración de Ramón Arias.

     Tras la última junta extraordinaria de accionistas del Grupo Prisa, se inicia la irresistible caída de lo que es el hilo conductor mediático del entramado.  Así lo presenta Fernando López Agudín en el artículo “La caída de Cebrián, la crisis del PPSOE”, aparecido el 17 de noviembre en Público: “Tan pésimo gestor como buen periodista, José Luis Cebrián no supo contener su ira ante su cese, descalificando a su principal accionista, Amber Capital, como titular de un fondo buitre por haber duramente criticado su gestión empresarial. Pese a que intenta como gato panza arriba mantenerse de alguna forma en la cúpula, su futuro parece marcado por la unanimidad con la que se ha votado su relevo y, sobre todo, por el abandono obligado del apoyo del PP y del PSOE.  No es hoy el mejor momento para cesarle, la crisis del Régimen del 78 se agudiza, ni tampoco aparece un sustituto, pero mantenerle hubiera impedido la ampliación de capital por parte de la Caixa, Santander y Telefónica. Ciertamente, el PP y el PSOE necesitaban su continuidad, tanto como al IBEX-35 le era fundamental sustituirle. Divergencia de intereses que Cebrián ha intentado instrumentalizar sin conseguirlo.  La Moncloa ya no podía echarle una mano que le salvara del firme cerco al que le sometía el accionariado. En esta ocasión, no ha encontrado el apoyo de Soraya Saenz de Santamaría, ni el de Alfredo Pérez Rubalcaba, más allá, eso sí, de que su salida ha sido bien engrasada: seis millones de euros más, otros cinco por la ampliación de capital. De ahí que unos y otros, desde Génova y Ferraz, hayan concentrado sus esfuerzos más en buscarle un sustituto afín, que en su defensa imposible. Porque el balance político de su presidencia ha sido tan sumamente rentable para el PPSOE como muy perjudicial el balance económico para PRISA. Esta contradicción, entre los intereses económicos y políticos que ha hundido a Prisa, es igualmente irresoluble para el sucesor que el PPSOE designe. El País y la Ser, bajo la dirección de Cebrián, han abandonado a sus lectores y oyentes habituales de centro izquierda para dirigirse a los de derecha. De hecho, ambos medios compiten hoy con ABC y Onda Cero. En consecuencia, han perdido un mercado mayoritario progresista que no puede ser compensado con uno minoritario conservador... El  grave problema para el PPSOE es tanto objetivo como subjetivo. Necesitan mantener al grupo como correa de transmisión bipartidista  a la vez que necesitan encontrar un buen profesional como Cebrián sin los vicios de Cebrián. No es fácil hallar un curriculum PPSOE tan bien acreditado como el del cesado presidente. Ser mano derecha de Soraya Santamaría, tras haber sido la mano derecha de González y Suárez, es una tarea de auténtico profesional del poder formado a lo largo de varias décadas. La caída de Cebrián es la metáfora de la crisis del PPSOE”.

     Cebrián, por Tere García.

    Rubén Arranz cuenta en Vozpópuli cómo Cebrián se levantó ese mismo día, 15 de noviembre, y dijo que se iba a ver al Rey. “Juan Luis Cebrián, viéndose acorralado por sus opositores, se levantó de su asiento visiblemente molesto y aseguró que se iba a ver al Rey. Unas horas después de anunciar ‘su decisión’ de dejar la presidencia de Prisa, el exdirector de El País protagonizó un acto público en el Hotel Ritz madrileño en el que afirmó que, en contra de lo que habían publicado varios medios de comunicación, su proceso de sucesión había sido sencillo y se había activado por su propia voluntad. O aireó una verdad que nadie fue capaz de ver o lanzó un embuste de dimensiones bíblicas, porque el principal accionista del grupo, el fondo de inversión Amber Capital, manifestó en la Junta Extraordinaria de Accionistas celebrada que la marcha de Cebrián ha estado precedida de una cruenta batalla interna que no ha estado exenta de sangre. ‘Hemos tratado de negociar con Juan Luis su salida, pero ha sido complicado. Ha puesto muchas condiciones y entonces el Comité (de Nombramientos y Retribuciones) ha llegado a la conclusión de que había que cesarle’, afirmó Joseph Oughourlian. A los medios de comunicación que han relatado la guerra de accionistas de Prisa, Cebrián los acusó de difamar, de difundir noticias falsas, ‘estupideces y pamplinas’. El escritor y académico de la RAE es ‘importante’, es ‘España’, es ‘la institucionalidad’ y es el garante del buen periodismo de este país, como ironizó Oughourlian. Sólo la ‘prensa tradicional’ es seria y rigurosa. Los diarios digitales forman parte del ‘basurero de internet’. Actualmente, se libra una batalla entre la verdad y la mentira y la incoherencia.

  Sáenz de Santamaría, entre Cebrián y A. Caño, director de El País, protegiendo al editor hasta donde creyó conveniente.

“Con su discurso –continúa contando Rubén Arranz–, Cebrián se sitúa en el bando de quienes defienden la libertad y garantizan el buen hacer. La realidad le ubica en otro plano. Denunció Cebrián en su discurso las estratagemas de determinados fondos buitre, que aterrizan en las compañías con dificultades financieras y ‘a veces ponen sus intereses por encima del interés social’ (…) no dudando en arriesgar la supervivencia de las empresas (…) con tal de asegurarse para ellos un retorno sustancial en su inversión’. La frase la pronunció quien, en 2011, percibió una retribución de siete cifras, quien cobrará un ‘bonus’ de 6 millones de euros cuando se jubile e ingresará 1,9 millones de euros en acciones si la ampliación de capital que aprobó la Junta de Accionistas llega a buen puerto. Aunque esta última sea necesaria, en buena parte, debido a los errores garrafales de su gestión. Su ‘hedge fund’ no compró este porcentaje de la editora de El País por su especial interés en el buen periodismo ni en el panorama mediático en España. Lo hizo porque había recibido una importante suma de sus inversores y pensó que podría rentabilizarla apostando por Prisa. Entonces, Cebrián no tuvo tantos miramientos para abrir la puerta a este tipo de empresas. Entre otras cosas, porque la crisis apretaba, los bancos habían cerrado el grifo del crédito y a los gestores de Prisa les llegaba el agua al cuello… Cebrián, todo un campeón en estas artes, niega la mayor sobre estos movimientos y asegura que estaba deseando irse de Prisa, pero que se ha mantenido más tiempo del que tenía pensado en el cargo porque así se lo pidieron la mayoría de los accionistas. Oughourlian lamenta que haya puesto mil y un impedimentos para irse. El acuerdo entre los accionistas implicará una profunda renovación del Consejo de Administración y de los puestos directivos del grupo. Cebrián lo quiso apostillar proponiendo a Gregorio Marañón –uno de sus más ‘fieles aliados’- como candidato a presidente, pero su idea contó con la oposición de los consejeros no ejecutivos. En Moncloa, supieron de este regicidio poco antes de que se consumara. De parte de los rebeldes y del propio Cebrián. Y no expresaron su rechazo. Soraya Sáenz de Santamaría protegió al editor hasta donde creyó conveniente. O hasta donde su poder o su paciencia alcanzaron… Tiene razón Cebrián cuando dice que, en España, el poder libra una batalla desde hace muchos años por controlar a los medios. El problema es que cuando un medio se acerca al poder para pedir ayuda, normalmente no la obtiene sin contraprestación”. 

           Cebrián intentó desbaratar la 'operación Manuel Polanco' antes de la Junta de Accionistas.
  
     “Ha caído un símbolo –reconocía  Jesús Cacho en Vozpópuli del pasado domingo–. Se ha cerrado otro capítulo de la historia de la Transición, una época que ha durado 40 años, los que van de la muerte en la cama del general Franco hasta la abdicación de Juan Carlos I. La mayoría de los protagonistas del periodo, gente que dejó su sello en la política, en la economía, en las finanzas, en la comunicación, han pasado ya a mejor vida, sea porque han fallecido (Adolfo Suárez, Jesús Polanco, Emilio Botín) o porque, jubilados, se dedican ahora a ver las tardes pasar al sol del otoño (Felipe, Aznar, Alierta y algún otro). Son contados los testigos de aquella época que siguen con mando en plaza. Tal vez Mariano Rajoy sea uno de los últimos de Filipinas. Juan Luis Cebrián, otro de los indiscutibles protagonistas de la Transición, acaba de echar el cierre. Se ha ido. Mejor dicho, lo han echado los accionistas del grupo Prisa, haciendo bueno aquello de que quien a hierro mata a hierro muere. Se cierra una etapa de la Historia de España, sin que lo que ha de venir, lo que debe nacer, el futuro que está por llegar, acabe de hacerse presente en medio de las convulsiones de un parto cuyos dolores encarna como nadie la tragedia de Cataluña (…) Cebrián, tan moderno él, tan elegante, tan demócrata, tan fino, es un producto típico de la España franquista, un eximio representante de esos valores que conforman la urdimbre de ese establishment que, las raíces firmemente asentadas en el franquismo, echó arboladura de fama y dinero con la democracia. Esos españoles que hicieron de la libertad un negocio. Poder y dinero. Soberbia y cobardía. La cobardía ha sido quizá la herencia más envenenada del franquismo. La cobardía y el miedo a expresarse en libertad, el miedo a hablar de frente y mirando a los ojos, a dar la cara, a honrar ‘a dignidad de la andadura vertical y del paso erguido del hombre’ de que hablaba Ernst Bloch, cualidades todas que nacen de un escrupuloso cumplimiento de la Ley. Regalo del franquismo fue que, muerto Franco, el poder en España se haya seguido ejerciendo en la sombra, en la penumbra de los cenáculos, en las influencias, en el hoy por ti mañana por mí, a través del conseguidor de turno, mediante la corruptela perpetua. Una España cuyo mejor embajador ha sido y es Cebrián. 


“A Cebrián –reconoce Jesús Cacho, en El negocio de la Libertad’–  nunca le ha gustado dar la cara porque nunca ha tenido necesidad de hacerlo. Ha dispuesto de tanto poder que no ha necesitado arriesgar. Le bastaba con figurar en la mancheta de 'El País' como director, primero, y como mandamás, después, para infundir un pánico casi general entre el stablishment patrio sin tener siquiera que forzar el gesto. Era el ‘cañón Bertha’ del que presumía Jesús Polanco. Mucho más inteligente que el fundador (‘no le hagas caso a Jesús, que es un frívolo al que solo interesan las relaciones sociales’, decía un día a un amigo a las puertas del Ritz, en los tiempos en que don Jesús bebía los vientos por la Barreiros), Juan Luis es un tipo duro y rocoso, además de un gran cínico, a quien, la pura verdad, los accionistas no han conseguido aún desalojar de Prisa. Bastaba amagar con un editorial en 'El País' para que el Villalonga de turno y el imperio Telefónica se lo hicieran por la pata abajo. Semejante capacidad de influencia sería difícil de entender sin reparar en la condición del grupo como portaestandarte ideológico del PSOE en el poder durante más de 13 años, con Felipe González al frente, con Rubalcaba siempre, incluso con el problemático Zapatero después. Si a don Jesús le atraían los devaneos con la alta sociedad, a Cebrián solo le han interesado poder y dinero. Un tipo dispuesto a matar por el poder y el dinero, en perfecta comunión con los valores de las élites que gobernaron la Transición, nuestros pequeños ‘amos del universo’, gente extasiada ante el milagro de los panes y los peces del boom inmobiliario y la burbuja financiera. Tal fue la identificación de Cebrián con su época que fue capaz, mimetismo casi místico, de endeudar a Prisa en más de 5.200 millones, una enormidad imposible de devolver en cualquier circunstancia, que condenaba al grupo de forma inmisericorde a la quiebra. Sólo a este prepotente engreído se le pudo ocurrir una operación tan desastrosa, además de innecesaria, como la salida a Bolsa de Sogecable. El aguerrido periodista, el ejecutivo agresivo, el intelectual orgánico, creyó que valía para todo, para un roto y para un descosido, para convertir 'El País' en el primer diario español y para competir con el más aguerrido lobo de Wall Street. Y siempre con la misma fórmula: con su capacidad de intimidación ante las cobardes élites empresariales hispanas”.

       El apoyo de Sáenz de Santamaría fue decisivo para proteger a Cebrián de los accionistas. 

º   “A lo que no renunció, pese a la quiebra de Prisa, fue a hacerse rico. Poder y dinero. En el ejercicio 2011, en pleno valle de la crisis, fue capaz de adjudicarse unos emolumentos de 13,6 millones mientras el grupo perdía 451, convirtiéndose en el ejecutivo mejor pagado de España, solo por detrás de Pablo Isla (Inditex). Pero donde el genio del personaje salió a relucir en todo su esplendor fue en la espectacular voltereta ideológica protagonizada por Prisa a partir de la victoria electoral del PP en diciembre de 2011. Amenazado por la liquidación del grupo y su venta por piezas, Cebrián comprendió que solo podía salvarle un cambio de caballo en plena carrera, pasando del famélico rucio que ya entonces era el PSOE a las albardas llenas de votos de un PP y, en particular, de una vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, a la que supo camelarse hasta convertirla en su principal punto de apoyo en estos últimos y tormentosos años. Fue ella quien muñó la conversión en capital de una parte de la deuda que Prisa arrastraba con Santander, Caixabank y Telefónica. Y ha sido ella quien le ha sostenido frente los embates crecientes de un accionariado convencido de que él es el cáncer que hay que extirpar si quieren salvar algo del naufragio del grupo. En perfecto do ut des, Prisa ha sido el palo mayor al que la vicepresidenta se ha aferrado a la hora de cuidar una agenda personal orientada a sustituir a Mariano en la presidencia del Gobierno. El de mesana ha sido AtresMedia. Hoy la vice ha perdido, o está en trance, dos de sus grandes apoyos en este mundo del periodismo canalla: Cebrián y Mauricio Casals. ¿Y qué le ha dado Juan Luis al PP a cambio de su ayuda para seguir en el machito? ¿Cómo ha pagado el editor los favores de la reina Soraya? Con un espectacular golpe de timón en la guerra que el Estado sostiene contra el golpe protagonizado por el separatismo catalán, ello después de años de haber alimentado el monstruo del pujolismo con lisonjas y negocios mil, que el business ha sido la estrella polar de estos patriotas movidos siempre por el olor del dinero. Es de justicia, sin embargo, reconocer que la firmeza de la línea editorial mostrada por Antonio Caño, director de El País, ha resultado decisiva en el fracaso de la intentona golpista, no tanto por el apoyo a las tesis de Mariano, cuanto por mantener firmemente embridado, en línea con la defensa de la Constitución, a ese caballo loco que es el PSOE”.

¡¡Ay, madre!!!... Rajoy reunido con agentes del Morsad.

Otras fotomontajes de la semana:
Miel republicana.

   Cada vez que entras a Tuiter! Según Fer Novato.



Cuando te pasas de patriota y montas sin querer una ‘senyera’ en el balcón. Por Iñaki Berazaluce.

El Jueves.


El humor en la prensa de esta semana: El Roto, Forges, Peridis, Vergara, J. R. Mora, Pat, El Boca del Logo, Malagón…






















Pep Roig, desde Mallorca nos recuerda: Ofensiva, Tinieblas democráticas,  Firmeza, Nunca más y Sin comentarios. 






Joseph Oughourlian, (Amber Capital), dueño del 20% de Prisa dijo a Cebrián en un perfecto castellano lo que jamás nunca nadie se atrevió a decirle en España. fondo Amber Capital: en contra paquete accionarial de Juan Luis (Cebrián)".
  “Váyase. Sr. Cebrián. Usted agravó la crisis del Grupo Prisa, cobró como pirómano y cobró como bombero. Es una escándalo”. Eso dijo, en junio del 2013, Santiago Cascar Romero, periodista que invirtió 42.000 euros en acciones de Prisa, exigiendo responsabilidades a Juan Luis Cebrián en la Junta de Accionista de Prisa celebrada en el Museo Reina Sofía de Madrid. Un accionista de Prisa increpa a Cebrián: "¡Váyase, es usted un zombi empresaria.
  A Juan Luis Cebrián se le cuela un accionista 'follonero' en plena Junta de PRISA - 01-04-2016 En junio de 2017 le tocó el turno al presidente del comité de empresa de 'El País', Manuel González, que utilizó su turno de preguntas como accionista para leerle la cartilla a los mandamases de PRISA. Cebrián prefirió no responderle y sacar pecho por el triunfo de “la libertad de expresión”. Su alegato es bestial y refleja cómo en la redacción de El País se la tienen jurada a Cebrián y Antonio Caño: La Trinca - El barón de bidet [Castellano].
  Momentazo Tricicle .
Flavia, la elefanta más triste del mundo.